Por José René Tamariz

América Central es una región olvidada. Fue noticia en los años 70, 80 y 90 por la revolución nicaragüense y centroamericana. Integrada por seis países: Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. Y un minúsculo paisito llamado Belice. Actualmente tiene una población aproximadamente de 50 millones de habitantes.

La situación pre pandemia ya era grave. Ahora, con la pandemia se ha transformado en gravísima. El número de infectados al día 9 de julio es de 116.000 personas en la región. Panama encabeza el primer lugar con 42.216 casos y 839 muertos. Tiene la población menor del área: 4.159.000 habitantes (Datos del SICA). Por esa razón, se ha convertido en en el país de América Latina con la mayor tasa de contagio, el 1.01. Es una cuestión de gravedad. El sistema de salud ha colapsado.

Le sigue en el orden del desastre sanitario Honduras que tiene 26.384 casos confirmados y 704 muertos. Tiene una población de 9.587.522 habitantes ( Datos del SICA). Aunque su tasa de contagio es menor que la de Panamá, sin embargo, en el país existe un verdadero desastre de salud pública. El sistema de salud está colapsado. Los cadáveres se apilan en los hospitales y las calles. Es situación pandémica es terrible. El régimen es dictatorial

Sigue Guatemala. La cantidad de contagiados es de 26.658 personas y 1092 muertes. La población de ese país es de: 17.263.000 habitantes (Datos SICA). Su tasa de contagio es menor, pero igual el sistema de salud se encuentra en colapso. El régimen es dictatorial, enmascarado como "democracia".

En El Salvador también la situación es grave. En ese país existen 8.844 casos de contagios y 243 muertos. Su población es de: 6.643.000 habitantes (Datos SICA). Este caso es de gravedad. El sistema de salud está colapsado. Los cadáveres se apilan en los hospitales. Mueren diariamente 10 personas. El régimen político de este país es policíaco, bonspartistan

Le sigue Nicaragua. Un caso especial. La dictadura de Ortega camufla las estadísticas. Oficialmente existen 2.088 casos y 91 muertos, pero extraoficialmente hay 7.402 infectados y 2.088 muertos. Si estos últimos datos son aproximados a la realidad, Nicaragua tendría la tasa de letalidad más grande de Centroamérica. Entonces, la situación sería la más grave del área, junto a Panamá. La población de Nicaragua según el SICA es de: 6.465.513 habitantes.

De último, tenemos a Costa Rica. Al 10 de julio de este país tenía 6.845 y 27 muertos. Sin duda alguna es la tasa más baja de contagio y de muertes en la región, sin embargo, se aproxima de forma acelerada a las condiciones del área, ya que hay una transmisión comunitaria exponencial grave. La población de Costa Rica segun datos del SICA es de: 5.022.000 habitantes.


Por Nassar Echeverria

Bajo el contexto de la pandemia de coronavirus que azota la región, el pasado 12 de marzo del 2020, se produjo una cumbre virtual de presidentes centroamericanos, quienes aprobaron un Plan de Contingencia Regional, en donde supuestamente se abordaron los planes de acción conjunta para combatir la propagación del virus.

La libertad de comercio

Entre las diferentes líneas de acción acordadas, en el marco del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), hubo especial preocupación por mantener la fluidez del comercio regional.

En el componente 2.1 acordaron “Mantener la plena libertad de tránsito de las mercancías, medios de transporte y las personas que los conducen, a través del territorio de los países de la región SICA. Particularmente, priorizando la atención en las aduanas de los tránsitos internacionales y operaciones aduaneras en general de productos críticos (…)”

Esta decisión adquirió especial importancia si tomamos en cuenta que todos los gobiernos, con la excepción de la dictadura nicaragüense, decidieron cerrar sus fronteras, como una forma de contener la propagación del virus. El compromiso fue, pues, mantener abiertas las aduanas para el libre tránsito de mercancías en el mercado regional.

Estalla el pleito por las 72 horas

No había transcurrido una semana, cuando la Autoridad Nacional de Aduanas (ANA) de Panamá, amparándose en el Decreto No 472, del 13 de marzo (un día después de la cumbre de presidentes centroamericanos), firmado por Laurentino Cortizo, ordenó que los transportistas centroamericanos solo podían permanecer 72 horas (3 dias) en el país.

A inicios de abril, el presidente salvadoreño Nayib Bukele, argumentando la necesidad de fortalecer el control sanitario, dio la orden de que los transportistas del resto de países de Centroamérica, solo podían estar 72 horas en ese país, para realizar las labores de carga o descargue de mercaderías. Esta decisión causó enorme malestar entre las gremiales afiliadas a la Federación Centroamericana de Transportistas (FECATRANS), quienes argumentaron que esa decisión administrativa violentaba los tratados de la integración centroamericana, que consagraban el libre comercio y la libre contratación regional.

El 22 de abril, el gobierno de Costa Rica emitió la Circular No AJ-0755-04-2020-JM, mediante la cual adoptaba la misma medida de otorgar un plazo de 72 horas a los transportistas centroamericanos.

De seis países de la nación centroamericana, tres de ellos, El Salvador, Costa Rica y Panamá, rompieron los acuerdos establecidos en el Plan de Contingencia Regional, y los otros dos (Guatemala y Honduras) se vieron forzados aplicar medicas reciprocas, salvo la dictadura nicaragüense que mantiene una policía de fronteras abiertas.

Las gremiales del transporte centroamericano amenazaron con bloquear las fronteras, y en idas y venidas, reuniones, comunicados y conferencias de prensa, para el 14 de mayo las tensiones se habían relajado, y el plazo de las 72 horas fue modificado en casi todos los países. Guatemala y Nicaragua acordaron mantener los 90 días como plazo, conforme los tratados vigentes, Honduras y Costa Rica establecieron un plazo de 10 días, excepto El Salvador que mantuvo incólume el plazo de 72 horas.

Otra crisis: Costa Rica cierra unilateralmente sus fronteras

Cuando la crisis de las 72 horas parecía superada, estalló otra mucho más grande. El viernes 16 de mayo, el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, rompió las decisiones adoptadas en la cumbre virtual de presidentes centroamericanos, adoptada el día 12 de marzo, al dictar dos decretos.

El Decreto No 42350-MGP-S reformó algunas disposiciones del Reglamento de la Ley de Migración y Extranjería, entre ellas el articulo tres, facultando a las delegaciones de migración en los puestos fronterizos a permitir el ingreso del “(…) personal de medios de transporte internacional terrestre de mercancías (…) únicamente por la cantidad de horas definida por la Dirección General de Migración y Extranjería para tales efectos”.

Esto fue una marcha hacia atrás en relación al Decreto Ejecutivo N° 42238-MGP-S del 17 de marzo del 2020, que permitía el ingreso de los transportistas centroamericanos, precisamente para permitir la libre circulación de mercancías, en momentos de paralización de las economías de la región.

En la misma fecha se emitió el Decreto No 42351-H, que reorganizó las zonas aduaneras primerias y secundarias, en las fronteras de Paso Canoas con Panamá, y de Peñas Blancas con Nicaragua.

Con esos decretos, Costa Rica redujo a cero el plazo de estadía de los conductores de equipos de carga centroamericana. En adelante, los transportistas solo pueden llegar hasta los puestos fronterizos de Paso Canoas o Peñas Blancas. Ahí deben estacionar sus vehículos en la zona primaria, se procede a desinfectar el vehículo.

El furgón o rastra deberá ser remolcado por un cabezal con placas de Costa Rica y con un conductor o piloto también costarricense. Los únicos vehículos que pueden ingresar son aquellos que van en transito hacia Panamá. Pero deben esperar a que se forme una caravana de 21 vehículos, los que serán escoltados por la policía y personal del Ministerio de Salud.

Como era de esperarse, los decretos mencionados, agravaron enormemente la crisis, de hecho, establecieron un cierre de las fronteras de Costa Rica, mientras los camiones de ese país pueden circular libremente por el resto de Centroamérica.

El resultado final ha sido una fila de más de 1600 camiones de toda Centroamérica, estacionados en las largas filas en la frontera de Peñas Blancas.

La repuesta de los transportistas de Panamá, que no pueden salir porque la frontera de Paso Canoas esta cerrado, fue la de bloquear el ingreso de transportistas costarricenses.

Los empresarios claman por abrir las fronteras

Cuando se produjo la primera crisis por el establecimiento de las 72 horas, algunas cámaras empresariales costarricenses pegaron el grito al cielo. Juan Rafael Lizano, Presidente Cámara de Agricultura y Agroindustria de Costa Rica, declaró que el plazo que “están dando, 72 horas para exportación e importación, si no lo hacen en ese tiempo van a poner una multa a los transportistas, esto no puede ser, he recibido llamadas de empresas manifestando su afectación”. (Diario Extra 01/05/2020)

José Manuel Quirce, Presidente Cámara de Exportadores e Importadores de Costa Rica, también declaró que “Nos parece que es muy poco tiempo y estamos tratando de lograr un cambio desde la Cámara, hay que ponerse de acuerdo, pero lo ideal es que se amplíe ese plazo, porque no es suficiente para lo que tienen que hacer”.

El nivel de preocupación de las declaraciones creció con el cierre unilateral de las fronteras de Costa Rica. La Federación de Cámaras y Asociaciones de Exportadores de Centroamérica, el Caribe y Panamá (FECAEXCA), que reúne a todas las cámaras de exportadores de la región, emitió un comunicado manifestando que “hemos decidido sumarnos a la petición para que esta situación se resuelva urgentemente, dado que este problema afecta a toda Centroamérica y debe evitarse que repercuta en serías implicaciones y daños a la economía que se calculan millonarias” (La Prensa, 19/05/2020)

Medidas sanitarias unilaterales

El detonante del cierre de fronteras se debió a que las pruebas rápidas realizadas a los transportistas centroamericanos en las fronteras, marcaron positivas en 30 casos. Las pruebas rápidas son cuestionables porque las personas que han desarrollado inmunidad marcan positivo. Las únicas pruebas que muestran a una persona contagiada con el virus, aunque sea asintomática, es la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR), por sus siglas en ingles. Y estas tardan varios días en el laboratorio.

Indudablemente, el gobierno de Costa Rica está obligado a tomar medidas para proteger la salud de sus ciudadanos, pero aquí es donde se manifiesta la crisis del SICA, porque no se cumplieron las medidas adoptadas en el Plan de Contingencia Regional.

El combate a la pandemia debe ser regional

La discusión de fondo gira en torno a si es suficiente que el gobierno de Costa Rica apele a su soberanía, para tomar decisiones unilaterales como el cierre de fronteras, que perjudican al resto de sus vecinos, en una región que está íntimamente vinculada, debido a que somos pequeños países con extensos y profundos vasos comunicantes a nivel económico, social y migratorio.

La decisión de hacer pruebas rápidas de covid, por parte de Costa Rica, no es censurable. En realidad, esta medida debió hacer sido tomada en la reunión virtual por los presidentes centroamericanos, de manera que se hicieran pruebas a todos los conductores, en todos los países, para detectar a las personas contagiadas, y someterlas a cuarentenas en los casos que sea necesario.

Un muestreo masivo en el sector de pilotos o conductores, permitiría mantener abiertas las fronteras para los equipos de carga terrestre. Este muestreo se puede realizar cada dos o tres meses, y el problema quedaría resuelto.

Lo que se ha manifestado, en el fondo, es la crisis del SICA que, en momentos cruciales, como la pandemia de coronavirus, impide tomar mínimas medidas de control sanitario regional. La repuesta a la pandemia ha mostrado que los artificiales Estados nacionales siguen siendo un enorme obstáculo, no solo para el comercio regional, sino también para garantizar la salud de los centroamericanos, incluidos los propios pilotos y conductores, las personas más expuestas al contagio.


La pandemia del coronavirus ha destapado de un solo golpe la crisis soterrada capitalista, desnudando la bancarrota de los servicios de salud. En Centroamérica, la pandemia ha estremecido los cimientos de los artificiales y derruidos Estados nacionales, y ha mostrado la verdadera situación de la salud pública.

Las medidas adoptadas por los diferentes gobiernos, “estado de calamidad” en Guatemala, cuarentena en El Salvador, “Toque de queda” en Honduras, Emergencia Nacional en Costa Rica, Ley de Emergencia en Panamá, --salvo el conocido caso de la dictadura Ortega-Murillo que ha optado por la “inmunidad colectiva”--, están resultando insuficientes para contener la pandemia, y resolver la enorme crisis económica que ha generado.

Los gobiernos tomaron medidas excepcionales creyendo que la pandemia podía ser controlada en uno o dos meses, pero las diferentes informaciones nos muestran que el virus está mutando y que debemos prepararnos para una prolongada crisis sanitaria. En los lugares donde pandemia ha sido controlada o erradicada, como China, Corea del Sur, se están produciendo rebrotes. Todavía no está claro si las personas que han logrado vencer al virus y obtener algún grado de inmunidad, podrán resistir un nuevo rebrote de la enfermedad.

En Centroamérica, los servicios de salud pública están en los suelos. Los médicos, enfermeras y trabajadores de la salud están en la primera línea de fuego contra la pandemia, muchos de ellos vestidos en harapos. Ninguno de los sistemas de salud pública estaba preparado para resistir semejante embestida del coronavirus. Por muchos heroísmo y sacrificio desplegado por el personal sanitario, quienes resienten toda la crisis es la población, sobre todo los más pobres.

Esta precariedad de los sistemas de salud púbica ha obligado, en medio de la pandemia, a muchos médicos y enfermeras a protestar por la falta de Equipos de Protección Personal (EPP). En todos los países, el personal sanitario, sin dejar de trabajar en jornadas extenuantes, ha tenido que protestar por la falta de gabachas, guantes, mascarillas, protectores, etc. Y lo que es más grave, ya has casos, en todos los países, de contagio del personal sanitario, por la falta de protección.

Estas protestas las hemos visto en El Salvador, en Honduras y ahora recientemente en Guatemala. En Nicaragua la dictadura no solo oculta las cifras de contagios y muertes, sino que no brinda EPP a los trabajadores de la salud, lo que ha provocado la protesta de cerca de 500 médicos. En Guatemala, el gobierno de Giammattei abrió un hospital temporal en el parque de la Industria, para atender a personas enfermas por coronavirus. El contagio de una parte del personal sanitario, incluso en hospitales permanentes como en Villanueva, obligó a las autoridades de salud a enviar a cuarentena a médicos y enfermeras. Como estos han protestado por la falta de EPP, se ha montado una campaña en contra de las protestas. Algo similar ha pasado, a un nivel más discreto, en El Salvador y Honduras.

Si el personal sanitario cae por contagio, entonces habremos perdido la batalla contra el coronavirus, porque la población quedara absolutamente desprotegida. Los reclamos del personal sanitario es apenas la punta del iceberg de un desplome de los servicios de salud, con consecuencias terribles para la población. E

Mientras tanto, se continúan cerrando empresas, cerrando puestos de trabajo, recortando salarios, etc. Los trabajadores todavía no han iniciado luchas por que la necesidad de sobrevivencia individual y familiar, ha primado por encima de la sobrevivencia colectiva.

Las protestas del personal sanitario son las primeras manifestaciones de lucha de los trabajadores, las que tienden a generalizarse en la medida en que la recesión de la economía capitalista mundial abatirá las frágiles economías de los Estados en Centroamérica.

En términos generales, ha prevalecido la paciencia, la resiliencia y la ilusión de que la pesadilla de la pandemia terminará pronto. No obstante, sin caer en el catastrofismo, alertamos que la situación continuará caótica por un periodo de tiempo indeterminado, y tendremos que luchar contra los embates del virus y de la crisis económica.

Llamamos a los trabajadores a desarrollar la más amplia unidad de acción para defender los puestos de trabajo y los salarios, a luchar junto al personal médico y hospitalario para que los Estados reorienten sus presupuestos para invertir más en la salud pública.

 

Por Joseph Manuel Herrera 

Si bien es cierto que la pandemia del Covid-19 es un suceso trascendental para la historia moderna, también lo es que no es el primero de estos fenómenos en la historia humana desde que ésta toma nota y se recobra del pasado.

Ya en el pasado las sociedades humanas organizadas en todo tipo de regímenes políticos, correspondidos a sus estadios civilizatorios y modelos productivos (primitivismo, esclavismo, despotismo asiático, germanismo, feudalismo y capitalismo) han sufrido diferentes tipos de epidemias. Ahora el capitalismo ha vuelto a ser eficiente en otro desastre humanitario, pues ha logrado globalizar la enfermedad desde el centro China a 181 países (Johns Hopkins University & Medicine: Coronavirus Resource Center) en menos de cuatro meses desde que ésta fuera reportada por un valiente médico en la ciudad de Whuhan a mediados de diciembre de 2019, especialista que fue reprimido y arrestado por la burocracia capitalista china.

El Covid-19 no es ni la primera pandemia, ni la última que sufrirá la humanidad, pero sí será la última que se vivirá bajo el dominio de la democracia burguesa, como régimen predominante de organización política de las diferentes sociedades en la época del capitalismo global. El dominio de la clase burguesa sobre todos los aspectos de la vida, respetando las formalidades heredadas de las revoluciones burguesas en Francia (1789) y de los Estados Unidos (1783), toca ya su ultimo réquiem en su permanente evolución de los métodos y las formas por los que la burguesía ha ejercido el poder hasta nuestros días, sobre los trabajadores y demás clases sociales.

El Covid-19 no será el fin del capitalismo como predicen facilonamente algunos “izquierdistas” (Véase a Lenin en El Izquierdismo enfermedad infantil del comunismo). El nuevo virus será la enfermedad que mate lo que quedaba hasta hoy del pensamiento liberal clásico en la cabeza de la clase dirigente del mundo entero –burguesía–; por lo tanto, será el fin de la ideología que fundamentaba al menos en el discurso y la retórica, las prácticas políticas predominantes hasta ahora en los diferentes Estados-nación bajo el influjo del capitalismo financiero y especulativo más salvaje.

En todo el mundo la democracia burguesa experimentaba hasta antes del brote de la pandemia de Covid-19, un retroceso en las propias libertades individuales que se pregonaban y garantizaban por los operadores intelectuales liberales burgueses desde comienzos del siglo XIX. Los métodos y las formas se han ido trastocando en sus signos a la deriva de la influencia de las permanentes guerras imperialistas, las crisis económicas cíclicas que cada vez duran más con respecto a los periodos de bonanza capitalista (Véase: Nikolái Kondrátiev, León Trotsky y Ernest  Mandel en el debate acerca de los ciclos económicos del capitalismo); aunado todo esto por la irracional presión que la anarquía de la producción capitalista causa sobre el medio ambiente (origen comprobado del actual virus) y la compatibilidad constante que el régimen debe tener con el estadio actual del modo de producción capitalista, es decir en su etapa  de neoliberalismo tardío.

El virus solo ha acelerado la descomposición de lo que quedaba concretamente de la democracia liberal, conciencia que sostenía hasta ahora los métodos por los cuales la burguesía ejercía su poder efectivo, su predominio desde los diferentes Estados-nacionales y organizaciones supranacionales (FMI, BM, OMC, OTAN, ONU, UE, OCDE y el G20) sobre la clase trabajadora y las demás clases que integran a las sociedades modernas; todo esto buscando perpetuar con los menores trastornos posibles el modelo capitalista de reproducción de mercancías, sin importar la degradación de las libertades propugnadas por los ideólogos de las burguesías clásicas. Hoy la burguesía en todo el mundo le apuesta nuevamente a la dictadura efectiva en diferentes grados (caudillista, bonapartista, militar o autocrática) como régimen político para mantener vigente por medio de medidas draconianas de control y represión, el modelo capitalista de producción.

Desde Rusia hasta Estados Unidos, desde la India hasta la Argentina y desde el Magreb hasta Tailandia, pasando por las monarquías del Golfo, las burguesías nativas de los diferentes países han estado coqueteando en las últimas décadas con el endurecimiento de los regímenes democrático-burgueses en un momento  en que las crisis, las guerras y la anarquía de la producción destruyen no solo cualquier indicio de desarrollo en pro del mejoramiento de la humanidad, sino hacen insostenible la aparentemente libre concurrencia de las masas por medio de los mecanismos democráticos clásicos. Esto quiere decir que cada nueva crisis va haciendo que la democracia burguesa sea más incompatible con el salvajismo y el barbarismo a los que ha descendido la producción capitalista y el orden burgués.

La pandemia profundiza el carácter reaccionario de la burguesía

En menos de tres meses las más avanzadas y proclamadas democracias del mundo han encarcelado a 2 de cada 3 habitantes del planeta en diferentes tipos de encierro domiciliar y han restringido en diferentes grados, no solo la libre locomoción y las libertades individuales, sino han trastocado hasta los cimientos los circuitos de producción y de comercio mundial, demostrando una vez más lo anacrónico que se va volviendo el capitalismo en relación al desarrollo de las propias sociedades humanas y el mejoramiento de la vida de las masas.

Con mucho dolor la clase dirigente en el mundo ha tenido que detener las máquinas sacando de las fábricas a los trabajadores –verdaderos generadores de sus riquezas– enviándolos a las casas, subvirtiendo en los hechos la lógica capitalista. Pero también se han trasformado ante nuestros ojos y desde el encierro, las formas y los métodos en que la burguesía ejerce la dictadura del capital sobre el trabajo. La burguesía en todo el mundo, al presionar profundamente el débil ciclo natural, ha producido el virus, catástrofe escondida en el primer mes por la dictadura capitalista China –la más perfecta dictadura del capital sobre el trabajo.

En las metrópolis del capitalismo mundial (Estados Unidos, Europa, China, Rusia y Reino Unidos) es donde el golpe de la pandemia se ha sentido más fuertemente, ante la incapacidad creciente de la burguesía a elegir entre el bienestar de la economía o el de las masas. Este titubeo es el que ha causado las primeras miles de muertes, pues en todos lados las medidas fueron tomadas tardíamente para evitar lo que al final se volvió un hecho en todo el mundo, la recesión económica y los síntomas que ratifican una nueva crisis económica mundial más potente que la crisis hipotecaria del 2008 de la que recientemente salía el mercado internacional.

La burguesía y sus organizadores políticos en los diferentes regímenes, desde España (monarquía parlamentaria) hasta los Estados Unidos (bipartidismo imperialista), han optado por el encierro masivo ante su incapacidad de contener de manera unificada el desastre. Esto ha acelerado la descomposición de los regímenes democrático burgueses,  y las burguesías que operan desde las diferentes burocracias estatales del mundo han visto con buenos ojos la gestión draconiana de los capitalistas Chinos, mientras exacerban el ataque contra los organismos liberales multinacionales por excelencia, como la Unión Europea, incapaz de asumir la respuesta coordinada de la crisis haciendo de su futuro algo incierto.

Algunos amigos fariseos de la izquierda tonta de la consigna vacía se han vuelto a prestar de vagón ideológico del tren reaccionario de la clase dominante, al bendecir la dictadura capitalista de los grandes talleres chinos –no se enteran quién le fabrica las mercancías a los capitalistas de todo el mundo ejerciendo una dictadura atroz contra más de 1,300 millones de trabajadores– haciéndola pasar por comunista, donde el trabajador ha sido recudido al estado de siervo neo-feudal, muriendo de Covid-19 al pie de las maquinas que gestionan los capitalistas del partido chino.

Cuando finalice la pandemia, que debe finalizar porque la producción capitalista necesita sobre producir para poder especular en base a esa producción, no pueden tener permanentemente a los trabajadores en sus casas, aunque el virus siga en el aire; cuando esto suceda ya se habrá consumado la muerte de la democracia burguesa. Los regímenes en los hechos ya se han endurecido; en países de nuestra América el caudillismo, el autoritarismo de los lideres burgueses está a la orden del día tratando de encubrir con proclamas vaciadas de contenido el desmantelamiento neoliberal orquestado en las últimas dos décadas de los sistemas de salud pública tan esenciales hoy. En los rincones de nuestra patria centroamericana se le ha hecho más fácil a los aprendices bonapartistas Giammattei, Bukele, JOH, Ortega –si sigue vivo–, Alvarado y Cortizo restringir y aplicar diferentes medidas de encierro heredadas de las pasadas dictaduras militares de mediados del siglo XX.

Lo que se volverá un hecho después que pase el miedo al contagio que contuvo la ola de movilizaciones pre-revolucionarias que había en todas las latitudes del mundo al finalizar el 2019 (Chile, Colombia, Francia, Irán, Iraq, Palestina, China, Japón, Corea del Sur y la India), es que al salir los trabajadores y todas las demás clases sociales del encierro impuesto por la burguesía como único método para combatir el virus, las masas salgan del encierro a la lucha. La burguesía lo sabe, sabe ya que el encierro le ha dado la capacidad de endurecer más rápidamente el régimen político; también sabe que la crisis causada por el detenimiento parcial de la producción causará cataclismos sociales más potentes que los que se vivían al inicio del 2020. La crisis social sobrepasará en pocos días a la crisis sanitaria y la revolución estará esperando que la lucha que se inaugure cuando el encierro pase, produzca en las batallas de clases a la dirigencia que pueda conducir la revolución que luchará abiertamente contra la reacción más brutal de la burguesía internacional.


“Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado”. (Monseñor Óscar Arnulfo Romero)

Por Joseph Manuel Herrera

El sábado recién pasado (27 de enero) el presidente de Guatemala Alejandro Gimmattei le brindo un poco de aire al vendedor de humo Nayib Bukele, que hace a las veces de presidente de El Salvador, mientras no descuida su verdadera vocación como influencer millennial. Ambos mandatarios se dieron cita en la capital salvadoreña, el guatemalteco pasa a ser así el primer presidente que visita al influencer de la realidad virtual desde que tomara posesión del cargo el 1 junio del 2019. Muestra de la real influencia que tiene en la realidad el quijote de las redes sociales.

La visita estuvo habitada de contraste, fuera de los recurrente tópicos de amistad entre los ejecutivos de los débiles y fracasados Estados burgueses centroamericanos, la encuentro estuvo marcada por algo ya recurrente para Bukele y que parece ser la línea de acción de su homologo bonapartista guatemalteco, que no es otra cosa, que las promesas rimbombantes dirigidas sagazmente a los oídos de los agentes del capitalismo trasnacional, disfrazadas de unionismo centroamericano, unionismo que ellos solo profesan de palabra y que está dirigido expresamente a dar más libertades a las mercancías y a los mercados de exportación, mientras estas mismas libertades de transito se les niegan a los centroamericanos hoy.

Unidad de fronteras, puertos y aeropuertos para la libertad de las mercancías

Así es como recoge la reconocida revista financiera Forbes la noticia del rimbombante encuentro de ambos mandatarios: «Los presidentes de El Salvador, Nayib Bukele, y de Guatemala, Alejandro Giammattei, anunciaron este lunes que en los próximos meses concretarán la supresión de controles fronterizos para los ciudadanos de ambos países y de mercancía, sin temor a que esto incremente la migración ilegal y el contrabando de mercadería.» (forbescentroamerica.com del 28.01.2020).(Forbescentroamerica.com, 28/01/2020)

Después de una corta reunión de poco más de una hora, los mandatarios rescataron en su comparecencia frente a los medios, anunciando la firma del acuerdo que hará que los vuelos aéreos entre Guatemala y El Salvador pasen a ser vuelos de ámbito doméstico y no internacional, como hasta ahora sucede. Nayib Bukele por su parte declaro que esta iniciativa está encaminada a «…unir en todos estos diversos temas a estos dos países, que tenemos una historia en común». Alejandro Giammattei no podía dejar que su homologo se quedara con el anuncio más importante de la rueda de prensa, contrastando rápidamente que funcionarios de ambos países se reunirán para que «…en el término de no más allá de un mes, estar eliminando las fronteras de personas entre El Salvador y Guatemala». (Forbes 28.01.2020).

Pero el recién jurado en el cargo Alejandro Giammattei inmediatamente tuvo que matizar para poder filtra el verdadero interés que tienen los ejecutivos de ambos países en la unidad aduanera y migratoria que favorezca a las contadas fortunas en Centroamérica, y sobre todo a los grandes capitales trasnacionales: «…este mismo proceso se extenderá los siguientes meses para suprimir las “aduanas de mercancías” para que “el sueño tan añorado de tener libre tránsito de personas y mercancías sea una realidad». (Forbes 28.01.2020).

Lo que no dice ninguno de los dos siameses bonapartistas es, que esto más que beneficiar al centroamericano de a pie, está destinado a destrabar el recorrido centroamericano de los furgones de mercancías, recorrido aduanero, arancelario y de tiempo que se coloca entre los más difíciles para la libre concurrencia de mercancías en las américas y en el mundo. Siendo hoy día Centroamérica el trayecto más costoso para los exportadores, así como el menos dinámico por las continuas trabas burocráticas que hay de frontera a frontera.

Es esto una discursiva engañosa de centroamericanismo burgués tendiente a granjearse el apoyo de las fracciones de la burguesía comercial exportadora, misma que apoyo a Bukele en su vuelo de golondrina, de  las filas del desfallecido FMLN a ser el mejor representante de recambio en la representación del interés de los grandes comerciantes palestinos dueños de las tiendas departamentales en El Salvador, por medio del derechista partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), cuya gran mayoría fue formada por ex miembros del fascistoide ARENA.

De igual manera Alejandro Giammattei que fue jefe de presidios del empresarial gobierno de la Gran Alianza Nacional (GANA) del ex presidente Oscar Berger; y cuyo vicepresidente Guillermo Castillo que ha aludido a la unión comercial de Centroamérica en el programa (Razón de Estado) del gran evasor de impuestos y multimillonario regional Dionisio Gutiérrez, también es un reconocido peón de la burguesía exportadora chapina.

Guillermo Castillo formo parte de la junta directiva de la Cámara de Comercio de Guatemala (CCG), representando las haciendas del oligarca Castillo Sinibaldi, trayectorias poco disimiles que delinean el servilismo que ambos mandatarios y sus respectivos ejecutivos han tenido a los interés del gran capital exportador, ventajas que no tardaran en entrar en contradicción con las alas más retardatarias de la burguesía centroamericana, poco propensa a levantar las trabas proteccionistas de sus pequeños mercados finqueros, en favor de los interés de los grandes magnates, que ven cada vez más como camisas de fuerza las artificiales fronteras en Centroamérica, fronteras que son incompatibles con el estado actual de la globalización capitalista en la tropical y atrasada Centroamérica.

Pero aquí no acaba la cosa en el vaivén de anuncios de estos gobiernos del espectáculo permanente, pues «…el presidente guatemalteco planteó a Bukele la posibilidad de pedir al Banco Centroamericano de Integración Centroamericana (BCIE) la financiación para la construcción de un sistema de trenes de manera conjunta.» (Forbes 28.01.2020). Casi doscientos años han trascurrido de la independencia de 1821, y es hasta ahora que un pequeño sector de la burguesía centroamericana, empieza hablar de unidad territorial, unidad que en los clásicos Estados-nacionales se logró por medio de la levantamiento de complejos sistemas nerviosos de vía férrea, esto por si solo es suficiente para comprobar el nivel de atraso material, ideológico y programático de la clase dirigente centroamericana, que es en pleno siglo XXI que empieza hablar de lo que sus pares burgueses clásicos resolviesen a mediados del siglo XIX.

Por si no fuera poco los cantos de sirena de la hermandad Bukele-Giammattei conducentes a endeudar las de por si empeñadas arcas de los débiles Estados en Centroamérica, que viven en una permanente crisis fiscal por cargar sobre las masas populares y las clases medias la recaudación tributaria, mientras proporcionalmente los ricos de Centroamérica son los que menos contribuyen en las finanzas de los diferentes Estado, siendo de las burguesías que históricamente son más reticentes a cumplir con el fisco; ignorando esto una vez más, los siameses Bukele-Giammattei, pues como va ser posible que la unión la paguen los más ricos, los causantes en principio de la disgregación original de la patria centroamericana, el programa de estos demagogos es que la unión económica –no política– de Centroamérica la pague entonces el pobre en beneficio del rico, esa es la fórmula del unionismo burgués que pregonan los showmans que actualmente payasean en las presidencias de El Salvador y de Guatemala para placer de los bobos.

Se piensa así, adquirir más compromisos con el leonino BCIE, para acrecentar la deuda pública de los salvadoreños y de los guatemaltecos, mientras los ricos y los súper ricos solo cosechan los beneficios comerciales de este vacío discurso de unidad centroamericana en favor de las mercancías y no de los centroamericanos.

Vale que prometer es gratis, pero ahí donde estos paladines del capital prometen la reunificación del mercado, esconden bobaliconamente sus jugosos negocios: «Giammattei sostuvo durante la conferencia que su Gobierno ofreció a El Salvador una “salida al Atlántico” mediante la concesión de un puerto.» y continuo: «El Salvador únicamente tiene salida al océano Pacífico y para que sus mercancías salgan o lleguen al Atlántico se vale principalmente del traslado en camiones.» (Forbes 28.01.2020).

Nosotros no estaremos nunca en contra del libre tránsito de nuestros compatriotas centroamericanos, libre tránsito entorpecido por el histórico sectarismo de las finqueras burguesías centroamericanas; ni que los centroamericanos hagan libre uso de toda la infraestructura estatal, que es antes que todo sostenida por el dinero de los contribuyentes, en su mayoría pertenecientes a las clases populares y a la clase media. Pero no encubriéremos los reales intereses de esta fracción de la burguesía exportadora que, tras el disfraz de un emocional unionismo centroamericano, solo busca asegurar los privilegios de sus ricos jefes, verdaderos dueños de sus gobiernos de la parodia.

Estos privilegios los ha dejado claro el actual presidente de Guatemala, al anunciar la incapacidad de la burguesía de llevar estos apócrifos sueños a buen puerto: «Hemos ofrecido a El Salvador algo sin precedentes en la historia de la integración centroamericana” y “vamos a explorar ya, cuanto antes, la posibilidad de que El Salvador tenga un puerto en el Atlántico guatemalteco”, anunció Giammattei, cuya visita a El Salvador concluyó este mismo lunes.» sin ayuda del capital financiero que pueda recetarse las concesiones de estos puertos como garantía de su inversión, cobrando elevadas tarifas a los centroamericanos y beneficiando solo a los agentes del capitalismo trasnacional, verdaderos ganadores de estas lúdicas ensoñaciones de la hermandad Bukele-Giammattei, más claro que el agua, imposible: «Explicó [Giammattei] que dicho puerto se entregaría en una “alianza público-privada”, sin entrar en detalles.» (Forbes 28.01.2020). Los potentes discursos de unionismo burgués, parecen disiparse con la naturaleza pusilánime de los representantes de ambos Estados, pues entre líneas admiten la incapacidad material de la clase dirigente, para poder realizar sus divagaciones, sin seguir subarrendando e hipotecando a la patria centroamericana, en sus diferentes secciones.

Palo, represión y cárcel para los centroamericanos

Todos estos anuncios de ambas cabezas de los ejecutivos de El Salvador y de Guatemala llenando el ambiente de falso unionismo de la patria y de centroamericanismo burgués vacuo, contrastan definitivamente con la actual situación de los centroamericanos en su propia patria.

En menos de un año se ha oficializado el carácter carcelario del triángulo norte, después de que los cipayos gobiernos que  antecedieron en el cargo a  la hermandad Bukele-Giammattei se doblegaran ante el imperialismo, que sometió simultáneamente la soberanía de Guatemala, El Salvador y Honduras –como si fueran un solo Estado–, incluso la de Costa Rica al hacer que todos estos países firmaran acuerdos de tercer país seguro, asumiendo en los hechos el carácter de cárcel de espera del ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos, por sus siglas en ingles).

El vecino mexicano se conformó con el mismo discurso nacionalista en boca de Andrés Manuel López Obrador, mientras tanto Trump sin miramientos lo volvió el muro anti-inmigrantes que durante la campaña prometió que pagarían los mexicanos, a tal punto se ha mostrado el servilismo obradurista  que la anunciada Guardia Nacional (GN) ha pasado a ser poco más que la migra de los Estados Unidos en su versión rural. En la realidad México se ha vuelto el muro que prometió Trump, incluso cargando sobre los contribuyentes mexicanos el costo de la seguridad de la nueva frontera sur de Estados Unidos, ahora entre Guatemala y México.

Este año una nueva caravana migrante ha salido de San Pedro Sula, capital industrial del cada vez más empobrecido Estado de Honduras, debacle real que demuestra la pesadilla que ha venido cocinando la dictadura cachureca de Juan Orlando Hernández, quizá la cara más derechista de la burguesía centroamericana, ejemplo palpable de la bancarrota histórica como clase dirigente.

En el camino de esta nueva caravana, hemos podido apreciar los desmanes que las propias fuerzas de seguridad de Honduras, Guatemala y El Salvador cometen contra los compatriotas que migran huyendo de la debacle que ha venido preparando la burguesía en sus fracasados intentos de Estados-finqueros en Centroamérica, la policía y el ejército hacen todo lo posible para detener el libre tránsito de los migrantes, transito respaldado contradictoriamente a sus leyes por el Convenio Centroamericano de libre movilidad o CA-4, que permite que los nacionales de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua puedan transitar por las fronteras sin otro requisito que su documento de identidad.

Eso es la burguesía Centroamérica y sus representantes públicos, un vaivén de contradicciones, un encuentro inmanente entre el querer y nunca poder. Mientras hablan de unir el mercado como ya sucede entre Guatemala-Honduras-El Salvador, que son hoy juntos la primera economía de istmo, dándole más libertades a la mercancías, mientras los compatriotas de toda Centroamérica son reprimidos en las fronteras, gaseados como los hondureños por la Policía Nacional Civil (PNC) de Guatemala en su tránsito legal entre ambos países; se promete que las mercancías no serán ya grabadas con aranceles mientras a los migrantes son extorsionados y acosados por la policía  y el ejército, supervisados de cerca por sus jefes, agentes del ICE gringo en la propia Guatemala.

De igual manera se promete que aquellos que puedan pagar un vuelo de avión entre Guatemala y El Salvador no serán controlados como hasta ahora se hace en los aeropuertos de ambos países, pero los descalzos hijos de Centroamérica, verdadera sangre de la patria despedazada por la burguesía, deberán huir aun a pie de Honduras, de Nicaragua, de El Salvador, llegando incluso a permanecer en el limbo de la frontera Guatemala-México, donde se les acosa, se les reprime a ambos lados, y se les invita a regresar a la miseria que la propia burguesía ha causado en sus pequeños Estados.

Este es el unionismo que pregonan los burgueses encabezados hoy por la hermandad bonapartista Bukele-Giammattei. Una unidad de los mercados para seguir proveyendo de libertades a las mercancías, mientras los centroamericanos son condenados a vivir otra centuria en la humillación y la pobreza, en el aplastamiento y la subyugación burguesa. Unidad del istmo para que sus caudales, sus grandes capitales no encuentren frontera física o imaginaria que los detenga, unidad para socializar de mejor manera la pobreza de los centroamericanos, para oprimir de mejor manera a este pueblo que hoy, en la pesadilla y desatinos de casi 200 años de intento burgués de construcción de los débiles Estados en detrimento de la propia Centroamérica, empieza a volverse a reconocer como iguales.

Bastara dos o tres jornadas de lucha contra esta misma burguesía que pregona la unidad y el centroamericanismo de los capitalistas para unir indivisiblemente a los centroamericanos en su lucha por reunificar a la patria, patria que en los hechos es negación de la clase dirigente que torpedeo históricamente la unidad de los centroamericanos.

Federalismo revolucionario para detener 200 años de desastres de la clase dirigente

Fueron las sectarias fracciones de la burguesía centroamericana la que durante todo el siglo XIX y XX promovieron la disgregación y separación política de Centroamérica, separación con el explícito fin de hacerse del control de sus respectivos pequeños estados cipayos. Fue esta misma burguesía la que estableció las fronteras internas de Centroamérica, la que promovió la división aduanal y migratoria, para controlar no solo la producción el tránsito de bienes, sino la propia mano de obra de los centroamericanos.

Esta misma burguesía que en su lucha liberal inacabada por la construcción de sus débiles Estados-nacionales, negó sistemáticamente a la patria centroamericana; es ahora esta burguesía en su versión neoliberal, síntoma de la etapa del capitalismo global la que niega sus postulados originales, busca destruir las propias trabas que en el pasado pusieron en Centroamérica, porque el desarrollo del mercado ahora así lo requiere. Es por la libertad de los mercados y el libre tránsito de sus riquezas lo que los ha movido a especular demagógicamente sobre la unidad burguesa de Centroamérica, que no será nunca unidad política y social de los centroamericanos.

El próximo año, se cumplirán 200 años de la independencia de 1821, después de casi dos siglos la burguesía no ha podido hacer más que un desastre, en su incapaz empresa de construir débiles Estados en Centroamérica. Es tarea entonces de los centroamericanistas revolucionarios, de los federalistas la unidad real de la patria. Es pues tarea de la revolución que deben dirigir los trabajadores, los campesinos, los pueblos indígenas, las mujeres y los estudiantes la reunificación federal de Centroamérica.

Fácilmente la burguesía podría dirigir 200 años más el destino del istmo, y nunca podrá unir a Centroamérica, porque es ya a la luz de su propio desastre, de la bancarrota, el hambre, la represión y la falta cada día mas de las libertades de cada uno de los centroamericanos, que demuestran que es una clase históricamente incapaz de dirigir coherentemente a la sociedad, están irreductiblemente condenados al basurero de la historia, es tarea de los revolucionarios acelerar ese tránsito hacia la verdadera unidad federal de Centroamérica.

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