Por Antonio Renard

El gobierno de Macron, aculado por las movilizaciones monstruo a lo largo y ancho del territorio francés anunció este martes la moratoria sobre los impuestos de los carburantes, la electricidad y otras medidas impopulares tomadas por esta administración.

El primer ministro Edouard Philippe por medio de una conferencia de prensa en cadena nacional intentó convencer al conjunto de población que esta moratoria era suficiente para echar abajo el movimiento. Sin embargo, lejos de convencer sembró más inconformidad y bronca. Toda la violencia verbal e institucional del macronismo en contra de los trabajadores y el pueblo ha tenido un efecto detonador en la reacción de los chalecos amarillos.

Cabe recordar las expresiones del presidente cuando cuestionó el monto de los subsidios sociales, el cual estimó como un “platal” casi desperdiciado. Durante la campaña electoral, al ser cuestionado por un grupo de obreros espetó que “había que merecer vestir un traje entero” como los que el viste de 3 mil euros. A un desempleado que le llegó a exponer su situación le dijo que “era solo de atravesar la calle” para conseguir un empleo. Luego de esas salidas peyorativas, el primero de mayo, un personaje oscuro parte de su círculo cercano, Ben Allah participó sin estar autorizado, puesto que no es miembro de la policía, en la represión de manifestantes luego de las protestas del primero de mayo golpeando a diestra y siniestra a jóvenes sin motivo alguno.

Al día de hoy, los bloqueos continúan y no han mermado. El sábado la convocatoria para manifestar en París se mantiene viento en popa.

Los estudiantes de secundaria entran a escena

Como medida de protesta contra la reforma del bachillerato, cerca de 180 colegios en toda Francia están bloqueados. En ciudades como Tolosa, los enfrentamientos entre estudiantes y la policía del régimen causaron varios heridos y la interrupción de todo el transporte urbano.

Esta movilización impulsada por uno de los sindicatos de estudiantes, ha sido también para converger con el movimiento de los chalecos amarillos. Los otros dos sindicatos estudiantiles han llamado a bloquear para este viernes todos los liceos del país y a participar en una importante movilización para el 6 de diciembre.

Los sindicatos universitarios de dos universidades de Paris también han hecho eco de las movilizaciones y llaman para unirse este sábado a la manifestación en Paris.

Otros sectores como los sindicatos de transporte terrestre llaman a una huelga indefinida a partir del domingo a las 10 de la noche. Esto quiere decir que cerca de 700 mil afiliados en todos los sectores del transporte terrestre, mudanzas, carga, remesas de dinero y otros se estarían sumando a este llamado.

En el recuento también entrarían los agricultores que expresan su rechazo a las políticas impulsadas por el gobierno, aun si dicen que no respaldan a los chalecos amarillos.

En varias ciudades se han dado situaciones de confraternización entre delegados sindicales y sectores de trabajadores sindicalizados que se unido a las manifestaciones de los chalecos amarillos.

La huelga general se impone

El gobierno de Macron se ha llevado ya varios golpes contundentes. Sin embargo para derrotarlo y exigir su renuncia se debe convocar a una huelga general, tal y como hace cincuenta años, en el mayo del 68, se provocó la renuncia del general de Gaulle.

Los partidos de izquierda, las centrales sindicales y todos los sectores obreros y populares deben de poner sus recursos para sostener este movimiento sin ambigüedades.

Esta lucha podría ser la decisiva para hacer cambiar el curso de las políticas neo liberales que han aplicado sin miramientos los empresarios, los banqueros y la UE.


Por Antonio Renard

Las imágenes de los últimos fines de semana, donde los chalecos amarillos, nombre de un colectivo ciudadano que llamó a partir del 17 de noviembre a protestar contra los recientes aumentos en el impuesto a los carburantes, especialmente el diesel, han tomado las portadas de los diferentes noticieros. Paris, la ciudad de la luz, esta vez no brilla por la torre Eiffel si no por los vehículos de la policía y otros que han sido incendiados luego de los enfrentamientos entre los CRS y los manifestantes.

Esta ola fluorescente se ha esparcido a lo largo y ancho del hexágono pero también ha llegado hasta Bélgica, en la región valona al sur del país. Todas las fuerzas políticas y sindicales han sido tomadas por sorpresa debido a que pensaron que no pasaría de un simple plantón. Pero la dinámica de la lucha ha sobrepasado por su fuerza y por los métodos combativos cualquier proyección simplista del asunto.  Su consigna, la dimisión de Macron, que antes de estos incidentes se encontraba ya en una situación de fragilidad en los sondeos de opinión, por debajo de Hollande en la misma época.

¿Esta nueva ola de protestas, será la vencida?

Desde hace un poco más de un quinquenio, una serie de manifestaciones, huelgas y otros movimientos sociales han tratado de enfrentar a la deriva neo liberal de los gobiernos de turno. En el 2012, el presidente Sarkozy fue derrotado en las urnas y la elección de François Hollande generó una enorme expectativa en las masas, luego de haber utilizado un discurso izquierdoso durante la campaña presidencial. El anuncio del impuesto a la fortuna y otros más quedaron en el tintero o fueron convertidos en simples recordatorios moralistas. Por el contrario, el gobierno de Hollande, junto con su flamante ministro de finanzas Macron avanzaron en una ofensiva en contra de los trabajadores y el pueblo. La ley el Khomri puso fin a una serie de derechos adquiridos por la clase trabajadora que vinieron a ser rematados por la reciente reforma del código de trabajo impulsada por la actual administración.

A la par de esto, siguiendo el dogma neo liberal, la reforma fiscal hizo que los impuestos para los ricos disminuyeran en un equivalente de 4,5 millardos de euros. Un hueco en las finanzas publicas que no tienen forma de recuperarse por otro mecanismo. En resumen, un regalo a los ricos y poderosos del país.  Un ataque también al monto de las pensiones vía la combinación de dos mecanos, el aumento de la CSG (contribución social general) y el congelamiento de los aumentos de las mismas, ha dado un duro golpe a este sector de la población. Entonces podemos ver en dónde comienza a apretar el zapato.

Durante la administración Hollande, los intentos para criminalizar la protesta mediante la utilización de la ley anti terrorismo dio sus frutos. La represión de los estudiantes que conformaron el movimiento Nuit Debout junto a otros sectores de la población que empezaron también por medio de las redes sociales a intentar organizarse. El ejemplo de “on vaut mieux que ça” (valemos más que eso) denunciaba las condiciones de sobre explotación que padecen los trabajadores jóvenes sub pagados o victimas de practicas abusivas en las empresas. La “Convergencia de luchas” también apareció en el mismo periodo. Las asambleas ciudadanas en las plazas de las principales ciudades del país trataron de organizar el descontento. La reacción del entonces primer ministro Manuel Valls fue brutal. Los jóvenes y demás participantes fueron desalojados manu militari.

Además de los elementos antes citados, la participación de la militancia sindical no fue para impulsar la lucha si no mas bien para contenerla y tratar de coptarla burocráticamente. La división entre los luchadores tuvo un efecto nocivo para el movimiento y creo desconfianza en las bases que salieron a luchar. La burocracia sindical jugó una vez más su rol traidor a los intereses de la clase trabajadora.

La huelga de los ferroviarios también fue una gran oportunidad desperdiciada por la dirigencia sindical y por La France Insoumise liderada por Mélenchon, tercer partido más votado en las elecciones del 2017.

Al mismo tiempo que los trabajadores de la SNCF, la empresa estatal de los ferrocarriles, empezaban la huelga, los estudiantes universitarios empezaban una huelga con toma de sedes universitarias en casi todo el territorio para oponerse a las nuevas restricciones para el acceso a los estudios superiores. Los primeros se oponían a la reforma del estatuto de los trabajadores y a la privatización de varias líneas del ferrocarril, al mismo estilo que la realizada en Inglaterra en los años ochenta.

Ambos movimientos fueron derrotados por la ausencia de unificación de las luchas, muy a pesar que en las bases esa necesidad de unidad de acción fue expresada muchas veces por medio de asambleas  y piquetes conjuntos sobre todo cuando las fuerzas represivas del régimen empezaron a atacar a los estudiantes para desalojarlos de las sedes. La LFI se caracterizó por llamados huecos y por manifestaciones esporádicas en algunos lugares para lanzar la figura de Mélenchon como primer opositor al gobierno, pero sin llamar a la huelga general. Una lenta agonía hizo que el movimiento se desvaneciera pese a la resistencia heroica de los trabajadores del ferrocarril.

Estos aspectos son importantes para entender el marco actual de las cosas y porqué también la desesperación de miles de miles de franceses se traduce en estas manifestaciones.

Al momento de escribir estas líneas, el gabinete se reúne de emergencia para analizar la situación. Macron recién entrado de la cumbre del G20 en Argentina fue a visitar los daños en el arco del triunfo, no sin ser acompañado de un coro de transeúntes que le pedían su renuncia.  Tal y como lo dice el presidente del senado, Gérard Larcher, que el gobierno “no puede permitirse un tercer sábado negro”.

Los chalecos amarillos, lejos de la caricatura la realidad de los testimonios

El detonante de toda esta bronca ha sido el aumento del impuesto a los carburantes como se ha mencionado antes. Los más afectados son un sector de la población que debe movilizarse en vehículos, principalmente diesel, que han visto cómo los precios se dispararon con el argumento de la transición ecológica. Este argumento falaz esconde varias cosas. En un primer lugar oponer a las medidas ecológicas contra el cambio climático a la población en general.

Al contrario de los Estados Unidos (el país más energívoro del planeta) la UE orientó el consumo del diesel para la flota vehicular. Luego, los expertos “descubrieron” que dicha apuesta creaba muchos problemas de salud ligados a la emanación de partículas finas. La orientación cambia ahora para favorecer los vehículos que consumen gasolina que, estos a la vez aumentan la cantidad de CO2 y posteriormente, una vez que la industria automotriz asi lo acepte, pasar a los vehículos eléctricos, que tienen otras consecuencias nefastas para el ambiente como por ejemplo la composición de las baterías y otras partes del motor. Los escándalos de los engaños de los tests en que se han visto envueltos los gigantes de la producción automotriz como VW y los otros que le han seguido dejan en entredicho las verdades argüidas por los gobiernos de la UE para combatir el cambio climático. Las medidas restrictivas para impedir la circulación de ciertos modelos contaminantes castigan fundamentalmente a los que menos ingresos tienen.

Por otro lado, el recorte de presupuesto en los transportes públicos ya sea a nivel nacional como a nivel regional, dejan a muchos trabajadores presos de estos aumentos y golpean a la categoría de más bajos salarios. Dentro la lógica neo liberal del gobierno, las compañías que más contaminan como la aeronáutica se ven exentos de impuestos para el “fuel” de los aviones. Los gigantes petroleros como Total, por ejemplo, también pagan sumas ridículas. Otra vez mas, Macron se ciñe con los trabajadores y el pueblo.

Estos gilets jaunes expresan en su mayoría que, a mediados de mes, sus cuentas están ya en rojo. Muchos viven con salarios mínimos o de empleos mal pagados. Este aumento de  los combustibles representa un duro golpe a sus bolsillos. La planificación urbana en la periferia y las zonas rurales hace que los pobladores tengan que hacer grandes recorridos en sus vehículos particulares. Bajo la consigna de la rentabilidad, médicos, bancos, comercios han desertado los pueblos para aglomerarse en centros urbanos con mayor población.

Este costo que han disminuido por un lado se ha trasladado a los usuarios que, antes la poca frecuencia de los transportes públicos (también recortados por aspectos de “rentabilidad”) no tienen otra alternativa que utilizar el vehículo para todos los desplazamientos. Los anuncios del gobierno para dotarles de primas para poder cambiar de carro no llegan a satisfacer las necesidades, es una simple medida demagógica ya implicaría un nuevo crédito a cargo de los trabajadores que ya no pueden más.

Algunos de los elementos dentro de los “chalecos amarillos” pertenecen a partidos de la extrema derecha. Pero como en varios poblados, cuando han querido ponerse como interlocutores de estos, las bases los han sacado y no aceptan su discurso xenofóbico al querer poner en la palestra el problema de la migración como el número uno. Por otro lado, algunos de los académicos y miembros de la intelligenzia critican a estos luchadores por la “falta de claridad”. En algunos centros urbanos, las asambleas de luchadores han expresado una gran claridad sobre las causas del problema, los recortes presupuestarios y la negativa para que el país se transforme como lo pretenden Macron y los liberales de todo cuño en un modelo social a la estadounidense o inglés donde las conquistas sociales han borradas por la ofensiva conservadora de los últimos treinta y pico de años.

Abajo el gobierno de Macron! Que la crisis la paguen los ricos!

El llamado de los luchadores es claro: “Macron démission” . Como ministro primero y como presidente después, ha demostrado que su proyecto es para que crisis la paguen los trabajadores y el pueblo. Por otro lado, los regalos a los multimillonarios y los grandes empresarios no terminan.

El silencio de las centrales sindicales es un mal síntoma y busca salvaguardar el status quo. Las bases de los sindicatos deben presionar a las cúpulas para que se organicen asambleas democráticas y poder converger con la lucha de los chalecos amarillos. La violencia social impuesta por Macron y los neo liberales puede ser detenida.

Por otro lado, las bases de LFI debe llamar también a profundizar la lucha y ponerse al servicio de la misma. No bastan con discursos interminables en el parlamento para que la correlación de fuerzas cambie.

La unidad internacional es también muy importante. Los chalecos amarillos belgas y franceses deben de unir las fuerzas para enfrentar a los mismos enemigos a ambos lados de la frontera. Michel y Macron representan lo mismo para la clase trabajadora en ambos países.


Por Nicolas Le Brun

Una cumbre bastante particular se desarrolló a mediados de este mes entre el 11 y el 12 julio en Bruselas. En medio de una crisis profunda y de enfrentamientos comerciales entre las principales potencias económicas del planeta, los miembros de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte se reunieron para abordar los principales puntos de agenda de esta organización imperialista.

La OTAN nace en 1949  con el objetivo de proteger los intereses de los países miembros pero fundamentalmente de la principal potencia militar del orbe: los Estados Unidos.

Después de la Segunda Guerra, los yanquis se ven catapultados como la primera potencia del orbe, desplazando a las viejas potencias europeas. Los Estados Unidos logran abrir bases militares en casi todos estos países, lo que reforzaba su papel hegemónico.

Trump calienta la escena

Durante el periodo de esta administración yanqui, el inquilino de la casa blanca no ha cesado de atacar a los países miembros de la UE por, según él, el escaso compromiso con respecto a la defensa. Concretamente, en la reunión de presidentes del año 2017, Trump ya anunciaba el color de sus intenciones al exigir que los países miembros deberían aumentar el presupuesto militar, una reunión para inaugurar la nueva sede de la OTAN en Bruselas por un valor de 1,1 millardos de euros.

En su retórica electorera acostumbrada, él ya había denunciado el hecho que “la carga para el contribuyente estadounidense era demasiado injusta” (Le Monde 25/05/2017). Sin embargo al terminar dicha reunión, Trump dijo “sentirse satisfecho” (ídem) de los resultados obtenidos, en esta reunión que no quiso estampillarse con el nombre de cumbre.

La demanda de Trump es clara, los principales países de la coalición deben llegar a gastar el 2% de su PIB en la defensa. Esta suma representaría según los cálculos de varios expertos una suma cercana a los 100 millardos de dólares suplementarios por año si la UE y Canadá llegaran al objetivo propuesto por la administración estadounidense. Es claro que en medio de la actual crisis y sobre todo en medio de la guerra comercial que también se pelea en el frente de la industria del armamento, la reticencia de los otros estados miembros a llegar a este tope es fuerte, en especial en Alemania, la locomotora de la industria europea que aporta el 1,2 %de su PIB a los gastos de defensa. Aumentar ese monto costaría bastante en términos políticos electorales a cualquier administración dado a que luego de la experiencia de las dos derrotas en los conflictos mundiales y de la desconfianza hacia la cúpula castrense, provocaría un serio conflicto que fragilizaría de nuevo la alianza conseguida por la Merkel.

En este sentido, la canciller alemana no ha ahorrado sus palabras para demarcarse de la actual línea de la casa blanca. En mayo manifestaba que “ ya no podemos contar con Estados Unidos” (La Vanguardia, 22/07/2018) aunque luego de la cumbre se ha mostrado mas conciliadora al manifestar que “a pesar de todo, las relaciones trasatlánticas, incluido el presidente de los Estados Unidos, son cruciales para nosotros, y yo seguiré cultivándolas”

Los esfuerzos diplomáticos por lograr un entendimiento con los Estados Unidos no han cesado en los últimos tiempos. Una seguidilla de visitas de los jefes de estado europeos no han cesado de producirse y no han dejado de abordar los temas mas candentes como la ruptura del acuerdo nuclear iraní o la guerra comercial declarada por Trump .

Esto no ha apaciguado al jefe de la banda imperialista. Luego de la visita del presidente Macron en le mes de mayo del presente año, Trump hizo añicos el acuerdo nuclear iraní, forzando a varias empresas europeas y yanquis, dentro de ellas PSA, Renaul, Total, Boeing, General Electric,  Airbus y  otras, a retirar sus operaciones en este país bajo el riesgo de sufrir las sanciones decretadas por el presidente estadounidense.  El golpe económico no es cualquiera, a manera de ejemplo Airbus, la empresa de construcción de aviones europea, había ya llegad a un acuerdo de dos líneas aéreas iraníes por un total de 100 aviones, dentro de ellos los grandes A320 neo (BFM Bussiness 9/05/2018).  Todas ellas deberán parar sus operaciones bajo amenaza, ya que si no lo hacen, se verían expuestas a parar sus operaciones en el territorio yanqui, lo que representa uno de los principales mercados fuera de las fronteras propias de la UE.

Una nueva pax americana se dibuja en los tweets de Trump

Antes de llegar a Bruselas, el presidente Trump lanzó varios dardos bien envenenados contra Alemania país al cual critica por su dependencia energética de Rusia y por otro lado de la presencia de las bases militares gringas que aseguran la “protección” de Alemania contra la amenaza rusa en la región. Cabe recordar que, luego del conflicto en Ucrania y de la anexión de Crimea a Rusia, la UE y los Estados Unidos lanzaron un embargo comercial que hizo trastabillar al gigante ruso.

Sin embargo ahora las baterías yanquis apuntan a la toda poderosa industria europea y china. En el primer caso las exportaciones de acero que ya han sido gravadas por los Estados Unidos suman 6400 millones de euros anuales (La Vanguardia, 22/08/2018) Pero de proceder el gobierno yanqui a gravar con el 20% ya se estaría hablando de palabras mucho mayores. En este casi la cifra por las exportaciones anuales en vehículos y en piezas de repuesto, se elevan a 51 000 millones de euros. Esto sin tomar en cuenta las consecuencias sobre el empleo de los mayores fabricantes de vehículos en la UE como es el caso de Alemania y las diferentes filiales distribuidas a lo largo del continente. Esta amenaza no solo seria sobre los empleos directos si no que también sobre los miles de miles empleos indirectos que se disgregan en las PME.  El presidente la UE, Jean Claude Juncker hará una visita el próximo 25 de julio a Washington para tratar de aplacar la furia y evitar estos nuevos aranceles sobre los vehículos europeos. El desequilibrio comercial sobre todo en los coche de lujo es abismal.

En este contexto, los tratados multilaterales no son del agrado del sector empresarial que representa la actual administración. El constante torpedeo de todos estos acuerdos durante y después de la campaña electoral no son si no el reflejo de una nueva relación de fuerzas que el imperialismo yanqui quiere imponer al mundo.

En este sentido Jean Pisany del thin-tank Bruegel, resume en estos términos la estrategia de la Casa Blanca”(Trump) quiere imponer una relación de fuerza bilateral sustituyendo el contrato multilateral” Y luego continua “ Al contrato multilateral le sustituye la pura relación de fuerzas bilateral”. (La Vanguardia ídem) Si bien la UE ha tratado de paliar esta nueva situación firmando un nuevo tratado de libre comercio con Japón, pero que no resuelve el conflicto con el mandatario yanqui.

En el campo estadounidense, las instituciones claves del estado yanqui como el FBI o la corte suprema se han convertido en el objetivo de la nueva relación de fuerzas que ha impuesto Trump. La destitución de jefes o subjefes del FBI que no han aceptado su política interna o la imposición de un nuevo magistrado en la Corte afín a su política de ataque a los derechos democráticos, han sido el sello de esta administración. El paralelismo que hace el politólogo Brendan Nyham es mas que elocuente” La alianza occidental y el comercio mundial comienzan a estar sometidos a las mismas presiones que somete Trump a las instituciones nacionales” (The  New York Times 10/06/2018)

En ese mismo sentido Carl Bildt ex ministro sueco de Relaciones Exteriores y ex primer ministro sueco afirmaba que “ Seria un error fatal de parte de las potencias occidentales de renunciar a las ideas y las instituciones que han dado origen a la prosperidad y a la estabilidad en las décadas anteriores”  (Courrier International n°1445)

Este objetivo de fisurar los acuerdos y las instituciones que a lo largo de las ultimas décadas han garantizado el orden imperialista mundial no ha sido del total agrado ni beneficio de los sectores de la burguesía yanqui que se han visto relegados de ciertas partes del mercado mundial. La emergencia de nuevas burguesías como la china han hecho que una parte de la riqueza se haya acumulado fuera de su alcance.

La concentración de capital que se ha producido luego de la desaparición de los estados obreros no solo ha desatado una contrarrevolución económica y social en contra de los trabajadores y las masas, si no que también ha desatado una pugna inter imperialista, en el campo de los vencedores de esta etapa. Esto implica que el rol hegemónico de los Estados Unidos deben también verse reflejados en un nuevo orden mundial que asegure una parte más grande del pastel para la burguesía yanqui.

Esto, evidentemente no va a ser el producto de un tweet o de una nueva bronca de Trump en los medios de comunicación. Esto va a ser el producto de múltiples y escabrosas negociaciones donde los principales sacrificados van a ser los trabajadores del planeta, independientemente de su nacionalidad o de su origen. 

La construcción de un partido internacional de los trabajadores deja de ser una quimera para transformarse de nuevo en una realidad de hierro. El ejemplo de los trabajadores de Amazon que se han puesto en huelga en Alemania y Portugal luego que los compañeros de España fueran salvajemente reprimidos por la policía en medio de una protesta reclamando mejores condiciones de trabajo no es mas que un ejemplo ilustrativo. Le han seguido los trabajadores de la aerolínea de bajo costo Ryanair y otros seguramente seguirán el ejemplo. Ese es un primer paso para después transformarlo en la construcción de un partido de lucha a nivel internacional que nos saque de las cadenas nacionales donde la burguesía nos quiere dejar atrapados.


Por Nicolás Le Brun

Hace un año, luego de una campana en que la política francesa conoció por primera vez en mucho tiempo, la caída del modela bipartidista, el outsider de Emmanuel Macron, tomó el poder al frente de un nuevo partido, La République en Marche. Esta nueva estructura se compone de varias figuras salidas de varios partidos, el Partido Socialista, la derecha liberal clásica y otros provenientes del mundo empresarial. El miedo de los franceses de ver en el Eliseo a la candidata del partido de ultra derecha, el Frente Nacional, hizo que en la segunda ronda se volcaran a votar por el partido de Macron.

Con una larga mayoría en la Asamblea Nacional, el parlamento francés, los proyectos neoliberales de Macron han tomado su ruta. Uno de los ejes de su campaña, la reforma del código de trabajo, fue reformado gracias a la aplicación de un mecanismo legislativo de corte bonapartista, como lo son las ordenanzas.  Este modo de funcionamiento es el mismo que se conoce como gobernar por decreto. Este mecanismo existe desde hace mucho tiempo dentro del marco jurídico francés, prueba que la burguesía no se ata de manos a un modelo dizque democrático, para hacer pasar en periodos de crisis las reformas que le son fundamentales para avanzar en sus proyectos.

En el pasado reciente, el gobierno de François Hollande, a través de su primer ministro, Manuel Valls, utilizó el 49.3 para hacer pasar dos leyes que venían a modificar las relaciones de trabajo y la apertura de las empresas públicas a la competencia. Se trató de la ley El Khomri y de la ley Macron, ambas impulsadas por el entonces primer ministro Manuel Valls. Este giro neoliberal enfrentó en los primeros momentos una fuerte oposición de un sector del partido socialista en el poder, lo que hizo que se adoptara este mecanismo para garantizar la aprobación de los proyectos. Esto evidentemente le pasó la factura al gobierno de Valls-Hollande, lo que se vino a manifestar en las elecciones presidenciales y legislativas de hace un año. El partido socialista hizo implosión junto con Los Republicanos de la derecha clásica para dejar la via libre al nuevo partido de Macron impulsado por el todo poderoso MEDEF, la asociación de patrones de Francia.

La resistencia obrera y popular vino en parte de una serie de huelgas de la clase trabajadora y sobre todo de un movimiento estudiantil y popular que se vino a agrupar en “Nuit debout”. Asambleas populares en las plazas de varias ciudades del Hexágono empezaron a tomar una dinámica reivindicativa sobre todo de los sectores más jóvenes de la población confrontados a un deterioro creciente de sus condiciones de vida. Empleos y contratos precarios y la falta de perspectiva laboral o académica los llevaron a llenar las plazas. Sin embargo, este movimiento fue salvajemente reprimido por los CRS provocando que se desinflara al cabo de unos meses.

Además de estas reformas, una más de orden fiscal, ha hecho que los sectores con mayores ingresos se hayan visto beneficiados al contrario de los pensionistas y otros sectores más débiles que han visto aumentar su carga impositiva.

Todo esto entra dentro los compromisos que ha adquirido los gobiernos de Hollande y Macron para llevar al país a tener un déficit menor al 3%, según los dictados de la Comisión Europea. Durante años, Francia no ha podido cumplir con este acuerdo, puesto que en materia social y de finanzas públicas, el sistema francés conserva muchas ventajas con respecto a los vecinos de la Unión. Países como Alemania, los Países Bajos, Inglaterra y otros han recortado a fondo los programas sociales, han puesto a los desocupados a trabajar hasta por un salario de 1€ la hora o aceptar los mini Jobs, contratos precarios que afectan sobre todo a las mujeres y que aún combinando varios de estos, los trabajadores se mantienen bajo el índice de pobreza. Es lo que se conoce como la flexi-seguridad, una forma de ofrecer ventajas mínimas a cambio de contratos precarios. 

Pero el objetivo principal es el de expropiar los sectores más rentables del sector público para pasarlos a las manos del sector privado. Dentro de este contexto es que, durante varios años la falta de inversión en los transportes públicos, los subsidios y exoneraciones para los competidores han aumentado, todo con el objetivo de liquidar las empresas públicas y privatizar los servicios de salud, perjudicando a los sectores con menores ingresos.

La reforma del estatuto de los ferroviarios ¿la madre de todas las reformas?

Todo la anterior, si bien ha golpeado fuertemente al conjunto de la clase trabajadora francesa, la reforma a este estatuto se presenta como el punto de inflexión de esta administración.

“No se trata de una huelga ordinaria, porque podría definir el futuro del mercado laboral europeo…(esta reforma) es la punta de lanza de su gran programa de reformas económicas…(los ferrocarriles) serán el catalizador del éxito o el fracaso de las reformas estructurales” (El Periódico de Cataluña , en Correo Internacional n° 1432)

Esta huelga se desarrolla de una forma poco frecuente en el movimiento social. Se trata de una huelga a cuenta gotas, es decir que no es una huelga general indefinida, si no toda una calendarización de la huelgas, que toma varios días de la semana, sobre todo en semanas donde la frecuencia de viajeros suele ser mayor a la normal, como por ejemplo al inicio y final de las vacaciones de Pascuas, los feriados con fines de semana largos, etc.

Este movimiento ha tenido una gran acogida, a pesar de la feroz campaña en su contra que han hecho los medios de comunicación franceses. La burguesía francesa, salvo raras y puntuales excepciones, se ha puesto detrás del presidente para apoyarlo en esta lucha que se lleva a cabo.

Pero el contexto social es álgido en este momento en el país galo. Los estudiantes han entrado también en lucha a raíz de una reforma en el proceso de admisión a las universidades que propone una selección de los estudiantes mediante un sistema de colador para evitar según las autoridades, que haya tanto estudiante repitiendo luego del primer año de carrera. Una forma que en América Latina ya conocemos, puesto que ha sido aplicada desde hace casi más de tres décadas y lo que ha hecho es profundizar la brecha social en cuanto al acceso a las universidades públicas. Cada vez más los hijos de la pequeña burguesía copan las carreras con más alta demanda y los hijos de los sectores populares ven alejadas sus posibilidades de acceder a la educación superior universitaria. Es evidente que este discurso de eficacidad, también esconde un objetivo económico liberal, el de disminuir considerablemente la factura en la educación superior pública.

Los estudiantes han empleado métodos de movilización bastante radicales. La ocupación de varias facultades y universidades a lo largo y ancho del territorio no ha pasado desapercibida. La ultra derecha ha organizado, con la complicidad de las autoridades universitarias y del gobierno, escuadrones para desalojar a la fuerza a los estudiantes en lucha. Sin embargo, esto no ha hecho hasta el momento que el movimiento se debilite, sobre todo por la entrada en la escena del contingente obrero de los ferrocarrileros.

Otro punto más de tensión para el gobierno neo liberal ha sido la lucha en Notre Dame de Landes, en Nantes, donde un proyecto de construir un aeropuerto fue abandonado recientemente por el gobierno, después de varias décadas de oposición de parte de la población para proteger unas formas agrícolas de producción propias de la región. Desde hace algún tiempo, los Zadistas(un acrónimo de  que representan a unos activistas de la zona del aeropuerto, que decir “zona a defender” en francés) han ocupado y organizado cooperativas de producción agrícola. Los enfrentamientos entre miembros de este movimiento y la policía no han dejado de llevarse a cabo desde hace varias semanas ya, sin que los miles de CRS movilizados con vehículos especiales, hayan podido lograr su objetivo.  Varias manifestaciones conjuntas de los sectores en luchas en diferentes ciudades, agrupando a varios miles de personas, se han sucedido a lo largo de estas semanas.  A este cuadro se la debe sumar la entrada en escena de los pilotos y personal de Air France que también demandan mejoras en sus condiciones de trabajo, mantienen sus huelgas programadas para el 17, 18, 23 y 24 de abril.

Estas huelgas graneadas son importantes, pero hace falta la unificación de todas las luchas y emplear la más poderosa de todas las armas que tiene el movimiento de los trabajadores, la huelga general indefinida. Este pulso, si es organizado desde las bases con métodos democráticos en la toma de decisiones seria la punta de lanza para hacer retroceder al inquilino del Eliseo. Sin embargo, la división en la cúpula de las diferentes centrales sindicales, unas que se han plegado al proceso de concertación de la actual administración y otras que no hacen un llamado consecuente, dificultan la tarea. Pero esto no hace que la consigna pierda su validez y su necesidad imperiosa para ganar la lucha.

Una ola de movilizaciones sacude al otro lado del Rin

Los trabajadores alemanes, después de varios años de congelamiento salarial y de “sacrificios” aceptados por la cúpula sindical, salen poco a poco a luchar.

En enero, el poderos movimiento siderúrgico de IG Metal, por primera vez en mucho tiempo, realizó una huelga de 24 horas para pedir la semana de 28 horas de trabajo. Este movimiento fue bien seguido en el conjunto de la región industrial. También los trabajadores aeroportuarios, los pilotos y otros trabajadores de la función pública agrupados en el sindicato Verdi con alrededor de 70 000 afiliados, ha hecho primero una huelga de advertencia el 9 y 10 de abril para exigir un aumento de salarios entre 6 y 11 % para enfrentar las negociaciones que se llevarán a lo largo de la semana, los días 15 y 16 de abril.

Así a lo largo de la Unión Europea, por los mismos motivos los trabajadores salen a enfrentar, a veces aislados o divididos por las alturas, no por la base, las políticas de austeridad de la troika.

Es urgente unificar las luchas y decidir un plan de lucha común

Los ejemplos de las movilizaciones en ciudades como Tolosa, Nantes, Marsella, son el ejemplo a seguir, pero es solo un punto de partida.

Los sectores en lucha deberían elaborar un pliego común y de la misma forma conformar un solo frente para hacer retroceder el gobierno liberal de Macron y el MEDEF.

Para comprender los resultados de las elecciones generales italianas, no hay más que echarle un vistazo a la distribución del voto en Milán: el Partido Democrático (PD) – nominalmente la izquierda – logró buenos resultados en el centro de la ciudad, uno de los distritos más ricos de Italia. Mientras tanto, la periferia votaba, en masa, por la Lega, partido racista y chovinista. En Turín y en Roma, el Movimiento Cinco Estrellas ganó en las zonas más pobres de la ciudad; el PD, en las más ricas.

De diversas maneras, estas elecciones pusieron miserable fin al lento pero inexorable declive de la izquierda. Ahora se ha vuelto irrelevante. Desde el final de la Guerra Fría, el Partido Comunista (PCI), antaño el mayor de todo el mundo occidental, ha ido adoptando un giro neoliberal que ha destruido sus raíces y apartado a sus electores tradicionales. Las pocas victorias que logró – en 1996 y 2006 –  a base de mucho esfuerzo, fueron siempre parciales y al precio de un continuo desplazamiento a la derecha, formando coaliciones antinaturales para parar a Berlusconi. Era el espíritu de los tiempos: conforme la hegemonía liberal se difundía por todo el mundo, en Italia como en otros lugares los partidos  socialdemócratas se adhirieron a la Tercera Vía, compitiendo por ganarse al elector medio en lo que parecía un sistema política con dos sólidos bloques.

Esto iba a resultar siempre un desastre, empero, en un país que no disfrutaba del (aparente) crecimiento económico y expansión crediticia del resto de Europa. No existía una clase media en aumento para atraer a los partidos hacia políticas más progresistas. Más bien se daba un malestar crónico, un descontento creciente entre el número cada vez mayor de trabajadores flexibles de bajos salarios, jóvenes parados y nuevos pobres. Al igual que en Francia, donde el Frente Nacional substituyó al PCF en las zonas industriales empobrecidas, fue la Liga Norte derechista la que recogió los pedazos entre la clase trabajadora del Norte, antaño baluarte del voto del PCI y ahora malquistada con la izquierda tradicional.

Las cosas fueron sencillamente a peor con la crisis financiera y sus consecuencias. La insatisfacción latente con el establishment explotó en estado avanzado ya en 2013, cuando el centroizquierda y el centroderecha combinados atrajeron menos de la mitad de los votos totales. El decepcionante resultado del PD condujo a la desaparición del liderazgo post-comunista, devenido moderado en favor de Matteo Renzi, un inconformista temerario que, tomando prestada con libertad la retórica de los Cinco Estrellas, había atacado a la vieja casta política que gobernaba el partido. Fue un cambio a peor: el proyecto político de Renzi anticipaba – si bien con bastante menos éxito – el ascenso de Macron: extremo centrismo a fin de reunificar el establishment para oponerse a la amenaza populista. Sus reformas ultraliberales – sobre todo la del mercado laboral – dejaron a un lado el componente socialdemócrata del Partido.

La clase pudiente con formación

Los resultados de las últimas elecciones han confirmado sencillamente la naturaleza nueva del PD supuestamente progresista. Los demócratas son el único partido verdaderamente de clase, el electorado del cual se compone en su mayoría de gente acomodada con títulos superiores. Sólo el 8% de los parados y el 12% de la clase trabajadora votó al PD. Lo que es más interesante, con todo, es que de acuerdo con un sondeo de  SWG, menos de un tercio de los votantes que se decantaron por el PCI en 1988 votaron al PD en 2018. Sería un error culpar únicamente a Renzi de este resultado catastrófico: los partidos socialistas y socialdemócratas están retrocediendo en toda Europa, con la única excepción del laborismo de Corbyn, que logró combinar el voto de los londinenses pudientes con los estudiantes, los desempleados y los trabajadores del Norte de Inglaterra.

Su nueva base electoral es espejo de su cultura política. Hablan de mercados financieros y de política económica “responsable”...y nunca de explotación, salarios y desigualdad. Han dado por hecho el voto de la clase trabajadora, tratando de conquistar el voto de los moderados a base de abrazar una ideología favorable al mercado. Pero esa misma ideología ha modificado de modo radical el paisaje social y económico: desigualdad y pobreza están erosionando a la clase media, convirtiendo la carrera hacia al centro en una opción suicida. Por ende, como ha mostrado Branko Milanovic, tanto la clase trabajadora como esa misma clase media occidental son los auténticos perdedores de la globalización, y a menudo se han vuelto resentidas y mucho menos moderadas de lo que solían ser. Las tendencias electorales y políticas recientes muestran que las elecciones se disputan también en los extremos, ganándose los votos de la gente que queda relegada por la globalización neoliberal que tan ciegamente apoyó la izquierda favorable alestablishment. Trump llegó a la presidencia quedándose con los estados del “cinturón de herrumbre” [antiguamente industrializados], mientras que en Inglaterra tanto el laborismo como los “tories” se han alejado del centrismo, adoptando programas más populistas, del  Brexit a las nacionalizaciones. En Italia, los partidos antisistema han conseguido más del 50% de los votos.

A diferencia de otros países como los EE.UU., el Reino Unido, Francia, España, Portugal, el voto de protesta en Italia no tiene ninguna representación significativa de la izquierda. Libres e Iguales – el nuevo partido creado por antiguos dirigentes del PD – fracasó miserablemente, y apenas sí logró recoger el 3% de los votos. Lo que es más preocupante es que no son más que una copia mejorada del PD, que se desenvuelve relativamente bien entre la gente con educación superior y que está casi ausente en las zonas urbanas más pobres. Nada hay de sorpresa en esto: tras haber abrazado toda clase de políticas liberales, formar gobiernos con Berlusconi y apoyar gobiernos tecnocráticos, sencillamente carecen de credibilidad para dirigirse a la clase trabajadora. Hasta el líder de Libres e iguales, el antiguo portavoz del Senado Pietro Grasso, tiene el perfil de un líder moderado: antiguo magistrado anti-mafia, con impecables credenciales de funcionario y sin experiencia política directa. Libres e Iguales identificó correctamente la desilusión con Renzi entre el electorado progresista, pero no llegó a comprender que los italianos desean una clara ruptura con el pasado y no una versión mejorada y más presentable del establishment.

Un pie izquierdo adelante

El Movimiento Cinco Estrellas, por su parte, tiene el componente electoral clásico de una fuerza de izquierda radical: ganó por goleada en las regiones más pobres del país y entre los votantes jóvenes; consiguió el 50% de los votos de los parados. Capitalizó el difundido sentimiento de frustración con la clase política, pero dio también representación a la inseguridad económica del electorado comprometiéndose a introducir una renta básica universal, una promesa clave en un país afectado por el desempleo a gran escala y un sistema de bienestar social cada vez más reducido: el PD no tiene ninguna disposición de bienestar social en su programa.  

Sin embargo, la agenda de los Cinco Estrellas no tiene nada que ver con la de una fuerza progresista. Su relato, como en el caso de Podemos y Occupy, se erige en torno a la contraposición de la gente y la oligarquía. Esta oligarquía, no obstante, se reduce simplemente a una “casta” política corrupta. Cuestiones económicas como las relaciones de trabajo y capital, la desigualdad o el capitalismo mismo están ausentes. Se trata más bien de una fuerza política populista, pero centrista, lo bastante oportunista como para librar cualquier batalla que pueda generar consenso, pero sin ambición alguna de cambiar o reformar siquiera el sistema.

Esto es exactamente lo que falta en Italia. Sólo reorganizando la protesta política de acuerdo con líneas económicas – oponiéndose al liberalismo – puede la izquierda recuperar un papel significativo en la sociedad de hoy. Y por lo que a hoy respecta, es justamente ignorada. 

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