Por Edgar Miguel Kan

Vuelve la contradicción burguesía militar vs la rancia oligarquía nacional

Las reformas constitucionales tuvieron un revés fundamental, que no proviene de las críticas de los sectores populares, sino más bien de los grandes impulsores de la reforma.

Estas reformas constitucionales impulsadas por el gobierno de Otto Pérez Molina (OPM) son obstaculizadas por sectores de la misma burguesía. Debe entonces el pueblo de Guatemala cuestionarse: ¿Por qué se generó la disputa entre los sectores de la misma burguesía? ¿Por qué hay un retroceso de la propuesta, luego de que se vendió la misma como si fuera la panacea que resolvería todos los problemas sociales de Guatemala?

Leer más…GUATEMALA.-La farsa de la reforma y la necesidad de una Asamblea Nacional Constituyente

 

Por Armando Tezucún

Este año el movimiento indígena y campesino ha sido uno de los principales protagonistas de las luchas populares en Guatemala. La orientación de las inversiones de los grupos de poder de la burguesía hacia la agroindustria, monocultivos, producción de energía eléctrica y minería ha agudizado la situación estructural de pobreza y marginación en el campo, a lo que se ha añadido el daño causado por estas empresas a los recursos naturales utilizados por la población.

Desde la marcha de nueve días realizada en marzo, las diferentes organizaciones campesinas e indígenas tenazmente se han movilizado una y otra vez para reclamar al gobierno la solución de los graves problemas que enfrentan los pobladores. El presidente Pérez Molina y sus funcionarios, en un afán por contener la oleada de luchas han tratado de desviarlas hacia procesos de diálogos que no han llevado a ningún resultado, haciendo promesas que son incapaces de cumplir.

Los acontecimientos de octubre pasado (la masacre del 4 y las multitudinarias movilizaciones del 12, 20 y 23) dieron paso al inicio del diálogo entre el gobierno y los dirigentes de los 48 cantones de Totonicapán, que hasta la fecha no ha dado frutos. El martes 20, alrededor de cinco mil campesinos indígenas realizaron en la capital una manifestación para insistir en las demandas que han venido planteando durante meses.

La marcha fue organizada por la Coordinadora de Organizaciones Campesinas (CNOC), que aglutina entre otros grupos al Comité de Desarrollo Campesino (CODECA), la Unión Verapacense de Organizaciones Campesinas (UVOC) y la Coordinadora Campesina Kab´ Awil. Después de recorrer la ciudad a partir de tres puntos diferentes, los compañeros entregaron en el Congreso de la República y en la Casa Presidencial un pliego de peticiones.

La CNOC realizó una marcha el 12 de abril para exigir la resolución de un pliego petitorio de 16 puntos, pero sin ningún resultado. La negativa del gobierno a solucionar las demandas llevó a que realizara un bloqueo de carreteras el 8 de agosto reclamando básicamente las mismas peticiones. Es ante la testarudez del gobierno, que  ha dado como única respuesta la criminalización de las protestas populares, que los compañeros volvieron a tomar las calles.

El petitorio entregado al Congreso incluye la discusión de una iniciativa de ley de Nacionalización de la energía eléctrica; la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural Integral, que a pesar de que ya recibió un dictamen favorable en el Congreso desde 2009, este año los diputados la volvieron a someter a discusión con representantes de los terratenientes y burgueses en un intento de tergiversarla; la solicitud de un subsidio de Q 300 millones para beneficiar a 100 mil pequeños agricultores sin tierra; la solución de la deuda agraria de 14,820 familias beneficiarias del Fondo de Tierras mediante un subsidio de Q 333 millones; la aprobación de un presupuesto de Q 300 millones para el Programa Nacional de Resarcimiento de la víctimas del conflicto armado; el cese de la criminalización de la resistencia del movimiento indígena y campesino; la no aprobación de la propuesta de reformas a la Constitución hecha por el gobierno. Respecto al este último punto, cabe mencionar que ante la oposición de numerosas organizaciones populares y de la misma empresa privada organizada en el Cacif, Pérez Molina tomó como excusa la emergencia del terremoto del 7 de noviembre para postergar por 6 meses la discusión de la propuesta. Nosotros proponemos que se suspenda la propuesta del gobierno y se convoque a una Asamblea Nacional Constituyente con representantes de las organizaciones populares que discuta y solucione los problemas del país a favor de las mayorías empobrecidas.

El comisionado del gobierno para el diálogo anunció que 27 de noviembre se reunirá el presidente con los representantes de la CNOC para discutir las peticiones. La marcha tuvo el apoyo del Comité de Unidad Campesina, cuyo dirigente Daniel Pascual declaró con respecto a la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural: “No solo es que conozcan la iniciativa, queremos que se apruebe de urgencia nacional, porque no se han cumplido los ofrecimientos y la ley de desarrollo rural estaba en agenda y fue sacada para aprobar otras leyes, a nuestro juicio, menos importantes” (Prensa Libre 21/11/12).

El gobierno pretende llevar a un callejón sin salida las justas demandas de los compañeros campesinos indígenas recurriendo a un nuevo diálogo que de antemano sabemos que será infructuoso. Llamamos a las organizaciones campesinas e indígenas a estar en movilización permanente para obligar al gobierno solucionar las demandas presentadas. La unidad que se forjó en las protestas de octubre es clave para lograr una presión efectiva.

 

Por Ulises Lima Wainwright

La capacidad del aparato del Estado para responder ante las catástrofes naturales, es un buen indicador del desarrollo alcanzado por un país. El terremoto del pasado 7 de noviembre dio muestra clara del subdesarrollo de Guatemala.  Se supone que la mejor manera de enfrentar tales calamidades es mediante las medidas preventivas. En ese caso, un gobierno mínimamente responsable con sus deberes hacia la sociedad, tendría que garantizar que los habitantes cuenten con lugares dignos para vivir, alejados de zonas de riesgo como barrancos y declives: paisajes típicos de los sectores más empobrecidos en los cascos urbanos.

El actual gobierno naturalmente respondió de manera inmediata, por lo menos superficialmente, ante la catástrofe. Es cuestionable, sin embargo que la ayuda llegó primero a las ciudades grandes, dejando de último a las aldeas y poblados pequeños donde habita la población más pobre. El papel de los medios de comunicación es fundamental para mostrar la “buena cara” de las autoridades máximas del país.  Se ha prometido en consecuencia, infinidad de cosas a los damnificados, sobre todo la reconstrucción de sus viviendas. Evidentemente el gobierno no se da abasto para proporcionar toda la ayuda que se necesita para aliviar la situación de los más afectados. Parte de su plan para minimizar los costos de las reconstrucciones es comprar materiales de construcción a fábricas específicas, escogidas por la propia vicepresidenta Roxana Baldetti, quien se prestó entusiasmada para cotizar los precios del mercado. Obviamente se trata de un truco fácil para establecer vínculos comerciales favorables con los sectores de la burguesía dedicados a la producción de materiales de construcción, como el cemento.

Ahora bien, lo  que de hecho está llevando a cabo  de manera eficaz el gobierno, es el asunto propagandístico del papel del Ejército en las labores de rescate. Se pretende crear la imagen de que el Ejército es la única entidad del Estado capaz de responder efectivamente ante tales emergencias. Esto justifica de varias maneras el presupuesto exorbitante que se le está asignando a esta institución a partir de este nuevo mandato presidencial del exmilitar Otto Pérez Molina. ¿Que no son los bomberos quienes usualmente se dedican a rescatar a las personas?

Por otro lado, los capitalistas también pretenden ganar prestigio aprovechando la calamidad que afecta a la población afectada por el terremoto. Tal es el caso de la Corporación Castillo Hermanos, propietaria, entre muchos otros negocios, de la Cervecería Nacional, que no ha escatimado gastos en publicitar la ayuda que ha prestado en distribuir alimentos recaudados a través de su Fundación Castillo Córdoba. Es vergonzoso cómo entidades como el ejército y este grupo de la burguesía utilizan la tragedia del pueblo para lavar su cuestionable imagen.

Según la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, casi 3 millones y medio de personas fueron afectadas de una u otra manera por el terremoto, en 11 departamentos del país (Siglo 21 17/11/12). Resultaron destruidas 6, 722 casas y 11,680 tendrán que ser demolidas porque los daños sufridos las dejaron inhabitables. Miles de afectados y refugiados están hacinados en albergues, padeciendo de enfermedades causadas por el polvo, el frío y alimentos contaminados.

El 30 de noviembre Comisión Económica para América Latina, la Secretaría General de Planificación Económica, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo informaron al presidente Pérez Molina que la reconstrucción tendrá un costo de Q 1,657 millones, y que para finales de 2013 podrían concluirse las obras. El 16 de noviembre el Ministro de finanzas Pavel Centeno había anunciado que el gobierno podía reunir Q 1,000 millones con dinero no ejecutado de varios ministerios y préstamos que podían ser reorientados (Siglo 21 17/11/12), faltará encontrar el resto del dinero.

Aún no están claros los mecanismos que garantizarán la transparencia del millonario gasto de la reconstrucción. El Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) hace un llamado a las organizaciones campesinas, indígenas, sindicales y populares a conformar una comisión que fiscalice el gasto y exija firmemente al gobierno que rinda cuentas claras.

 

Por Camilo Salvadó*

 

Ya que el gobierno tiene la opinión,

justa a no dudar por ser militar,

de que nuestro pueblo es ignorante,

sería mejor para todos y más razonable,

que el gobierno militar

hiciera renunciar al pueblo

y en elecciones libre eligiera otro

Otto René Castillo (1964)

 

El presente artículo intenta responder a la cuestión planteada en el título: las reformas a la Constitución guatemalteca vigente, planteadas por el gobierno del Partido Patriota (PP) y de Otto Pérez Molina (OPM), ¿representan verdaderos cambios estructurales o meros reajustes en el sistema dominante?

Para ello, el artículo contiene cuatro apartados. El primero introduce de forma breve algunas definiciones operativas sobre el Estado y la Constitución. El segundo, esboza un retrato de las fuerzas políticas a lo interno del gobierno actual, para comprender quienes impulsan las reformas y con que objetivos. En la tercera parte se presenta un resumen de las reformas propuestas. En la cuarta parte y final se mencionan algunas coyunturas vinculadas a las reformas.

1. Estado y Constitución

Como primer punto, debe aclararse que el Estado no es un sujeto colectivo ni una fuerza política (como lo son, por ejemplo, un partido político, un movimiento social o un gobierno). El Estado no es el gobierno, ni es el conjunto de instituciones y leyes -incluyendo la Constitución- por medio de las cuales se gobierna. En otras palabras, el Estado no es un instrumento neutral que puede usarse para bien o para mal.

A finales del siglo XIX, Engels presentaba una definición bastante sombría del Estado, el cual sería “… la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables”. Por lo tanto, “a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril”, las clases dominantes crearon “un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del 'orden’. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado”.

Mucho más breve aunque bastante más densa resulta la definición de Gramsci, quien en las primeras décadas del siglo XX presentaba esta formulación: “Estado, en su definición integral = dictadura + hegemonía”. Lo que encierra esta formulación en su aparente simplicidad es que la existencia del Estado requiere por supuesto de la explotación y la represión en todas sus formas (dictadura), pero al mismo tiempo requiere de mecanismos que garanticen la aceptación activa o pasiva de la supuesta legitimidad del orden vigente (hegemonía).

En otros textos, Gramsci llama estadolatría o estatolatría a la confusión del Estado con “el gobierno de los funcionarios”. Se entiende que esta confusión no se limita al plano del análisis político pues tiene muchas implicaciones en la acción política concreta. La estadolatría es una posición ideológica que restringe la reflexión y la acción política solamente al gobierno, de modo que quedan fuera de la visión toda una serie de acciones y relaciones de poder, dominación, resistencia, represión, lucha, negociación, colaboración, entre otras.

En síntesis, el Estado sería una relación o conjunto complejo de relaciones que abarcan gobierno, población y territorios, pero también las diversas relaciones (ecológicas, productivas, simbólicas, políticas, entre otras) que existen entre dichos tres componentes. Se entiende que estas relaciones comprenden pero no se limitan al aparato de gobierno ni a las leyes. El Estado no está ubicado “aparte” o “por encima” de la sociedad; por el contrario, sociedad y Estado están ligados íntimamente: El Estado nace para controlar las luchas entre distintos grupos, pero también surge de dichas luchas y es al mismo tiempo un campo de nuevas luchas.

Entonces ¿De qué hablamos cuando hablamos del Estado-finca?. Se trata de un concepto que intenta reflejar una realidad histórica para el caso de Guatemala. El concepto de Estado-finca se refiere a un Estado construido históricamente por y para velar por los intereses de la oligarquía terrateniente (finqueros). Un Estado que desde su origen y hasta la fecha es gobernado como si fuese una finca, en la cual el finquero y sus capataces deciden sobre la tierra, territorios y recursos, sobre la vida y muerte de los trabajadores.

Si bien los orígenes más obvios del Estado-finca están en las dictaduras liberales de fines del siglo XIX, el Estado-finca tiene claramente sus primeras raíces en la construcción del orden colonial (s. XVI - XIX), y se va configurando a lo largo de los siglos XIX y XX, llegando hasta la fecha, en un entramado de relaciones económicas, socio políticas y simbólicas autoritarias, violentas, patriarcales, racistas, destructoras del ambiente y productoras de hambre y pobreza.

En ese orden de ideas, entendemos por Constitución la norma o ley escrita más alta dentro de un Estado. En otras palabras, una Constitución es el documento o documentos donde se fijan los “principios” y las “reglas del juego” que rigen la relación-Estado. Si bien en teoría, las constituciones pueden ser pactadas o impuestas, en la realidad concreta, todas son impuestas. Esto no excluye la existencia de pactos entre las élites políticas para definir el contenido del texto constitucional (como en el caso de la actual constitución de Guatemala).

Generalmente las constituciones son impuestas a la población por el gobierno, aunque en otros casos pueden ser impuestas al gobierno por una o varias fuerzas políticas. En otros casos, las constituciones pueden ser pactadas entre distintas fuerzas políticas (partidos, gobiernos regionales u otras). Por último, las constituciones también pueden surgir de revoluciones o ser aprobadas “por voluntad popular”, es decir por la sociedad o sus representantes directos, generalmente reunidos en asambleas.

Desde esa perspectiva la principal función de las constituciones es ser instrumentos de dominación que establecen por escrito, precisamente las reglas de dicha dominación en el plano político-institucional. Sin embargo, las constituciones también pueden verse, desde otro punto de vista igualmente válido, como instrumentos para fijar límites al poder estatal. Para el tema que nos ocupa -la propuesta de reformas constitucionales del Partido Patriota y Otto Pérez Molina- conviene tener en mente ambos puntos de vista.

2. El Gobierno de Otto Pérez Molina y el Partido Patriota.

Como se indicó, en este apartado se intenta esbozar un retrato de las fuerzas políticas que conviven -y en algunos casos se enfrentan- a lo interno del gobierno actual, a fin de comprender mejor que grupos impulsan las reformas constitucionales y que grupos las bloquean tanto dentro como fuera del gobierno, así como los intereses y motivaciones de ambos.

En primer lugar, debe quedar claro que a pesar de que el gobierno actual está formado en gran parte por militares y ex militares de la élite contrainsurgente, como el mismo presidente Pérez, no se trata de un dictadura militar (al menos no de una dictadura militar como la que marcó la segunda mitad del siglo XX en Guatemala). Utilizando los conceptos de Gramsci, podríamos decir que mientras dicha dictadura militar era “hegemonía acorazada de coerción”, en la actualidad, la coerción está recubierta de hegemonía (aunque ambas siguen existiendo).

Desde el punto de vista de sus acciones y discurso, el gobierno actual es decididamente neoliberal, toda vez que implementa y da continuidad a las políticas económicas de gobiernos anteriores con la misma ideología. Por otro lado, también podría definirse como un gobierno de centro-derecha, no por su ideología, sino por su conformación interna, en la cual coexisten grupos de derecha y ultra derecha (militares activos, ex militares y empresarios próximos al G-8), así como un pequeño grupo de funcionarios de centro izquierda.

Según análisis recientes, el gobierno actual está formado por al menos cuatro grupos: 1) Los “Operadores”, es el grupo más cercano al ejército y al presidente. Ocupan puestos en los temas de inteligencia y seguridad, algunos programas sociales y gestión de los Acuerdos de Paz. 2) Grupo “Baldetti”. La vicepresidenta no es necesariamente su líder, aunque sí su cabeza visible y su vocera. Se trata de empresarios y ex militares de línea más dura que los “Operadores”, posicionados en las municipalidades ganadas por el PP, el Congreso, algunos fondos sociales y casi todos los Ministerios, además de las múltiples dependencias de la vicepresidencia.

En cuanto a los otros dos grupos, estos serían: 3) Grupo “Empresarios”, funcionarios vinculados directamente con el G8 -las ocho familias oligarcas más ricas-, con las poderosas cámaras empresariales y con los los militares. 4) Grupo “Izquierda” el menos numeroso de los cuatro. Sus miembros provienen del movimiento social, de ONG's de derechos humanos y centros de investigación. Si bien están posicionados estratégicamente, no cuentan con cuotas de poder y decisión significativas. Sobre todo son utilizados por el gobierno en las negociaciones con fuerzas políticas como el movimiento campesino y el movimiento indígena.

En síntesis, el gobierno actual si bien maneja cierto populismo nacionalista de derecha, se aleja decididamente del discurso “social” utilizado por el también populista gobierno de la UNE (2008-2011), y utiliza un discurso abiertamente neoliberal, similar al de los gobiernos del PAN (1996-1999) y la GANA (2004-2007). En todo caso, es un gobierno que -al igual que los anteriores- le apuesta a la continuidad del sistema capitalista y a la profundización del modelo capitalista, en su fase neoliberal-extractiva.

Aún teniendo como uno de sus pilares centrales una política de seguridad de corte autoritario y contrainsurgente, la misma está dirigida sobre todo a brindar seguridad a la inversión privada y a la propiedad privada. El gobierno actual no es solamente de un “sirviente” de la oligarquía y las corporaciones, sino un “socio” en igualdad de condiciones, que también defiende sus propios intereses económicos y políticos. En otras palabras, no es solamente el “capataz” del Estado-finca, sino su “co dueño”.

3. El camino de las reformas

Como ya se indicó, la lógica interna de las reformas constitucionales propuestas por el presidente Pérez Molina, va en la línea de profundizar el sistema capitalista (vía competitividad, apertura a la inversión externa, proyectos e industrias extractivas), al mismo tiempo que asegura su propios intereses políticos y atiende los intereses económicos de sus socios actuales y potenciales (financistas, grupos empresariales, otros).

Sin embargo, está claro que las propuestas de reforma no provienen solamente del grupo que hemos denominado “Operadores”; por el contrario, en los textos se evidencian negociaciones entre los cuatro grupos que conforman en gobierno. Por ejemplo, en la sección de seguridad y justicia puede verse la influencia de los tres grupos de derecha, mientras en la sección fiscal (hoy desaparecida) se evidenciaban los intereses del grupo de “Izquierda”, preocupado por dotar al gobierno de fondos para cumplir al menos con algunas políticas sociales.

 

El producto de estas negociaciones internas fue el paquete original de 55 reformas anunciado a inicios del presente año, al cual se opusieron frontalmente grupos y fuerzas políticas muy diversos. Por ejemplo, los grupos campesinos e indígenas (Marcha Indígena y Campesina, 48 Cantones, Plataforma Agraria, entre muchos otros) se opusieron a las reformas con tendencia a la militarización de la seguridad, mientras los grupos empresariales se opusieron a los artículos referidos al tema fiscal, a los derechos de los pueblos indígenas o a la participación estatal en proyectos extractivos.

De ese modo, la propuesta original de 55 cambios a la Constitución presentada en marzo, se redujo a 49 y luego a 47 para el mes de junio, llegando a la propuesta final de 35 cambios entre agosto y septiembre. Como era de suponerse, la mayor parte de los cambios que se conservaron son en el tema de seguridad (21 de 35 artículos), mientras otros como la participación estatal de hasta un 40% en actividades extractivas desaparecieron por completo, y el terma de los derechos colectivos de los pueblos indígenas se van difuminando cada vez más.

Por ejemplo, la propuesta original declaraba los idiomas mayas como oficiales (al igual que el castellano), mientras la propuesta actual solo insinúa dicha posibilidad para casos particulares. Asimismo, si bien se mantienen algunos otros artículos referidos al tema, su redacción ha cambiado tanto y se ha tornado tan conservadora, que francamente daría lo mismo conservar intactos los paternalistas y folcloristas artículos de la Constitución vigente.

En el tema de justicia, si bien se otorga un mayor nivel de autonomía administrativa al Organismo Judicial, también se aumenta el poder e injerencia del presidente en el poder judicial. Por otro lado, el Tribunal Supremo Electoral queda sujeto a la Corte de Constitucionalidad y ésta al Organismo Judicial. En el tema de seguridad se conservaron los artículos referidos al papel del Ejército en la seguridad interna, su “fusión” con la Policía (en el mismo capítulo de la Constitución) y las prebendas para oficiales.

Aunque las reformas propuestas le apuestan al fortalecimiento del Estado, no lo hacen en los aspectos sociales como el acceso a salud, educación, alimentación o tierra, ni en la ampliación de los derechos humanos, sino únicamente en las funciones de seguridad (militarizada), impulso a la inversión privada y transparencia estatal en el manejo de fondos. Ene se sentido, el combate a la corrupción se enfoca solamente en el gobierno, como si este problema no tuviera también raíces en el sector privado.

Por otro lado, en la propuesta actual de reformas, los Acuerdos de Paz son ignorados o interpretados en clave conservadora -como el Acuerdo sobre Identidad y Derechos Indígenas, el Acuerdo sobre el papel del Ejército y el Acuerdo sobre Reformas Constitucionales-. La democracia y los derechos humanos no son ampliados sino restringidos, se continúa en la línea de fortalecer los derechos individuales, sin desarrollar los derechos colectivos. Por ejemplo, el derecho a la propiedad colectiva de la tierra, el territorio y recursos naturales o el derecho a la participación y a la consulta previa, libre e informada, son ignorados por completo.

Las reformas propuestas tampoco toman en cuenta el derecho a las formas propias de organización política y administración de justicia, mucho menos los temas agrario o ambiental. Ni siquiera se tomaron en cuenta las añejas promesas contenidas en la Constitución vigente desde 1985, como la emisión de una Ley de Aguas (art.127) y de una Ley sobre Derechos de los Pueblos Indígenas (art. 70). Por supuesto, tampoco se toman en cuenta los cambios requeridos por el Convenio 169 de la OIT (1989, ratificado por Guatemala en 1996) y por la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007).

Las reformas actuales dejan intactos los artículos referidos a la explotación del agua y otros bienes naturales, y ni siquiera se plantea resolver las contradicciones entre los artículos vigentes (arts. 121, 125, 126), contradicciones tan “bien” aprovechadas por las empresas mineras, petroleras y agroindustriales para saquear la naturaleza en beneficio propio. Por supuesto, las reformas ni siquiera contemplan el brindarle apoyo constitucional a la emisión de una Ley de Desarrollo Rural Integral o a un Código Agrario. En resumen, los 35 artículos que finalmente quedaron no representan verdaderos cambios estructurales, sino meros reajustes a la maquinaria del Estado-finca (especialmente en lo relativo a seguridad).

En conjunto, la propuesta actual de reformas fortalece el modelo económico dominante. Al darle prioridad al “Estado de derecho”, la seguridad y la inversión privada, en realidad se están poniendo en riesgo los derechos colectivos de los pueblos indígenas y campesinos -y de la población en general-, así como sus territorios y los bienes naturales o bienes comunes (agua, bosque, biodiversidad, entre otros).

4. Epílogo

Podría decirse que a lo largo del año, los grupos dominantes han representado una obra de teatro con el tema de las reformas constitucionales, solo que aún no está claro si se trata de una comedia o una tragedia. Si bien durante el primer semestre se da cierto nivel de pugna entre las élites económicas y el gobierno -sobre todo en relación a los artículos referidos a derechos de los pueblos indígenas y actividades extractivas-, al iniciarse el segundo semestre se dan reuniones y se emiten comunicados conciliadores de ambas partes.

A la altura de Septiembre se eliminan los artículos que molestaban a las élites económicas y las reformas siguen su camino. Llegado ese momento, el sector privado ya no siguió oponiéndose a las reformas, toda vez que las última versión de las mismas se concentraba solamente en el tema de seguridad. Sin embargo, precisamente por eso, las organizaciones sociales, en especial aunque no únicamente, las organizaciones indígenas y campesinas, continuaron con su oposición.

A inicios del mes de Octubre, el Consejo de los 48 Cantones de Totonicapán realiza la toma pacífica de una carretera como medida de protesta ante varios problemas que afectan a la población, entre ellos los cobros excesivos del servicio eléctrico, los ensayos de privatización de la educación y la propuesta de reformas constitucionales. El Consejo de los 48 Cantones de Totonicapán es un verdadero gobierno autónomo maya k'iche', que sin embargo no es reconocido por el Estado ni por la Constitución guatemalteca.

El día 4 de Octubre, mientras en la Ciudad de Guatemala, el presidente hacía esperar a los líderes muchas horas sin recibirlos, los manifestantes en Totonicapán fueron atacados por el Ejército, con un saldo de nueve muertos y varias decenas de heridos.

Si bien se dieron numerosas posiciones en contra y a favor de los 48 Cantones, así como en contra y a favor de la actuación represiva del gobierno, los análisis se centraron en los hechos de ese día, y pocos recordaron que entre las causas de la protesta estaban precisamente las reformas constitucionales. De hecho, la represión que se vivió en Totonicapán la tarde del 4 de Octubre es una muestra clara de lo que le espera a Guatemala si las reformas son aprobadas (defensa de las inversiones privadas, militarización de la seguridad).

A mediados del mismo mes un terremoto sacude el Altiplano de Guatemala, provocando daños serios en muchos lugares, especialmente en los departamentos de San Marcos, Sololá y Totonicapán. Como en otras ocasiones, el desastre fue rápidamente utilizado por el sector privado para obtener ganancias disfrazadas de caridad y solidaridad, y por el gobierno para emprender negocios con la reconstrucción, pero no la reconstrucción de los lugares dañados por el terremoto, sino la reconstrucción de su imagen, sumamente desgastada por la masacre de Totonicapán.

Por último, en el mes de Noviembre, el gobierno anuncia que suspenderá las reformas para enfocarse en la reconstrucción de San Marcos y Sololá. Esta maniobra fue interpretada por varios analistas como una salida elegante para evitar una derrota en el tema de las reformas. Sin embargo, el tema no fue olvidado sino postergado por el gobierno, posiblemente para replantearlo durante el año entrante.

Un tema que ha ocupado el debate en los medios de comunicación social las últimas semanas ha sido el de la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural Integral, tema por el cual vienen luchando las organizaciones indígenas y campesinas desde hace por lo menos doce años. Como era de esperarse, el CACIF, la CAMCG y la CAMAGRO vuelven a oponerse, atemorizados ante el supuesto “peligro” de una reforma agraria.

Por el momento, una reforma agraria solo puede tomar cuerpo en las peores pesadillas de la oligarquía y los grupos corporativos, pero no en la realidad concreta. De nada han servido las constantes aclaraciones del gobierno al respecto, ni sus hermosas frases en defensa de la propiedad privada y el Estado de derecho. Una vez más la correlación de fuerzas demuestra quien gobierna realmente el Estado-finca, y parece casi imposible que la Ley de Desarrollo Rural Integral sea aprobada.

Al igual que un mes antes contra la población de Totonicapán, los gritos de “terroristas!!” “comunistas!!” no se hicieron esperar, y las cámaras empresariales denunciaron en los medios de comunicación social las “posiciones retrógradas” de las organizaciones campesinas e indígenas, sin darse cuenta de lo retrógrada, reaccionaria, racista y fascista de su propia posición.

 

Al mismo tiempo -por si no quedó suficientemente claro quien manda en el Estado-finca- parece cosa segura la aprobación de las reformas a la Ley de Minería, las cuales solo se refieren a procedimientos administrativos que facilitan las cosas a las empresas mineras, pero no incluyen ni por asomo el tema de las consultas (o al menos reparaciones) a las comunidades afectadas por la extracción. Tampoco se incluyen reformas referidas a la protección del ambiente, por lo que las mineras siguen teniendo permiso para explotar y envenenar enormes cantidades de agua, además de contaminar el suelo, subsuelo y el aire.

En resumen, un panorama desolador para los pueblos y organizaciones en lucha. Y sin embargo, la lucha sigue. Día con día las comunidades y organizaciones en resistencia siguen demostrando que la democracia no es propiedad privada ni le pertenece solamente al gobierno. Día con día organizaciones y comunidades siguen defendiendo los territorios, los bienes naturales y la vida. Sin importar lo que digan los voceros del gobierno y las empresas, la defensa de la vida no es un crimen ni es terrorismo.

 

* Equipo PICTA, AVANCSO.


Por Armando Tezucun

El pasado 23 de octubre, 19 días después de la masacre de comunitarios indígenas en la Cumbre de Alaska, se dieron marchas multitudinarias simultáneas en varias localidades del país. El evento se denominó Marcha por la Dignidad del Pueblo de Totonicapán y se desarrolló en Totonicapán, Sololá, Huehuetenango, Quiché, Cobán, Alta Verapaz, Chimaltenango, Retalhuleu, Quetzaltenango y en la capital. Según datos de la prensa burguesa, un poco más de treinta y tres mil personas participaron en las protestas.

Lo que las marchas reclamaron

Las demandas planteadas fueron las mismas que las del 4 de octubre: rechazo al incremento al precio de la energía eléctrica, la derogación del acuerdo del Ministerio de Educación que reforma la carrera de magisterio y el rechazo a las propuesta de reformas a la Constitución presentada por el gobierno. A estas exigencias básicas, en cada localidad se unieron otras: en primer lugar el reclamo de justicia por la muerte de al menos 6 compañeros a manos del ejército el 4 de octubre, hasta dar con los autores intelectuales; la destitución de los ministros de defensa, gobernación y educación; que el gobierno deje sin efecto las licencias mineras e hidroeléctricas otorgadas en el país; el cese a la persecución contra líderes populares y liberación de los que fueron capturados durante el estado de sitio en Santa Cruz Barillas; el cese de los megaproyectos en Quiché de la politización de los programas sociales y de la asignación de plazas magisteriales, etc.

Las marchas fueron pacíficas al finalizar la de Totonicapán se instaló la Asamblea del Gran Consejo de Pueblos, en la cual se emitió una resolución que quedó en el Libro de Actas de la Asociación de los 48 Cantones.

Inicia el diálogo con el gobierno

El día siguiente una delegación de los 48 Cantones se reunió con el presidente Pérez Molina para ventilar una solución a las demandas planteadas. Los compañeros también demandaron un resarcimiento a las familias de las víctimas mortales de la masacre del 4 de octubre. En la reunión estuvieron presentes también representantes de ministerios e instituciones estatales a quienes compete la resolución de las peticiones.

En el encuentro se estableció un cronograma que incluye: el 25 el presidente se reuniría con el alcalde de Totonicapán; el 29 se entregaría a la Asamblea de los 48 Cantones el proyecto de reforma magisterial para que lo conozca y miembros de la Comisión de Reformas Constitucionales viajarían para explicar a la Asamblea el contenido de la propuesta del gobierno; el 21 de noviembre el Pérez Molina viajaría a Totonicapán.

Ya sabemos que los procesos de diálogo que establece el gobierno en gran medida son procesos dilatorios para dar largas a problemas que no tienen la voluntad de resolver. La presidenta de los 48 Cantones, Juana Tacam afirmó después de la reunión: “Creo que va a haber plazos cortos y medianos. Se han establecido fechas para evaluar compromisos que se hicieron hoy…Creemos todavía en las autoridades, y esperamos que el compromiso que se asumió haya sido con toda la responsabilidad del caso” (Prensa Libre 25/10/12).

La carta de los líderes de Totonicapán al presidente

El 29 de octubre, como estaba programado, viajó a Totonicapán la delegación del gobierno que daría a conocer la propuesta de reformas a la constitución. El resultado fue que los compañeros líderes de los 48 Cantones reiteraron su rechazo al proyecto. Juana Tacam aseguró que esa cita “no es el inicio de un proceso de diálogo” (Prensa Libre 30/10/12).

Los compañeros enviaron una carta pública al presidente, en la que reiteran sus demandas. Sobre las reformas a la constitución sostienen: “…en ningún momento hemos aceptado dichas reformas, tampoco estamos emitiendo opinión sobre dichas reformas, así mismo, tampoco la información que se nos comunicó constituye ningún proceso de consulta de buena fe con la asamblea de los alcaldes comunales y la Junta Directiva de Alcaldes Comunales de los 48 Cantones de Totonicapán…esas reformas no son las que el Estado necesita, además usted con ellas pretende consolidar el poder hegemónico de un pequeño grupo de personas sobre el resto de la población, razón por la cual, reiteramos el rechazo de las mismas…”.

Ante la aparición el 27 de octubre, del cuerpo de Domingo Puac, desaparecido desde los sucesos del 4 de octubre, la carta dice: “…en tanto no se aclare las causas y autores de su muerte no es posible que nos encontremos en una negociación si el Estado que usted representa no es leal…”. (Carta de la Junta Directiva de Alcaldes Comunales y Consejo de Alcaldes de los 48 Cantones de Totonicapán al presidente de la República de Guatemala. 29/1012).

Hasta la fecha los avances en los acuerdos han sido pocos. El Fondo Nacional Para la Paz inició la construcción de 40 casas prefabricadas para los familiares de los compañeros muertos o heridos en los sucesos del 4 de octubre. El cobro del servicio de alumbrado público es competencia de las alcaldías, por lo que la Comisión Nacional de Energía Eléctrica inició una negociación con la Asociación Nacional de Municipalidades para encontrar una modalidad de cobro con la que los pobladores no se vean tan afectados; la solución de este problema tomará un buen tiempo. El gobierno sigue empecinado en no dar marcha atrás en la reforma a la carrera magisterial, y además aún no ha enviado el proyecto a los dirigentes de Totonicapán para que lo conozcan.

Como ya es costumbre del gobierno, su intención en este proceso de diálogo es, primero, parar las movilizaciones con falsas promesas, para en segundo lugar desgastar y cansar a los compañeros para que desistan de sus demandas. Seguramente Pérez Molina tomará la tragedia que sufre el pueblo guatemalteco con el terremoto del 7 de noviembre como pretexto para retrasar más una solución al diálogo.

¿Hacia una nueva etapa en las luchas?

La pobreza generalizada y las enormes carencias existentes en el campo guatemalteco son el motor que impulsa a los campesinos indígenas a protestar y manifestarse año tras año, sin que los sucesivos gobiernos de la burguesía tengan la menor intención de solucionar esta compleja problemática.

La represión del 4 de octubre, según indica el curso de los acontecimientos, perece marcar el inicio de una nueva fase en la lucha de las masas campesinas, indígenas y populares. Esta nueva fase tendría las siguientes características:

1. Las movilizaciones se realizan por demandas de amplio contenido democrático. Disminución del precio de la energía eléctrica, rechazo al cambio que pretende hacer el gobierno en la carrera de magisterio, rechazo a la propuesta gubernamental de cambios a ciertos artículos de la Constitución de la República, aprobación de la Ley de Desarrollo Rural, el rechazo de las comunidades a las actividades de empresas mineras e hidroeléctricas, el cese de la criminalización de las luchas populares y la persecución contra los líderes, el reconocimiento de derechos de las poblaciones indígenas y el rechazo a la creciente militarización de las tareas de seguridad por parte del gobierno, entre otras.

2.  Las movilizaciones tienen un marcado carácter indígena y rural. En efecto, los principales protagonistas de estas luchas son sectores de la pequeña burguesía empobrecida, que habita los poblados del interior del país y zonas semirurales o rurales, pertenecientes en su mayor parte a organizaciones indígenas: pequeños campesinos, pequeños comerciantes, estudiantes de nivel medio, trabajadores por cuenta propia, etc. Los acuerdos logrados por el gobierno con sectores importantes de los trabajadores estatales urbanos (maestros y trabajadores de la salud), trasladaría el escenario de las luchas de la capital y las principales zonas urbanas, al interior y a las zonas rurales. En este panorama, continúan ausentes los sectores más importantes de los asalariados: obreros fabriles, de la construcción, de maquilas, asalariados rurales de las plantaciones de azúcar, café, etc. El enorme desempleo existente en el país ejerce una fuerte influencia para que los trabajadores asalariados tengan muy poca capacidad de presión y negociación ante sus patronos. Es notoria la incorporación a las luchas de los estudiantes de magisterio, tanto en la capital como en el interior, al punto que su demanda ha sido adoptada por otros grupos sociales en lucha.

3. Las diferentes organizaciones y sectores se solidarizan y hacen suyas las diversas demandas. Este hecho se nota en especial en la demanda de que el gobierno dé marcha atrás en su empecinamiento de transformar la carrera de magisterio, pues organizaciones diversas de campesinos, indígenas, maestros, trabajadores de salud y estudiantes universitarios la han hecho suya. Luego del 4 de octubre, todos los grupos y sectores han levantado de demanda de justicia, exigiendo la renuncia de los ministros de defensa y de gobernación y que las investigaciones del MP alcancen a los últimos culpables en la cadena de mando. También el rechazo a las actividades mineras e  hidroeléctricas y al reforzamiento del papel del ejército es generalizado.

Debemos seguir con detenimiento el desarrollo de las luchas que se están dando, para verificar si esta apreciación es correcta. Por el momento, los compañeros y compañeras de los 48 Cantones y el resto de organizaciones campesinas e indígenas que les apoyan no deben confiar en el gobierno, su intención es parar las movilizaciones y prolongar hasta el cansancio las negociaciones. Llamamos a los compañeros a prepararse para nuevas acciones, para obligar al gobierno a ceder a las demandas.

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