El general Vicente Filísola entra con sus tropas a Guatemala

 

Por Oliverio Mejía

El 24 de febrero de 1821 era proclamado por el Congreso Constituyente mexicano Agustín Iturbide I soberano del Primer Imperio de México, teniendo como programa el denominado Plan de Iguala. Esto después de la derrota de las tropas realistas por los ejércitos mexicanos, previa recomposición de las fuerzas independentistas, por la hegemonía momentánea alcanzada por el bando criollo conservador.

El llamado Plan de Iguala era un acuerdo que aglutinaba a criollos españolistas y algunos peninsulares. Este se denomina de las tres garantías, lo cual consistía en: a) establecer la independencia de México; b) afirmar la religión católica como única; c) y la forma monárquica-constitucional como gobierno. Esto tenía la intención, de buscar la unidad nacional o en otras palabras de las clases sociales, bajo la égida del ala criolla de la élite mexicana.

El Plan de Iguala fue desarrollado en el Tratado de Córdoba, y en éste se estipula que el trono del naciente imperio mexicano iba ser entregado a Fernando VII, monarca español, o a alguien de la familia de los Borbones. Pero las Cortes Españolas, al no reconocer la independencia mexicana, se niegan a ocupar el trono mexicano; lo cual le permite a los iturbidistas (una de las fracciones en pugna) imponerse.

El imperio mexicano duró poco, Iturbide obviando un hecho acordado en las tres garantías,  el establecimiento de una monarquía constitucional, desconoce el Congreso, lo cual provoca un levantamiento militar dirigido por Antonio López de Santa Ana, antiguo aliado de Iturbide. Santa Ana  convoca el Plan de Casa Mata y pese a que Iturbide restituye el Congreso, el movimiento  no se detiene, hasta derrocar al emperador y establecer la república.

La primera Independencia de Centroamérica

Después que los criollos se deciden a firmar el acta de independencia el 15 de septiembre de 1821, a partir de los acuerdos entre el ala de los Ayicenena, la de Pedro Molina y la de José Cecilio del Valle, el Ayuntamiento y la Diputación de Guatemala (institución creada con la Constitución de Cádiz) la proclaman. Además, se insta a convocar un congreso constituyente, que se pospone por la anexión a México.

Las clases dominantes guatemaltecas fueron postergando la firma de la independencia por diversos motivos, entre ellos esperando el empalme de los intereses e ideologías compartidas, sobre todo de los Ayicenena con Iturbide. Sin embargo, hubo otros que mencionaremos más abajo.

El entonces presidente de la Real Audiencia, Gabino Gaínza por su parte, había ido permitiendo,   desde que asumió la presidencia de esta en 1818, que los hermanos Ayicenena controlaran ya no solo el Ayuntamiento y la recién creada Diputación, sino la misma Audiencia Esto por supuesto,  debido al declive del Imperio Español, cuyas autoridades controlaron la Audiencia y la Capitanía General durante trescientos años. Pero es a partir de la alianza de los Ayicenena con Pedro Molina y sus aliados Francisco Barundia y otros, que publicaban el Editor Constitucional, que lograron este cometido. Así, los criollos guatemaltecos, asumen la dirección de una institución que había sido la pieza clave del control colonial peninsular.

Esta fue una metamorfosis indolora, a diferencia de la Nueva España y otros dominios virreinales en el sur, donde hubo guerras de independencia, asumiendo programas anti-aristocráticos Así, el último presidente de la audiencia, Gaínza, fue el primer presidente de la república, al mando de la Junta Provisional Consultiva.

Otros motivos para posponer la independencia, fue porque en este escenario de declive del imperio Español, pese a que no hubo como dijimos guerras, el territorio del reino no estuvo excepto de insurrecciones. Entre ellas las de San Salvador en 1811 y 1814, la de Granada en 1811, la conjura del Convento de Belén en 1813, las presiones de los vecinos mulatos y mestizos de la ciudad capital y el levantamiento de Totonicapán dirigido por Atanasio Tzul.

Sobre esta última, cabe mencionar que, si bien no proclamaba abiertamente la independencia, pretendió impugnar el dominio criollo en materia de cobros abusivos de tributos; estos fueron eliminados por las Cortes de Cádiz en 1811, restablecidos en 1813 con el regreso del absolutismo de Fernando VII y nuevamente suprimidos, tras la revolución liberal en 1820 y el inicio del trienio liberal en la antigua metrópoli. Este levantamiento, al mando del capitán Riego, también entorpeció los planes de la monarquía para mandar refuerzos militares contra los independentistas americanos.

A esto se agrega las profundas discrepancias en la base económica del reino. Siendo los enconos provinciales contra el monopolio que los comerciantes guatemaltecos tenían en el intercambio con España, a partir del Consulado de Comercio. Con el desmoronamiento imperial, fueron los ayuntamientos en todo el orbe indiano quienes asumieron, primero la defensa del trono español con la invasión francesa en 1808, después proclamando la autonomía y por último, la abierta independencia.

En el reino, las instituciones centrales nunca lograron un total control y los ayuntamientos, sede del poder criollo local, fueron asumiendo el protagonismo de estos eventos. Siendo las disputas de los productores de añil y carne entre otros de las provincias, un elemento que influyó en la dirección del proceso. Esta situación, influyó en la forma en que se proclamó la independencia, pues al conocer la decisión de Guatemala, los distintos ayuntamientos y diputaciones provinciales se sumaron, pero en algunos casos sin reconocer a esta.

Los comerciantes guatemaltecos habían logrado establecer redes clientelares en distintas ciudades, que al proclamar la independencia estos se sumaron rápidamente, tales como Granada, Masaya, Matagalpa, Tegucigalpa, Gracias, Llanos de Santa Rosa, Heredia, San José, Totonicapán, Santa Ana o San Miguel. Pero hubo otros como San Salvador, que si bien sus elites tenían vínculos, no estaban exentos de conflictos, Quetzaltenango buscando convertirse en una provincia propia,  Los Altos;  el caso de Ciudad Real al asumir un derrotero separatista u otras como Comayagua, Cartago o León que no comulgaban con Guatemala. De hecho, hubo conflictos militares, especialmente con Comayagua que pretendió dominar los puertos de Omoa y Trujillo; pero Guatemala y San Salvador aplastaron el intento de la primera.

Anexión a México bajo presencia de tropas

Esta se concretó el 3 de enero de 1822. Estuvo precedida por el chantaje de los enviados de Iturbide primero y la presión militar, que significó el ingreso de tropas mexicanas al mando de Vicente Filísola. La fracción de los Ayicenena, si bien comulgaba con la anexión, negociaba sus intereses con los enviados mexicanos, ademas tenia la presión de convocar el Congreso Constituyente; por tanto, instó a sus aliados provinciales a que realizaran procesos de consulta, muchos de los cuales fueron simulaciones acompañadas de toques de queda en Guatemala y de rupturas con aliados como Molina y Barundia.

Sin embargo, lo que estaba de fondo según el historiador mexicano Mario Vázquez Olvera, fue que las elites locales, tenían un fuerte sentimiento monárquico, y si bien hubo ayuntamientos y diputaciones que se sumaron (algunas esperando un mejor momento para un independencia total) su mensaje expresaba mas  un sentido anti-guatemalteco que pro-mexicano. Iturbide lo sabía y presionó con eso, al grado que usó el hecho de que Chiapas y Ciudad Real habían manifestado ya intenciones de anexión, al igual que Quetzaltenango en su búsqueda de autonomía provincial y presionar así a Guatemala.

Al final las tropas mexicanas ingresan a territorio centroamericano, suplantando a Gaínza como gobernante e imponiéndose Filísola, como tal.  La única provincia que se rebeló a esta traición fue San Salvador, convirtiéndose en el centro de los opositores a la anexión. Ante eso Filísola envío un contingente militar que derrotó a los salvadoreños A estos se suma que varios ayuntamientos juraban lealtad a México mas no a Guatemala, generándose conflictos con esta y entre estos.

Sin embargo, las dificultades económicas para la manutención de las tropas y los eventos mexicanos con la revolución de Casa Mata. Mas la fragmentación política y territorial, hay que anotar que las intendencias -otra de las figuras del andamiaje administrativo colonial establecido con las reformas borbónicas de mediados del siglo XVIII- tuvieron un papel nulo; obligó a Filísola a convocar un Congreso Constituyente, con las representaciones de las provincias.

La retirada del general Filísola

Filísola y sus tropas se retiraron a México el 25 de junio de 1823. Dias después el congreso constituyente centroamericano, que fue convocado y organzado por el propio Filosola, proclamó el 1 de julio de 1823 la total independencia de México, España u otra potencia. Chiapas mantuvo un año de autonomía y hasta acarició la idea de establecer una república del sur-oeste junto a otros estados mexicanos limítrofes, pero después de un año y medio, se conformó como una entidad federal más del vecino país.

Estos eventos son importantes porque evidencian cómo para la élite mexicana de ese momento, el control de la región hasta la frontera con Panamá y la disputa por territorios en  el sur con Nueva Granada, era fundamental para su seguridad nacional, ante las pugnas con otras potencias. El sueño iturbidista era un imperio, que sumara además de nuestros países, las colonias españolas en el Caribe y Filipinas.

Para Centroamérica una realidad de centurias, al ser un istmo, potencias imperialistas como Estados Unidos, Europa y hoy China; y los vecinos más organizados de México y Colombia con sus burguesías, han disputado la influencia en la región.


Por Melchor Benavente

Las convulsas décadas de los años 20 y 30 del siglo XX permitió la creación de varios partidos comunistas en Centroamérica.  La primera camada surgió en la década de los años 20. En 1922 se fundó el Partido Comunista de Guatemala (PCG), el cual todavía en 1924 no era reconocido por la Internacional Comunista. En 1925, el salvadoreño Agustin Farabundo Martí y otros connotados dirigentes, fundaron el Partido Comunista de Centroamérica (PCCA). No hubo representantes de Nicaragua y Costa Rica ante el PCCA. Ese mismo año se formó el Partido Laborista, que posteriormente se convirtió en Partido Comunista de Panamá (PCP). En 1928 fue fundado el primer Partido Comunista de Honduras (PCH) por Manuel Cálix.

La segunda camada surgió en la década de los años 30. El Partido Comunista Salvadoreño (PCS) fue fundado en 1930. Al año siguiente fue fundado el Partido Comunista de Costa Rica (PCCR). Y el más tardío de todos fue el Partido Socialista Nicaragüense (PSN), fundado en 1944.

Las primeras organizaciones sindicales

El periodo entre la finalización de la primera y segunda guerra mundial fue de gran inestabilidad económica y política.

Igual al resto de Centroamérica, en la primera mitad del siglo XX la economía de Costa Rica estaba basada en los enclaves de las compañías transnacionales bananeras y mineras, que crearon una pequeña clase obrera que rápidamente se organizó en sindicatos. La crisis económica obligaba a los trabajadores a librar constantes pequeñas luchas reivindicativas de todos los gremios, pero también se produjeron algunas huelgas generales.

Las primeras federaciones obreras surgieron en 1905. En 1913 se fundó la Confederación General de Trabajadores (CGT), la principal central sindical de ese momento.

En 1919, la dictadura militar de militar de Federico Tinoco fue finalmente derrocada por una huelga general, que mezcló reivindicaciones obreras con planteamientos políticos. En febrero de 1920 una huelga general de empleados públicos logró imponer una jornada laboral de 8 horas y aumento de salarios del 20% Las huelgas parciales se extendieron a otros gremios y  en diciembre de 1920 se legalizó la jornada de trabajo de 8 horas para los jornaleros, artesanos, trabajadores de fincas y empresas similares, y de 10 horas para los empleados de comercio

En 1921 la Federación de Trabajadores de Limón declaró la huelga general contra la United Fruit Company (UFTCO), demandando suspensión de despidos y aumento de salarios. La huelga duró dos meses, hasta que en febrero estalló una guerra con Panamá, por la delimitación de fronteras, y los dirigentes sindicales llamaron a defender su patria contra la agresión panameña.

Después de la caída de la dictadura de Tinoco, se registraron 5 levantamientos militares (1923, 1926, 1930, 1931, 1932).

Entre 1923 y 1928 adquirió forma la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT). En 1928, se constituyó la Unión General de Trabajadores (UGT), con sindicatos y organizaciones de trabajadores que fueron la base social del futuro Partido Comunista de Costa Rica, que fundaría en 1931.

Primeros intentos de construir partidos obreros o socialistas

En 1886 se fundó el Partido de Obreros y Artesanos. En 1893 se fundó el Partido Independiente Demócrata (PID), encabezado por Félix Arcadio Montero, un liberal jacobino que mezclaba concepciones populistas con un discurso a favor de los trabajadores. El PID planteó por primera vez en Costa Rica la necesidad de que los trabajadores tuviesen su propia representación parlamentaria.

En 1912 se fundó el Centro de Estudios Sociales Germinal, fundado por los intelectuales Joaquín García Monge, Omar Dengo, Carmen Lyra y José María Zeledón, con una orientación socialista y anarquista, impulsó en 1913 la primera celebración del 1 de mayo. En 1913 se fundaron pequeños partidos obreros locales en Limón y Grecia, los cuales desaparecieron rápidamente.

En 1919, el Dr. Aniceto Montero, el primer gran marxista costarricense, fundó el Centro Socialista, que propugnaba la necesidad de construir un Partido Socialista y en los hechos actuaba como tal, aunque en la práctica su política era de luchar por reivindicaciones mínimas: control de precios, prestamos no usureros, etc.

El Partido Reformista

Jorge Volio (1882-1955) fue una personalidad realmente controversial. En 1910, todavía siendo cura, se marchó a Nicaragua a combatir la intervención norteamericana, donde recibió el titulo de “general”. Después de su regreso, en 1919 participó activamente en el derrocamiento de la dictadura de Tinoco. En 1922 ocupo un curul por el Partido Regionalista Independiente (PRI) de San Ramón.

En 1923, Volio fundó el Partido Reformista, apoyándose en la mayor parte de sindicatos de la CGT, que terminó disolviéndose. El PR no llego a constituirse como un partido laborista, aunque se apoyó en los sindicatos de la época. Una parte minoritaria de los sindicatos de la CGT creó la Federación Obrera Costarricense, la que se afilió a la Confederación de Obreros de Centroamérica (COCA), que funcionaba desde 1921.En 1923 la sede de la COCA se trasladó de El Salvador a Costa Rica.

El programa del Partido Reformista propugnaba por una ley de accidentes de trabajo, mejorar la higiene y la salud pública, vivienda popular, el fomento de las sociedades cooperativas, reforma penitenciaria, ley de reforma agraria, reforma Tributaria, Ley de escalafón, control de las compañías extranjeras, nacionalización del suelo y el subsuelo, convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, profundización de la democracia por medio de plebiscitos y mayor autonomía municipal.

A pesar que el Partido Reformista tenía apoyo y base social en los sindicatos, su programa político no era socialista, era sencillamente un programa democrático burgués, nacionalista, inspirado en parte en la famosa Encíclica Rerum Novarum del papa Leon XIII, que era una repuesta de la Iglesia Católica al crecimiento de las corrientes socialistas en el movimiento obrero mundial.

En las elecciones de 1923, Volio fue el candidato presidencial del Partido Reformista, obteniendo 15.000 votos, mientras el Partido Republicano Nacional (PRN) contó con 30.000 votos y el Partido Agrícola (PA) con 26.000 votos. Debido a que ninguno de los candidatos obtuvo mayoría, correspondió al Congreso elegir al presidente. Los 5 diputados del PR apoyaron la elección de Ricardo Jimenez Oreamuno, candidato del PRN, a cambio de elegir a Jorge Volio como designado presidencial (vicepresidente), y los ministerios de Educación y Fomento.

El PR surgió como una alternativa independiente, apoyada en los trabajadores y las masas populares, contra la oligarquía, pero rápidamente negocio con ella. Lo mismo ocurrió en las elecciones de 1928 y 1932, al no obtener la mayoría necesaria los postulantes, los diputados del PR apoyaron la elección de Cleto González Víquez y Manuel Castro Quesada, respectivamente.

En una década, en tres procesos electorales, el PR estaba actuando de manera contraria a los postulados de su fundación.

Surgimiento y desaparición de otras agrupaciones

También surgió en la ciudad de México, en 1927, el Partido de la Unión de Centro y Sur América y las Antillas, sin mayor trascendencia al interior de Costa Rica.

En agosto de ese mismo año, en El Salvador, surgió el partido “Joven Centroamérica” que llamaba a los pueblos de la región a luchar contra el imperialismo que intervenía militarmente en Nicaragua, y contra la presencia norteamericana en Panamá.

La Liga Cívica y el aprismo

Ante la frustración provocada por el agotamiento del PR, en 1928 un grupo de intelectuales creo la Liga Cívica con una orientación nacionalista, ante los desmandes de las transnacionales en territorio costarricense, especialmente contra el monopolio bananero y de la industria eléctrica.

La Liga Cívica se inspiró en el programa antimperialista y latinoamericanista de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fundado en 1924, en México, por el peruano Raul Haya de la Torre. El grupo Germinal, de Carmen Lyra, participó activamente en la Liga Cívica y en la creación de una sección costarricense del aprismo. En 1928 Raul haya de la Torre impartió varias conferencias en Costa Rica.

Surge el PAOCI

El vacío que estaba dejando el agotamiento del PR, posibilitó el surgimiento de nuevos grupos políticos. Así en 1929 surgió el Partido Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales (PAOCI) con el objetivo de participar en las elecciones legislativas de medio periodo al año siguiente, con el mismo programa de reivindicaciones nacionalistas y democráticas. En relación a Centroamérica, planteaba aduana libre en la región y un sistema de arbitraje para resolver los conflictos entre los Estados. Su principal dirigente fue Joaquín García Monge. Algunos de sus miembros provenían de la Liga Cívica y de la sección costarricense del aprismo.

La fundación del PCCR

El PR y el PAOCI, a pesar de haber obtenido algunos diputados, en el fondo habían fracasado en su objetivo de consolidar un partido independiente de masas.

En diciembre de 1927 un pequeño grupo de artesanos e intelectuales público un manifiesto en nombre del “partido comunista”. En ese grupo participaban Carlos Marín Obando y Gonzalo Montero Berry. En 1929, bajo la influencia del exilado cubano Jorge Vivó se constituyó en Limón otro grupo comunista que editaba el periódico Lucha.

En febrero de 1929, el dirigente sindical Gonzalo Montero Berry, creó la  Asociación por la Universidad Popular con el fin de revivir la desaparecida Universidad Popular, que en 1926 había dirigido Joaquín García Monge. Esta organización se convirtió en la Asociación Revolucionaria de Cultura (A.R.C.O.), a la que se incorporaron Manuel Mora Valverde, Jaime Cerdas Mora y Ricardo Coto Conde, quienes editaban el periódico “Revolución”, y organizaban jornadas antimperialistas, desde la Asociación de Estudiantes de Derecho. El grupo que editaba Lucha estableció relaciones con ARCO.

El 5 de agosto de 1930, el diario La Tribuna, informaba que la Unión General de Trabajadores (UGT) se había adherido a la Internacional Sindical Roja con sede en Moscú, lo que patentizaba las simpatías de una parte de los sindicatos costarricenses por la revolución bolchevique. El fracaso del PR y el PAOCI, por un lado, y la existencia de la UGT, por el otro, crearon las condiciones para el nacimiento del PCCR.

En febrero de 1931, la UGT encabezó luchas contra gobierno de Cleto González Víquez. El 16 de junio de 1931 fue fundado Partido Comunista de Costa Rica (PCCR). En realidad, no hubo congreso de fundación, ni elección ni participación de delegados. Fue una proclamación sencilla donde se reunió por primera vez lo que se denominó el “Comité Ejecutivo Provisional” de PCCR, compuesto por joven abogado Manuel Mora Valverde, quien fue nombrado Secretario General, los otros miembros fueron: Luis Carballo Corrales, Ricardo Coto Conde, Jaime Cerdas Mora, Alfredo Valerín Acevedo, José Barquero y Anselmo Soto. Todos eran intelectuales de clase media. Los únicos dirigentes obreros eran: Carlos Marín Obando, afilador de tijeras en un taller y a domicilio, Gonzalo Montero Berry era ebanista y carpintero, y Efrain Jimenez Guerrero era zapatero.

El programa mínimo del PCCR

Cuando se fundó el PCCR, el stalinismo había logrado establecer su control burocrático no solo dentro de la URSS, expulsando a Leon Trotsky en enero de 1929, sino tambien extendiendo su control sobre la Internacional Comunista. Por eso, a pesar de denominarse “comunista”, el programa mínimo del PCCR retomó la vieja concepción socialdemócrata de dividir el programa en dos: programa minino y programa máximo.

El preámbulo del programa mínimo del PCCR fue escrito en lenguaje sencillo, pero resumía magistralmente su concepción de la revolución por etapas, primero la revolución democrática y después la revolución socialista, estableciendo una artificial separación entre ambos procesos. Además, primero debía triunfar la revolución en los países imperialistas, y hasta entonces debía procederse a la revolución social en Costa rica, con el objetivo de evitar intervenciones imperialistas.

La teoría marxista, en el sentido que la revolución proletaria debía realizarse en las metrópolis imperialistas, como precondición material para la consolidación del socialismo como sistema económico mundial, fue distorsionada y colocada a la inversa, patas para arriba, para justificar la imposibilidad de un país semicolonial para realizar la revolución socialista. Era la resurrección de la vieja discusión entre los primeros círculos marxistas rusos, en la que algunos, como Plejanov y Martov, argumentaban que la revolución debía hacerse primero en Alemania, Francia e Inglaterra, y que hasta entonces Rusia estaría madura para hacer su propia revolución. En octubre de 1917 esta teoría quedó en el basurero de la historia, porque los bolcheviques, con Lenin y Trotsky a la cabeza, lograron el triunfo de la revolución proletaria en el país mas atrasado de Europa.

Así, dando la espalda a las principales enseñanzas de la revolucion rusa, quedaron sentadas las bases teóricas y políticas de lo que se conocería más tarde como el “comunismo a la tica”:

“(…) Costa Rica es un país de economía dependiente o semicolonial, por cuanto su industria, comercio y agricultura están mediatizados por el imperialismo de los grandes países capitalistas (Estados Unidos, Inglaterra, etc.). Debido a este hecho fundamental, la implantación del programa comunista integral (abolición de la propiedad privada, socialización de los medios de producción, etc.), no se pondrá a la orden del día en el país, sin haberse ya realizado revolución social en las metrópolis de que dependemos económicamente o sin la concurrencia de factores especialísimos, que permitieran organizar la economía y la vida social del país, sobre bases totalmente comunitarias sin provocar intervenciones imperialistas. Mientras una u otra de estas dos condiciones objetivas no se realizaren: una revolución social en los grandes países capitalistas o coyuntura tan favorable que nos permitiera realizar íntegramente el programa comunista sin provocar ruinosas intervenciones -el PARTIDO COMUNISTA DE COSTA RICA luchará por la implantación mediante la conquista del poder, del siguiente programa mínimo (…)”.

Los 24 puntos del programa mínimo del PCCR eran casi los mismos planteados por los antecesores Partido Reformista y por el PAOCI, en fin, un clásico programa democrático burgués, con contenidos nacionalistas y tímidamente antiimperialistas.

Las elecciones de 1932 y la huelga bananera de 1934.

Teniendo la base social de la UGT, el PCCR realizó un trabajo sistemático entre la clase trabajadora, especialmente entre los bananeros, ampliando su influencia política. La crisis de la economía mundial y sus repercusiones en Costa Rica creaba condiciones favorables para el crecimiento del PCCR.

Por las restricciones legales del momento, para poder participar en las elecciones de 1932, el PCCR cambió su nombre público por el de Bloque de Obreros y Campesinos (BOC), logrando la inscripción electoral y obteniendo sus primeros dos regidores municipales en 1932, y más adelante dos diputados en las elecciones legislativas de 1934.

La huelga bananera de 1934 fue una prueba de fuego para el recién nacido PCCR. Y la pasó con excelentes calificaciones, lo que se tradujo en un aumento significativo de la votación a favor del BOC. En las elecciones de 1934, el BOC obtuvo 2447 votos, el 5% de un total de 49095 votos válidos. En las elecciones de 1938 obtuvo 4693 votos, el 5,2% de 90766 votos válidos, y en las elecciones de 1938 obtuvo el 12,1%  de 84083 votos válidos. En poco tiempo, enraizado en los sindicatos, el PCCR se había convertido en el único partido comunista de Centroamérica, que no solo era legal, sino que también tenia influencia de masas

Según Ivan Molina, el tiraje del periódico “Trabajo” subió de 1.000 a 4.000 ejemplares entre 1931 y 1934, y después a 7.500 ejemplares en 1946. En este último año, el periódico comunista se ubicaba por debajo, pero bastante cerca, de los principales diarios nacionales. La fuerza del BOC era indiscutible: organizó 11 secciones, 39 sectores y 251 células hacia 1946, y reclutó alrededor de 3 000 militantes entre 1945 y 1947.

El reformismo del Partido Vanguardia Popular

No obstante, el PCCR fue adecuando su política, igual que pasó con sus antecesores, el Partido Reformista y el PAOCI, al funcionamiento y estabilidad del sistema capitalista semicolonial.

Siguiendo las instrucciones de la internacional comunista bajo control stalinista, en 1939 apoyó la cuarta candidatura presidencial de Ricardo Jimenez Oreamuno. En 1943 el PCCR cambió su nombre por Partido Vanguardia Popular (PVP) y en las elecciones de 1944, el PCCR apoyó al presidente Rafael Angel Calderon Guardia, y creó una alianza electoral llamada “Bloque de la Victoria”, que fue derrotada por el triunfo abrumador de Teodoro Picado. Posteriormente, el PCCR apoyó las reformas de Teodoro Picado, y en esa luna de miel con los sectores patrióticos de la burguesía, lo sorprendió la revolución de 1948.

 

Anastacio Somoza García y Leonardo Arguello Barreto

 

Por Melchor Benavente

Antes de finalizar su largo mandato presidencial en 1947, Somoza García hizo una serie de movimientos preparatorios para su reelección. El Congreso, controlado por los somocistas, preparó una reforma constitucional que le permitiría postularse para otro periodo presidencial si existía un estado de guerra, o este había sido proclamado por lo menos dos años antes. Era una camisa a la medida del dictador.

Movilizaciones estudiantiles contra la reelección en 1944

A pesar de la existencia de un Estado de Sitio desde 1941, en junio y julio de 1944 se desarrollaron movilizaciones estudiantiles contra la reelección de Somoza, las que fueron apoyadas por disidentes del gobernante Partido Liberal Nacionalista (PLN). La oposición conservadora se mantuvo al margen.

Las protestas se iniciaron en los recintos universitario de Granda y Leon, exigiendo democracia en Nicaragua y Guatemala, que en ese momento era gobernado por la dictadura de Jorge Ubico. Fue una clásica movilización de la clase media que ansiaba democracia.

Somoza Gracia respondió con represión, encarcelando opositores o enviándolos al exilio, pero también haciendo algunas concesiones. Al final retrocedió, y vetó la reforma constitucional que le permitiría postularse a la reelección, y que se cocinaba en el Congreso. También aprobó una ley de amnistía general. Pero, como era su estilo, hizo concesiones, pero también apretó la soga, mandando aprobar una ley que establecía la censura de prensa en septiembre de 1944, llegando incluso a cerra el diario opositor La Prensa.

Somoza establece alianzas temporales con el movimiento sindical

Para contrarrestar las fuerzas sociales que se unían en su contra, Somoza se reconcilió con los dirigentes del movimiento sindical, influenciado por el Partido Socialista de Nicaragua (PSN). Aunque el PSN no apoyó abiertamente las pretensiones reeleccionistas de Somoza, se manifestó en contra del llamado a Huelga General hecho por los estudiantes, por considerar que estaban siendo manipulados por los “nazi-fascistas”. El Resultado de este romance de Somoza con los sindicalistas fue la aprobación del Código del Trabajo en 1945.

El periodo 1944-1945 fue de auge de huelgas y creación de sindicatos, casi todos muy pequeños. De 11 pasaron a 97, que reunían unos 14,000 trabajadores. Este auge preocupó a Somoza, quien ordenó crear un brazo sindical ligado al PLN. A finales de 1945, rompió con el PSN y los reprimió. En 1946 la cantidad de sindicatos descendió a 29 y en 1947 a 13.

Vuelve a insistir en la reelección

Somoza detentaba el poder desde el golpe de Estado contra el presidente Juan Bautista Sacasa en 1936. Siempre justificó la existencia de su dictadura ante Estados Unidos, como una necesidad para imponer el orden después de masacrar a la guerrilla sandinista.

El año 1944 fue crucial en Centroamérica: La dictadura de Jorge Ubico en Guatemala fue derrocada, igual suerte corrió la dictadura de Maximiliano Martínez en El Salvador,  y se produjeron las movilizaciones estudiantiles contra Somoza. La efervescencia social llamó la atencion de Estados Unidos. El embajador norteamericano en Managua, Fletcher Warren, le dijo a Somoza que no apoyarían una reelección, incluso le plantearon claramente que se retirara de la jefatura de la Guardia Nacional (GN) y de toda actividad política pública. Estados Unidos estaba siguiendo el pulso de los acontecimientos en Centroamerica, percibía los cambios, por eso concluyó que era necesario relevar a Somoza, para evitar una nueva revolución en Nicaragua.

Somoza fue obligado a retroceder en 1944, volvió a la carga al año siguiente, pero la decision de Estados Unidos lo obligó a renunciar definitivamente de la postulacion presidencial, debiendo buscar un sustituto.

Se inicia la apertura controlada y la preparación de elecciones

En noviembre de 1945 se levantó el Estado de Sitio vigente desde 1941. Somoza reformó la Ley Electoral de 1923, y estableció el requisito de 10% de votos de la elección anterior, para poder inscribir partidos políticos. Como en ella solo habían participado el PLN y el Partido Conservador de Nicaragua (PCN), el Partido Liberal Independiente (PLI), que había surgido a raíz de las movilizaciones de 1944, y que representaba políticamente a la clase media radicalizada, no tuvo posibilidades de inscribirse.

Las negociaciones con el PLI

En el primer semestre de 1946, Somoza intentó reconciliarse con el PLI. Las pláticas no avanzaron porque el PLI quería impulsar la candidatura de Idelfonso Palma Martinez, un diputado liberal que en 1934 ese opuso a la amnistía a favor de quienes asesinaron a Sandino. Entre los beneficiados de esa amnistía estaba el propio Somoza.

Este quería como sucesor a Leonardo Arguello, quien renunció a la cartera de ministro de gobernación durante las movilizaciones de 1944. Somoza logró imponer la candidatura de Arguello en agosto de 1946 durante la convención del PLN realizada en León.

La división del Partido Conservador

Además de impedir la inscripción propia del liberalismo independiente, Somoza logró dividir al Partido Conservador en dos alas, que presentaron candidatos por separado en las elecciones. El Partido Conservador de Nicaragua, el tronco oficial del conservatismo dirigido por el caudillo Emiliano Chamorro, por un lado, y el Partido Conservador Nacionalista, un sector oportunista y prebendario, por el otro. Este ultimo sector presentó como su candidato al propio Leonardo Arguello.

Después de arduas negociaciones, el PLI tuvo que aliarse con la corriente oficial del conservatismo, quienes levantaron, a finales de 1946, la candidatura presidencial del liberal Enoc Aguado. Ambos candidatos presidenciales provenían del liberalismo, con planteamientos comunes, salvo que Aguado planteaba transformar a la GN, el principal soporte del somocismo.

Elecciones bajo el control del somocismo

Somoza mantenía el control total sobre el Consejo Nacional de Elecciones (CNE). Las elecciones del 1 de febrero de 1947 se realizaron con un padrón electoral de 221,590 votantes, casi igual al padrón de las elecciones de 1936 que tenia 219,668 votantes. En una década, los votantes habían aumentado apenas 1922 votantes.

Hubo acusaciones de manipulación del padrón electoral y, por supuesto, denuncias de fraude electoral por parte de la oposición. Los resultados finales de la elección fueron los siguientes: Partido Conservador de Nicaragua obtuvo 64,904 votos, el Partido Conservador Nacionalista obtuvo 8,073 votos, y el Partido Liberal Nacionalista (PLN) obtuvo 96,731 votos. La resolución final del CNE sentencio lo siguiente: “(…) Por cuanto los Partidos Conservador Nacionalista y Liberal Nacionalista votaron por el mismo candidato (…) doctor Leonardo Arguello, los 8073 votos depositados por el Partido Conservador Nacionalista deben sumar a los votos del Partido Liberal Nacionalista, en consecuencia (…) Leonardo Arguello fue electo con 104, 804 votos válidos, obteniendo así la mayoría de los sufragios para ser electo al alto cargo de Presidente de la República en el próximo periodo constitucional de 1947 a 1953 (…)” (La Gaceta No 58/03/1947, página 500)

Enoc Aguado viajó a Washington a denunciar el fraude electoral, fue recibido con frialdad en el departamento de Estado. Era obvio que el gobierno de Estados Unidos quería una transición ordenada, y esperaba que ese rol lo jugara el gobierno de Leonardo Arguello.

Leonardo Arguello enfrenta el poder de Somoza

Durante la segunda guerra mundial (1940-1945) aumentó considerablemente el peso y poder de la Guardia Nacional en la administración del Estado. La mayoría de las instituciones había sido militarizada. Al asumir la presidencia, el 1 de mayo de 1947, Leonardo Arguello se topó con el enorme poder que representaba Somoza, como jefe director de la GN.

Este control somocista de las principales instituciones, como el Banco Nacional de Nicaragua, Ferrocarriles de Nicaragua y aduanas, no solo había creado una enorme red de corrupción que saqueaba las finanzas del Estado, sino, al mismo tiempo, había creado su propio grupo empresarial, liderado por Somoza y la alta oficialidad de la GN. Al cambiar a altos funcionarios del somocismo, estaba tocando la esencia del poder económico que estos habían acumulado.

Somoza había nombrado candidato a Arguello con el compromiso que no haría cambios dentro de la GN, es decir, que Somoza mantendría el control. Pero la confrontación se produjo cuando el Congreso, controlado por el somocismo, sin un acuerdo previo con el presidente Arguello, nombró tres designados de la presidencia que obedecían ciegamente a Somoza, quienes serían los sustitutos en caso de ausencia temporal o definitiva. Somoza estaba preparando las condiciones para sustituirlo.

En respuesta, el presidente Arguello procedió a destituir al jefe de policía de Managua, al jefe del Estado Mayor y al comandante de la guardia presidencial, y al director general de comunicaciones.

Destitución de Somoza y golpe de Estado

Arguello le notificó personalmente a Somoza su destitución como Jefe Director de la Guardia Nacional, y le dijo que debía marcharse del país. Somoza fingió aceptar su destino, pero al día siguiente, 26 de mayo, las tropas de la GN tomaron por asalto el Palacio Nacional, sede del Congreso, rodearon casa presidencial y cortaron las comunicaciones.

La oficialidad de la GN cerró filas con Somoza. Leonardo Arguello estaba solo. La alianza electoral que postuló a Enoc Aguado, no solo no logró revertir el fraude electoral, sino que, al momento del golpe de Estado contra Arguello, no movilizó a sus simpatizantes para defender la democracia.

Leonardo Arguello, completamente solo, tuvo que asilarse en la embajada de México e irse al exilio. Después de una semana de inacción, el Congreso eligió a Benjamin Lacayo Sacasa como nuevo presidente. En agosto de 1947, fue sustituido por Victor Manuel Roman y Reyes hasta 1950.

Estados Unidos y la mayoría de los gobiernos de América Latina no reconocieron al nuevo gobierno surgido del golpe de Estado, pero las condenas diplomáticas no reinstalaron a Leonardo Arguello en la presidencia.

Somoza recurre a los conservadores

Somoza, desde la sombra, se las ingenió para incorporar a los conservadores a las instituciones del Estado. Se iniciaron negociaciones con un sector del Partido Conservador que condujeron a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que finalmente aprobó una nueva Constitución en 1948.

Así, Somoza lavó el golpe de Estado de mayo de 1947, y tuvo el camino despejado para lanzar más adelante su candidatura presidencial. Ese pacto no rindió los frutos esperados, porque fue realizado con un sector minoritario del conservatismo. Después hubo otra negociación con el general Emiliano Chamorro, el llamado “pacto de los generales”, que condujo a una nueva Asamblea Nacional Constituyente que aprobó la misma Constitución en el año 1950.

Se había iniciado una larga etapa de corporativismo político incorporando al Partido Conservador a la repartición de cargos en el Estado. De esta manera el somocismo, reprimiendo, negociando, haciendo concesiones al gran capital conservador, sobrevivió hasta 1979.


Por Rubén Molina

Existen algunos episodios en la historia del país, que demuestran el gran significado que pueden tener las acciones que señalan el rostro de envilecidos países que pretenden dominar a otros. El 7 de abril de 1988 ocurrió en Tegucigalpa una acción que volvió notoria la presencia nefasta de los Estados Unidos de Norteamérica en los asuntos internos de cada país centroamericano.

En horas de la tarde de ese día, los estudiantes aglomerados en varios frentes estudiantiles y movimientos, salieron en movilización de la Universidad Nacional Autónoma y la Pedagógica, con rumbo a los predios de la Embajada de Estados Unidos en Honduras, se sumaron también a esta movilización más jóvenes de los barrios aledaños. En horas posteriores, la embajada estadunidense yacía prendida en fuego por una acción que anunciaba total repudio a un país que mandaba marines a su “patio trasero”, gestionaba la liquidación de comunistas y disidentes de su política con la Doctrina de Seguridad Nacional, y que promovía la extradición de hondureños como Ramón Matta, quién sigue preso en cárceles gringas.

La cruda represión que se vivía en los años ochenta respondía a doctrinas militares importadas de EEUU; las laceraciones que se aplicaban con saña en los cuerpos de hombres y mujeres jóvenes era la combinación del adiestramiento gringo con manuales perversos de tortura y el impulso violento de militares hondureños desquiciados cuales carniceros sanguinarios. Los secuestros a jóvenes disidentes se volvió una norma dentro de todo el aparato militar, y para ese entonces, las frecuentes persecuciones llegaban hasta las puertas de las casas. Todo este ambiente de represión avivó a los grupos estudiantiles a planificar acciones que mostraran las fauces de un monstruo imperialista que se llevaba las vidas de muchos jóvenes visionarios.

Las condiciones sociales y políticas que tenía Honduras en los años ochenta, aunque nunca iguales, no distan mucho de las que hoy se presentan. La fragilidad de los gobiernos liberales continúa: en plena década de los años ochenta el presidente liberal Azcona del Hoyo demostró claudicar a la política exterior norteamericana con su apoyo a la Doctrina de Seguridad Nacional y las extradiciones, los gobiernos sucesivos de los nacionalistas mantienen intacta la supremacía gringa en los demás países aceptando las políticas contra los migrantes por ejemplo; la represión desenfrenada al mando de caudillos militares como Álvarez Martínez sigue latente: en la actualidad la represión no es tan distinta como en los años ochenta, lo que ha cambiado es el grado de sofisticación del aparato militar, han asesinado y desaparecido estudiantes, confundiendo como es de costumbre los móviles de los asesinatos con el crimen común. Los movimientos de estudiantes continúan pese a sufrir la pérdida de tradiciones: en los años ochenta la presencia de discusiones ideológicas abordadas por organizaciones de izquierda alimentaba de alguna u otra forma a los movimientos estudiantiles que le hacían frente con propaganda y acciones a la avanzada de los gringos en América Latina. Hoy las tradiciones siguen su rumbo, pero de forma dispersa, puesto que corrientes liberales han ocupado el lugar de verdaderas organizaciones de izquierda que den su puesto a verdaderas discusiones ideológicas.

Mayo de 2019: vuelve el antiimperialismo

En el mes de mayo del año 2019, mientras se gestaban las movilizaciones de médicos y maestros por la derogación de los decretos ejecutivos PCM, surgieron varias movilizaciones que buscaban volver notoria la situación del país que atravesaba el preámbulo de una descarada privatización del sistema sanitario y educativo.

El viernes 1 de noviembre de ese mismo año, en la Embajada de EEUU en Tegucigalpa, ocurrió un episodio que dio lugar a discusiones importantes sobre las acciones políticas coordinadas: varios compañeros decidieron quemar la puerta principal de la embajada americana, lo que provocó la detención del compañero maestro Rommel Valdemar Herrera, quien hasta la fecha enfrenta procesos judiciales engorros que lo mantienen privado de su total libertad. La tradición que coloca en el centro de nuestro rechazo a los gringos, volvió, pero sin la suficiente preparación y acompañamiento popular que diera por sentada la seguridad de los compañeros que emprendieran esta acción. Es el momento adecuado para que sostengamos discusiones que aborden los métodos eficaces para emprender estas acciones con mayor eficacia y acompañamiento, neutralizando infiltraciones de militares si las hay, y resguardando la integridad de nuestros compañeros.


Olmedo Beluche

Desde la debacle del imperio colonial español, con las guerras de independencia, a inicios del siglo XIX, Centroamérica, y en particular Nicaragua y Panamá, eran vistas con codicia tanto por Inglaterra como por la emergente potencia norteamericana. Ambas naciones eran conscientes que el control del Istmo catapultaría sus intereses comerciales.

Hacia la década de 1840, Inglaterra parecía el principal peligro pues había iniciado un proceso de influencia y colonización sobre todo el Caribe centroamericano, desde Belice, pasando por Nicaragua, hasta lo que hoy es la provincia de Bocas del Toro en Panamá.

Aquí inclusive habían movido sus fichas con algunos capitalistas que oficiaban de agentes comerciales de los ingleses para proponer en diversos momentos la creación de una ciudad “hanseática”, es decir, separarla de la soberanía neogranadina para, en nombre de una falsa autonomía, sujetarla a Inglaterra cuya cabeza de playa se hallaba en Jamaica.

Diversos incidentes con los ingleses, por entonces la principal potencia naval del mundo, llevaron a la diplomacia neogranadina a firmar, en 1846, el Tratado Mallarino-Bidlack, por el cual la Nueva Granada ofrecía a Estados Unidos paso libre de impuestos a cambio de que sirviera de garante a su soberanía sobre el Istmo de Panamá. La intención inicial era que el tratado sirviera de contención a los intereses expansionistas de los ingleses, los cuales se verían confrontados con los norteamericanos.

Pero a la larga fue una mala jugada que dio pie al intervencionismo norteamericano.

Una década después de firmado ese pacto, el expansionismo que se había tornado concreto y peligroso era el norteamericano. Uno de los subproductos de la guerra contra México fue el surgimiento de bandas paramilitares norteamericanas que empezaron a actuar en la región para imponer por la fuerza sus intereses. Eran bandas privadas, parecidas a lo que hoy serían las empresas de “seguridad”, al estilo de Blackwater. Se les llamó filibusteros.

El más conocido filibustero fue William Walker, contratado por empresarios norteamericanos para imponer su control en Nicaragua, y que terminó autoproclamándose presidente de ese país, justamente en 1855. Walker pretendió que Nicaragua fuera anexionada a Estados Unidos como un estado más. Lo cual no logró, siendo derrocado en 1856 y posteriormente ejecutado hacia 1860 en Honduras.

La lucha contra Walker había revivido los sentimientos de unidad latinoamericanos y, de hecho, es la lucha unificada de los centroamericanos la que le expulsa de Nicaragua. El historiador Aims McGuinness afirma que de esta época data el concepto “latinoamericano” por oposición al “anglosajón”, y un renovado sentimiento de unidad hispana contra la dominación norteamericana, que había quedado dormido tras el fracaso de Simón Bolívar. El panameño Justo Arosemena sería uno de los primeros en apelar a esta idea a mediados del XIX.

Un elemento poco conocido en Panamá es que los filibusteros tuvieron un papel relevante en el Incidente de la Tajada de Sandía. Según Aims, el 15 de abril de 1856, se encontraban en Panamá unos 40 filibusteros que se dirigían a Nicaragua para reforzar el ilegítimo gobierno de Walker. La prensa panameña había alertado de su presencia, prevaleciendo el temor de que podrían intentar aquí una aventura semejante a la de Nicaragua.

Y no estaban errados quienes así creían, pues las indagaciones judiciales posteriores informan que los filibusteros jugaron un papel central en el enfrentamiento. Uno de ellos, Joseph Stokes, muerto en la estación del ferrocarril, liderizó la resistencia armada contra las autoridades panameñas. Lo cual fue reconocido por Horace Bell, otro de los filibusteros, quien llegaría a ser cronista en la ciudad de Los Ángeles, California.

La fuerza demostrada por el pueblo panameño durante el “incidente”, no constituyó simplemente una respuesta frente a la marginación y el racismo yanquis, sino que fue una lucha consciente contra cualquier intento anexionista de los norteamericanos, un acto de solidaridad con el hermano pueblo de Nicaragua, y un gesto hacia la unidad latinoamericana.

Pocos meses después, en septiembre de 1856, el gobernador conservador, Francisco de Fábrega, solicitó la primera intervención armada del ejército norteamericano en Panamá, apelando al Tratado Mallarino/Bidlack, para que le asegurara las elecciones que temía perder a manos de los liberales radicales del arrabal.

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