Por Nicolás Le Brun

Hace cinco años, las masas francesas votaron con entusiasmo por el Partido Socialista y eligieron a François Hollande, el “presidente normal”, según él mismo se definió. El romance del movimiento de masas con la administración duró muy poco. Los que vieron en este gobierno, la posibilidad de romper con la austeridad y los ataques al nivel de vida, vieron sus expectativas frustradas. En cierta forma, el quinquenio de Hollande fue la continuidad del gobierno Sarkozy y fue todavía más lejos. Esta ofensiva se intensificó con el nombramiento como primer ministro de Manuel Valls, que hasta ese momento ocupaba el puesto de ministro del Interior. Fue ahí donde entró en escena el actual presidente, Emmanuel Macron, que obtuvo el puesto de Ministro de Economía.

Este periodo se caracterizó por la intensificación de medidas de corte represivo y neo-liberal. La represión de las manifestaciones de los estudiantes y de los trabajadores bajo el manto del estado de excepción adoptado en el contexto de los atentados y prolongado casi ad-eternum por el ministro Valls fue uno de los aspectos. Por otro lado, como origen de las manifestaciones contra el gobierno, la adopción de la ley de trabajo, la ley El Khomri, que asegura la flexibilidad laboral, además de fragmentar las negociaciones colectivas y en segundo plano la ley Macron que abona en el mismo sentido, desregulando entre otros aspectos, la jornada laboral en los fines de semana.

Como vemos, la burguesía francesa se encontraba ante un dilema, encontrar un candidato que pudiera garantizar el relevo, sin que estuviese “quemado” para poder hacer frente al ala radical de derecha burguesa liderada por el Frente Nacional.

La crisis de los viejos partidos: un reflejo de la crisis a nivel continental

Desde hace casi treinta años que las burguesías de la Unión Europea, lideradas por Alemania, como la primera potencia de la región, han llevado una ofensiva contra las masas sin antecedentes en la historia reciente del viejo continente. La base de esta reforma es el tratado de Maastricht, donde se fijan los aspectos fundamentales de la Europa neo-liberal.

Ante esta ofensiva, las principales potencias, Alemania y la Gran Bretaña ya llevan una ventaja en la liberalización de sus mercados. Las reformas, fueron encabezadas indistintamente por gobiernos de derecha (como Thatcher, Major y Kohl, Scröeder). En todos los casos, la flexibilización de las condiciones de trabajo, la destrucción de las conquistas laborales, como la seguridad social, los subsidios de desempleo, amén de la privatización de los servicios públicos más rentables. El caso más ejemplar en todo esto fue la privatización del servicio de ferrocarriles inglés que resultó a la postre, lejos de la demagogia liberal, mucho más caro que antes y mucho más ineficiente.

Sin embargo, lo que consiguieron los socios británicos y alemanes no ha estado lejos de dejar su marca. La crisis de los partidos políticos se ha evidenciado de diferentes maneras. El Brexit votado en el mes de junio del año pasado y el avance de los grupos de la ultra derecha nacionalista no son más que un reflejo refractado de la bronca no solo del movimiento de masas, sino que también de sectores productivos que han visto sus posibilidades de crecimiento disminuidas por las políticas dictadas por Bruselas.

En el caso francés, los líos legales de las principales figureas de la derecha como el ex –presidente Sarkozy, acusado ante los tribunales y de la misma forma el ex -candidato presidencial del mismo partido, Los Republicanos, François Fillon, envuelto también en casos de corrupción que salpicaron en medio de la campaña.

Ante todo esto, el Partido Socialista no tenía mucho que ofrecer. En la convención interna se enfrentaron dos alas que venían confrontándose durante los debates parlamentarios, pero sin ir mas lejos. El representante del ala derecha, Manuel Valls, que promovió el voto de las leyes que mencionamos anteriormente, mediante un mecanismo denominado el 49.3. Esto no es ni más ni menos que permite pasar la ley sin pasar por los mecanismos tradicionales del parlamento, es pasar a la fuerza los proyectos. Por otro lado, el ala izquierda representada por Benoît Hamon, que también fue parte del gobierno Valls, ocupando carteras diferentes, siendo la ultima la de Educación Nacional.

La convención fue ganada por Hamon, por amplia ventaja. Esto no fue aceptado en la práctica por el ex –ministro Valls que no tardó en darle el apoyo a Macron , así como muchos de los ministros del gobierno y de diputados de la asamblea.

Este clima tuvo su repercusión en el fortalecimiento de la ultra derecha, que levantó un demagógico discurso anti-instituciones europeas. Este decantamiento a la derecha de un sector del electorado, se expresó de forma contundente cuando la candidata del FN, Marine Le Pen, heredera del puesto, logró avanzar a la segunda vuelta.

Este contexto le favoreció a Macron, que vio su cuota de votos aumentar por parte del denominado “frente republicano” para impedir la llegada al palacio de los Eliseos.

Pero en los hechos, el frente que ha logrado levantar Macron, no es ni menos que un frente burgués que ya ha venido funcionando en los hechos desde la pasada administración. Cuando el antiguo primer ministro Valls logró que se adoptaran varios proyectos de ley por medio del 49.3, lo único que podría habérselo traído abajo, en términos parlamentarios, hubiera sido una moción de censura por parte del Senado. Sin embargo esto no fue posible, no solo por el apoyo que tuvo dentro de los miembros del PS, sino que también por parte de los miembros de LR.

La composición del gobierno del primer ministro Edouard Philippe, proveniente de las filas de LR, de la tendencia de Alain Juppé, es un claro mensaje que este gobierno tiene el timón bien marcado a estribor. Este personaje proveniente, al igual que el nuevo presidente (y otros miembros del gobierno, de la ENA. Esta institución educativa es el equivalente de Yale, Oxford y otras universidades donde los miembros de la élite se codean y en el caso francés, es casi un requisito indispensable para acceder a los campos Eliseos o bien el Hotel de Matignon. Como si esto no fuera suficiente, M Philippe ha sido también miembro de AREVA, una empresa del sector energía, especializada en la energía nuclear.

Otros puestos claves fueron dados a pesos pesados de los partidos tradicionales; este el caso de la Economía, donde fue nombrado Bruno Le Maire, proveniente también de LR y negociador experimentado en asuntos europeos. Fue anteriormente ministro de agricultura de la administración Sarkozy. Siguen en la lista Jean Yves Le Drian, en las relaciones exteriores, hombre de confianza de Hollande y antiguo ministro de defensa.

Otro aspecto que demuestra que Macron representa un paso más en el proyecto de destrucción de las conquistas de los trabajadores franceses, es el proyecto de gobernar por “receta”. La constitución francesa permite la utilización de este mecanismo que permite abreviar los procedimientos y darle un carácter más “ejecutivo” a la gestión parlamentaria. Esto no es ni más ni menos que avanzar un poco más en el sentido que ya marcó el gobierno Hollande-Valls. Esto reduciría la posibilidad de debatir y grosso-modo sería un avance más dentro de aumentar el carácter bonapartista del gobierno. Este mecanismo perverso solo podría ser derrotado por una intensa movilización y no por mecanismos puramente parlamentarios.

En el contexto anterior a las elecciones francesas, hubo toda una serie de triunfos de la extrema derecha, no solo en el caso del referendo que dio a la postre el Brexit, si no que en Austria, los Países Bajos, Polonia, Hungría, y otros países más donde, ya sean los partidos extremistas tuvieron un aumento importante en las votaciones, o bien pudieron llegar al gobierno, desatando una crisis institucional a nivel regional.

Todo esto combinado hizo posible el triunfo del partido “En Marche” aunque en términos absolutos, la votación no es lo suficientemente contundente para poder afianzarse con fuerza.

La etapa siguiente, lo que denominan la tercera vuelta, va a desarrollarse en junio, cuando los franceses vayan de nuevo a las urnas para elegir los diputados que compondrán la Asamblea Nacional.

El papel de la izquierda

La izquierda representada por Jean-Luc Mélenchon y el partido “Francia insumisa” estuvo cerca de poder pasar a la segunda ronda. No obstante, hubo otras corrientes que se presentaron como el NPA, corriente trotskista del lambertismo y Lucha Obrera, también organización que se reclama del trotskismo. El candidato del PS hizo una campaña más a la izquierda para tratar de marcar el terreno y diferenciarse de los otros miembros de su partido que corrieron a dar su respaldo a entonces candidato Macron. El partido de Mélenchon obtuvo siete millones de votos, un record de votación. Sin embargo, la izquierda perdió el tren para presentarse en frente común y poder pasar a enfrentar en la segunda ronda al banquero Macron.

Si bien nosotros somos muy críticos con el programa levantado por la “Francia insumisa” esto hubiera abierto las posibilidades para aumentar la movilización e incidir en este desarrollo de la conciencia de un país que se polariza. Un programa keynesiano y nacionalista no es lo que puede resolver la crisis de los trabajadores franceses, que al igual que sus hermanos de todos los países del continente tienen que enfrentar a diario los diktats de la Comisión Europea, el BCE y el FMI. La crisis solo podrá ser resuelta cuando las masas del continente se traigan abajo estos planes y para esto es necesario romper con este cerco nacionalista. En esto, la burguesía lleva la ventaja puesto que cuenta con los mecanismos y las herramientas para llevar a cabo sus objetivos, a pesar de las contradicciones que pueda haber en su campo, todos avanzan estratégicamente en la misma dirección.

En esta tercera vuelta, las elecciones parlamentarias, desde el PSOCA nuestro llamado es para votar críticamente por los candidatos de la “Francia insumisa”. Estas diputaciones deben ser puestas al servicio de las movilizaciones que desde ya se preparan para enfrentar al gobierno y no para quedarse en los escaños de la asamblea. Desde ya, los trabajadores franceses, con el auxilio de sus camaradas de clase del resto de Europa deben preparar las movilizaciones, no solo para derrotar a la dupla Macron-Philippe, sino que a la troika CE-BCE-FMI.


Por Florian Rötzer,

Revista Sinpermiso

Según un asesor de Trump, Alemania explota a los otros países de la UE y a los EEUU. En una carta de Tusk, el presidente del Consejo de la UE, se expresa el temor a una descomposición de la UE: no a causa de Rusia, sino de Trump.

Es posible que Donald Trump no apunte a una guerra comercial con China, tampoco al México del que dice querer protegerse erigiendo un “muro material”. En una más que notable columna publicada en el Financial Times, el principal asesor de Trump para asuntos comerciales, Peter Navarro, director del Consejo Nacional para el Comercio en la Casa Blanca, acaba de declarar que, cuando menos, tienen a Alemania en el punto de mira. Alemania habría instituido el muy subvalorado euro a fin de “explotar” a sus socios comerciales en Europa y a los EEUU. Lo que sugiere, una vez más, un euro artificialmente depreciado en relación con el dólar.

No es, pues, sorprendente que Navarro diga que el tratado de libre comercio TTIP está fuera de lugar escudándose en la moneda de Alemania:

“Un gran obstáculo para considerar el TTIP como un negocio bilateral es Alemania, país que explota a otros países de la UE y a los EEUU mediante un ‘marco alemán implícito’, fuertemente depreciado.”

Ya estaba claro que el gobierno Trump no se avendría a tratados internacionales como el TTIP o el TTP, sino que buscaría acuerdos bilaterales. La razón es clara: en acuerdos bilaterales, los EEUU, como parte más fuerte del acuerdo, puede imponer mejor sus intereses.

Navarro no lo dice de manera tan descarada, pero no considera el TTIP un acuerdo realmente bilateral entre los EEUU y la UE. El desequilibrio comercial con el resto de la UE –es decir, no sólo con el resto de la Eurozona—, así como con los EEUU, muestra, según él, la “heterogeneidad económica de la UE”. De lo que infiere que el TTIP es un “acuerdo multilateral disfrazado de bilateralidad”.

Navarro lleva al menos razón en que un euro subapreciado favorece a las exportaciones alemanas; pero también, entonces, a las de los demás países de la Eurozona. Su ataque a Alemania podría indicar que el gobierno Trump busca desestabilizar la Eurozona todavía más de lo que ya lo hace la propia Alemania con su sector de bajos salarios y su política de ahorro que ha impuesto también a Grecia, España o Italia. Empeño en el que no se halla sola la política alemana, sino que caracteriza también al BCE, bajo cuyo jefe, Mario Draghi, y merced a compras de deuda pública por valor ahora mismo de 60 mil millones al mes, consigue mantener barato el euro y baja la inflación, al precio, sin embargo, de dejar de dar intereses. Lo cierto es que el BCE ha seguido el modelo de Japón y de los EEUU, ha hecho suya la “flexibilización cuantitativa” y, con ello, contribuido a generar una especie de guerra comercial sobre la moneda.

La estrategia es inconfundible: señalar y en cierto sentido personalizar a Alemania como el malvado, porque una crítica al BCE no funcionaría tan bien. En efecto, Alemania, como principal potencia económica de la UE, se ha convertido, sobre todo después del Brexit, en el poder dominante en la UE pero, al propio tiempo, a causa de las políticas de ahorro y de la política con los refugiados, el gobierno alemán ha perdido mucho crédito y apoyo dentro de la UE.

Por eso es éste tan buen punto de inserción de la palanca. No es Moscú quien la sostiene, con sus blandas e indirectas operaciones de influencia, según se venía sugiriendo aquí hasta ahora, sino directamente el nuevo gobierno en Washington: Trump contra Merkel, es decir, el recién elegido Presidente de los EEUU contra la Canciller que este año tiene que volver a concurrir electoralmente y que está debilitada como candidata a la cancillería federal. Merkel trató de esquivar displicentemente al ataque diciendo que no es el gobierno alemán quien controla el valor del euro, sino el políticamente independiente BCE.

En correos electrónicos intercambiados con el Financial Times, Navarro declaró que el TTIP no ha naufragado con Tump, sino con el Brexit. Pero Trump siempre había calificado el Brexit como “magnífico”, había valorado bien a Nigel Farage y había manifestado siempre la esperanza de que otros Estado siguieran por ese camino a Gran Bretaña. Con una UE débil o en descomposición, el poder de los UUEE y, por lo tanto, de Trump se incrementaría. Lo dijo sarcásticamente así: “Yo creo que mantener unida la UE no será tan fácil como muchos piensan”. En la entrevista con [el tabloide sensacionalista alemán] Bild dijo esperar que otros Estados salieran de la UE.

A esto ha llegado la UE. El Presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, escribe en una Carta abierta, dirigida a los 27 jefes de gobierno y rebosante de desesperación (“Unidos, nos mantendremos; divididos, caeremos”), que ahora es necesario el cierre de filas: “En un mundo saturado de tensiones y confrontación, los europeos precisan de coraje, resolución y solidaridad política. De lo contrario, no sobrevivirán”. La próxima cumbre tiene lugar el 3 de febrero en Malta: ya sin Theresa May. Y Tusk pone las inquietudes suscitadas por el gobierno de Trump al mismo nivel que las suscitadas por China, Rusia, Turquía y el islamismo radical.

Tusk argumenta apocalípticamente: la situación nunca habría sido tan peligrosa para la UE. Los peligros vendrían también del interior, de un crecientemente robustecido “egoísmo nacional”. Y luego están también las elites que han dejado de creer en la integración política y alimentan dudas sobre los valores fundamentales de la democracia liberal. Tusk está preso del miedo y quiere plantear el problema de la seguridad interna y externa al más alto nivel. Se puede dudar de que el argumento de que la unidad europea “ha impidido otra catástrofe histórica” y de que ha sido la mejor época de la historia resulte todavía atracito a la vista del crecimiento de las fuerzas euroescépticas. Pero tampoco hay que descartar que un enemigo exterior de la UE contribuya a reorientar la situación. Con Putin no ha pasado. Tal vez lo logre Trump.


Por Nicolás Lebrun

Poco antes del receso estival, el resultado electoral del referendo en la Gran Bretaña sobre la salida de la UE, el denominado Brexit vino a calentar aún más las ya de por si altas temperaturas en esta época del año. Este resultado, donde una mayoría decidió seguir el discurso separatista del partido ultra nacionalista de UKIP, es un paso más que apunta hacia una coyuntura reaccionaria en el continente. De todos los rincones llegan resultados electorales que expresan mayoritariamente que un sector de la población abraza los discursos xenofóbicos, nacionalistas y reaccionarios en toda una gama de tonalidades, pasando desde los partidos neo nazis a los neoliberales. Pero esto es un reflejo de un fenómeno que se produce en la estructura productiva y económica que hace frente a su peor crisis desde la creación de la Unión.

En este artículo, el objetivo es de alimentar la discusión en el seno de la izquierda, que también ha tenido un repunte electoral, pero como vamos a ver desteñido por las alternativas reformistas que encabezan el movimiento. Pero el objetivo principal sigue siendo la construcción de un partido revolucionario internacionalista que logre avanzar en la perspectiva de la construcción de una sociedad socialista como en los albores de la revolución de Octubre hace un siglo ya.

La caída del muro marcó el comienzo de una etapa reaccionaria

Hace treinta años aproximadamente, el bloque de estados obreros fue paulatinamente cayendo bajo el yugo de la restauración capitalista. Lo que los ejércitos aliados luego de la primera guerra, y las hordas nazi fascistas durante la segunda guerra mundial no lograron, lo logró la burocracia estalinista en contubernio de las burguesías imperialistas. Esta posibilidad descrita casi sesenta años antes por León Trotski en su obra “La revolución traicionada”, se hizo realidad. En una primera etapa, la euforia se apoderó de las masas de estos países que vieron a los viejos aparatos de los partidos estalinistas volar en pedazos y en alguno de ellos los ajusticiamientos se dieron como en el caso de la pareja Ceaucescu ejecutados en directo. Esta euforia fue de corta duración debido a que la entrada del capitalismo fue brutal. La tasa de desempleo en estos países voló por los aires, mientras que las industrias productivas fueron privatizadas a precio ridículos. El antiguo aparato burocrático se transformó y los nuevos burgueses salieron de sus filas. Este proceso de reconversión brutal no se podría hacer sin el recorte de los derechos democráticos del movimiento de masas. De esta manera, en varias de las antiguas repúblicas soviéticas, los gobiernos dictatoriales o similares están al frente desde hace dos décadas cuando menos.

Uno de los hechos más significativos en este nuevo orden, es la entrada en la OTAN de la mayor parte de estos antiguos estados. El mando militar de la región, en su conjunto, salvo Rusia, está en manos de los yanquis y sus aliados. El número de bases ha aumentado y ocupado sitios inimaginables hace tres décadas atrás.

Es decir que la restauración se ha producido en todos los aspectos, tanto estructurales como superestructurales.

En los antiguos estados obreros de la Europa Central, los gobiernos de derecha han ido haciéndose del poder en el último quinquenio. Este fenómeno ha profundizado el recorte de las libertades fundamentales poniendo al servicio del gobierno todos los medios de comunicación y controlando el grueso de las organizaciones de la denominada sociedad civil.

Durante la crisis de los refugiados del 2015, se hizo palpable este retroceso en el seno de estos países. El levantamiento de muros y murallas altamente protegidas para impedir la circulación de personas y otras medidas mas hicieron que la ruta de los Balcanes, utilizada por la mayor parte de los migrantes venidos de Siria e Irak fundamentalmente, fuera cerrada hasta la fecha. Esto ha forzado a estas oleadas de refugiados a utilizar otras alternativas como llegar por la isla italiana de Lampedusa, lo que encarece y hace aumentar los riesgos a estas personas.

En este caso, las normativas de los organismos europeos con sede en Bruselas y Estrasburgo han sido omitidas por países como Hungria, gobernada por el reaccionario de Victor Orban y todos los demás.

La reacción se extiende hacia el oeste

En el resto de los países del centro que se encontraban fuera del “bloque del este”, las cosas iban modificándose también en el sentido de una violenta reforma económica y social.

En los albores de los años ochenta, tanto gobiernos de derecha como de los denominados socialistas, la socialdemocracia heredera de la debacle de la segunda internacional, llevaron a cabo medidas que han marcado la suerte de grandes sectores del movimiento obrero como los mineros, los metalúrgicos, los constructores de automóviles entre otros sin dejar de lado a los campesinos.

El cierre de las minas encabezada por la histórica derrota de los mineros ingleses a mediados de los ochenta, que fue seguida por el cierre de las minas en países como Alemania, Francia, Bélgica, arrastrando consigo a los metalúrgicos. En un principio estos centros de trabajo fueron deslocalizados en otros países del este, donde los costos de producción resultaban menores para luego ser trasladados a Oriente en países como China principalmente. La complicidad de las burocracias sindicales en estos casos fue desastrosa, en lugar de enfrentar radicalmente estos cierres, crearon pactos y protocolos que los industriales han venido haciendo caso omiso, dejando en la calle a millares de trabajadores sin perspectivas de reincorporarse a la vida laboral. Estos aparatos sindicales, dirigidos por los partidos socialdemócratas o liberales en el pasado se habían acostumbrado a la época de vacas gordas, negociando algunas migajas (en términos de países ricos) para ellos y su afiliación. Sin embargo, una vez que este marco general cambió, la época de obtener conquistas pasó a su contrario, a la época de defender lo que quedaba de las conquistas.

Los referentes de estas horas oscuras de a finales del siglo pasado, fueron personajes de todos los linajes y colores políticos. El presidente Mitterrand en Francia como el canciller Schröder, el primer Ministro Blair socialistas todos y los conservadores Thatcher, Kohl y Chirac. Estos personajes siguieron una línea similar con diferentes matices, pero con el objetivo de recortar todo lo que pudieran, poniendo las bases de la flexibilización laboral en el continente.

La crisis del 2008 como puntillazo de salida

La crisis abierta en el 2008 ha desatado una nueva ofensiva de gran calibre contra los restos del estado social de derecho, como lo denominan algunos pensadores reformistas. Esto ha desatado una cacería a todas las conquistas restantes, desde los subsidios de desempleo, los subsidios familiares y los sistemas de salud. El caso más dramático es el del Reino Unido, donde después de las reformas amplios sectores de la clase obrera se han visto confrontados a condiciones no vistas desde hace casi un siglo, como los contratos sin horarios, a destajo, a sumas ínfimas por el subsidio de desempleo.

En los países del “sur” como Espana, Portugal y Grecia, ya hemos visto en otros artículos los enormes desgastes que ha provocado la reducción brutal de las condiciones de vida de las masas. Amplios sectores se han visto enfrentados a ganar de la noche a la mañana la mitad del salario sin que por eso los precios de los alquileres e hipotecas se reduzcan en consonancia. Todo esto como producto de la explosión de la deuda y la caída de los bonos de la misma en manos de especuladores cada vez más voraces.

En el campo las cosas no pintan mejor, la política de precios y de subsidios de la UE han provocado que sectores importantes se vean funcionando a pérdida en gamas como los ganaderos, los productores de cereales. La concentración de tierras en menos propietarios producto de la ruina de los pequeños productores ha sido la tendencia en estos últimos años. El objetivo de la burguesía, sería como en los otros aumentar la productividad y favorecer a los grandes productores para hacerle frente a la competencia en el mercado internacional, frente a gigantes como Rusia y especialmente a los Estados Unidos.

Este es el coctel que ha venido impulsando el crecimiento de los partidos de derecha. En un primer lugar, en algunos países luego de gobiernos de austeridad “socialistas” , las masas se han volcado hacia la derecha como una forma de reconquistar quiméricamente su nivel de vida. Por otro lado, encontramos a los campesinos que ven en las medidas de la UE, el comienzo de sus penurias. El discurso nacionalista de partidos como el FN en Francia no vienen necesariamente de la xenofobia (está implícita) sino más bien de la ilusión de regresar a los marcos nacionales para normar la producción y restablecer el nivel de ganancias.

La llegada de trabajadores del este y del Magreb, principalmente en los sectores menos calificados ha hecho que la ola de xenofobia se haya visto incrementada con mayor fuerza en las ciudades.

Esta es una tendencia que llega a consolidarse y la entrada con fuerza de movimientos como PEGIDA en el norte de Alemania, ahora con los importantes resultados electorales de la AFD ponen de manifiesto que es algo que se consolida. En Austria, el partido de ultra derecha logró que las elecciones se repitieran al ser derrotados por un porcentaje ínfimo.

La polarización se profundiza

Los sondeos electorales, que son un reflejo a veces un poco distorsionado de la realidad política, sobre todo que se basan en el marco de las elecciones de la democracia burguesa, han puesto en evidencia no solo el crecimiento acelerado de los partidos de derecha y de ultra derecha sino también el de algunos partidos llamados de “extrema izquierda”. Esa apelación no es muy exacta cuando se leen los programas que buscan solucionar la crisis dentro del marco capitalista. Esa izquierda alter-mundialista que ha sido importante para poner en evidencia los grandes males del capitalismo contemporáneo pero que se queda corta en las alternativas de solución porque claudican al régimen tratando de quedarse dentro del marco del sistema. Las pruebas más fehacientes han sido las del Syriza en Grecia y dentro de la gran crisis política que atraviesa España, con el partido Podemos que está dispuesto a pactar para entrar a un gobierno de coalición.

Las diferentes versiones nacionales se abren también paso en otros países como el Frente de Izquierda en Francia, Die Linke en Alemania entre otros.

Es urgente llamar a un encuentro de las organizaciones revolucionarias

Como en todo lado, la izquierda revolucionaria con todas las tendencias se encuentra dividida y encuentra con dificultad un espacio. Es necesario realizar un encuentro para definir un eje programático para intervenir y cerrarle el paso a la derecha antes que la historia de hace 80 años se repita, pero con mayor crudeza.

 

Por Nicolas Lebrun

La noche del viernes 15 de julio, luego del sangriento atentado terrorista reivindicado por DAESCH en la ciudad de Niza, una tentativa de golpe de estado se desarrollaba en Turquía.

Un sector del ejército se movilizaba en los sitios estratégicos de la capital y de otras ciudades para tomar los sitios de mayor importancia como el parlamento y las cadenas de televisión.

Después de una importante movilización de los partidarios del presidente Recip Erdogan, la intentona golpista fue detenida dejando un saldo de doscientas setenta victimas mortales y mil quinientos heridos aproximadamente.

Sin embargo, a una semana de los hechos, las interrogantes sobre esta tentativa se abren paso con varias incoherencias dentro del modo en que se desarrollaron las cosas. Por ejemplo, la alerta de los servicios de seguridad sobre una posible tentativa de golpe, se dio a partir de las 14horas. El estado mayor ordenó que, ningún avión o helicóptero, podrían despegar de las diferentes bases. Los servicios de inteligencia, según diferentes fuentes, ya tenían conocimiento que esta tentativa se iba a desarrollar.

Esto dio pie para que se desatara una feroz purga que ha tocado todos los niveles del estado turco, desde el ejército en primer lugar, de donde hay 108 almirantes y generales encarcelados de un total de 358 que componen la armada turca. El gobierno ha continuado con lo que han denominado una “limpieza” del “virus” con el poder judicial en el cual cerca de dos mil quinientos magistrados han sido despedidos y ha continuado con la educación con cerca de veinte mil empleados del Ministerio de Educación despedidos, además de cerca mil seiscientos rectores y académicos universitarios y otros veinte mil profesores del sector privado también. Una de las acusaciones para justificar estos despidos, es el hecho de la supuesta simpatía con el rival y antiguo copartidario del presidente, Fetula Gülen. Dentro de este contexto, el presidente Erdogan ya ha blandido la amenaza de restablecer la pena de muerte para castigar a los golpistas y por ende extenderla a los opositores de toda filiación. Dentro de las cárceles del régimen se encuentra cerca de 2600 personas encarceladas después del golpe y se han procedido a más de nueve mil doscientos arrestos. El estado de excepción decretado, se basa en los mismos argumentos que otras potencias, durante situaciones de conflicto o lo que ellas consideran una amenaza. Francia, por ejemplo, después de los atentados de Charlie Hebdo, ha promulgado este estado que limita las libertades democráticas en el mismo cuadro, como también lo hicieron los ingleses durante el conflicto en Irlanda del Norte durante los años 1998 y 2001.

Turquía en el contexto de la zona

Lo que fue el gran imperio otomano que durante casi seis siglos dominó el Medio Oriente, el norte de Africa, los Balcanes y otros territorios más, fue perdiendo su poderío delante de las potencias imperialistas europeas que lo fueron desmembrando poco a poco hasta destruirlo por completo al final de la primera Guerra Mundial. Durante este conflicto los turcos fueron aliados de las potencias vencidas, el Imperio Austro-Húngaro y Alemania, quedando reducido al territorio que ocupa hoy, salvo pequeñas excepciones como la ocupación de una parte de Chipre.

La instauración de una República, conocida como la republica kemalista, nombre del fundador de la Turquía moderna, el mariscal Mustafa Kemal Ataturk (padre de los turcos).

El papel de las fuerzas armadas ha sido preponderante en la historia reciente del país. La cantidad de golpes de estado lo revelan.   El argumento que siempre han esbozado ha sido el de proteger la laicidad de la república, pero esto no ha sido siempre así. El golpe de estado de 1980 fue el que volvió a imponer la enseñanza de la religión en la escuela. Eso va más allá de una visión simplista de laico y no laico, republicano o no. El hecho de que la burguesía turca ha establecido un equivalente, en términos ideológicos, de ser musulmán y de ser turco como algo indisoluble. De esta misma forma, las minorías son tratadas de con base a este mismo paradigma. Esto ha llevado en diferentes momentos de la historia reciente a continuar la política de opresión, expulsión y/o eliminación física de las minorías. Este es el caso de los ortodoxos expulsados en el año 1965, las masacres de la población kurda y los pogromos de judíos en los años 30. La consigna de Erdogan no es más que la continuación de una constante de los sectores nacionalistas que pregonan ya desde hace más de un siglo “turquizar, islamizar y modernizar” el país.

El imperio otomano fue el gran botín de guerra de las potencias europeas después de la primera guerra. Los ingleses y franceses, fundamentalmente pudieron hacerse de sus territorios que fueron transformados en protectorados o directamente en colonias. De esta manera, el reparto de la región establecido en esa época ha sido la fuente de una relación de rivalidad que se prolonga hasta esta época. Los tratados Sykes-Picot que diseñaron la base de los estados, choca con la ambición nacionalista turca de recobrar la influencia sobre esta estratégica región del planeta, por donde transita el grueso del petróleo y del gas que se utiliza en los países industriales. Este puede transitar via marítima o bien por los estratégicos oleoductos y gasoductos que vienen de las antiguas repúblicas soviéticas como Georgia, Azerbaiyán hacia Turquía y luego hacia Europa. El principal oleoducto se denomina BTC (las siglas de las capitales de Georgia y Azerbaiyán y el puerto turco en el mediterráneo donde culmina) y luego el gasoducto TANAP.

En los últimos tiempos también se ha especulado con la cantidad de petróleo proveniente de los territorios ocupados por DAESCH que ha pasado por Turquía para ser vendido. Esto ha representado sumas que van entre los 800 millones de dólares y un millardo para el 2015. Esto ha sido denunciado por el ex diputado opositor turco Mehmet Ali Ediblogu. En ese mismo sentido, se ha especulado de la participación del hijo del presidente, Bilal Erdogan como una de las cabezas de este lucrativo negocio.

Dentro de este contexto, el estado turco es un socio principal de los yanquis. Dentro de la OTAN, la Turquía representa el segundo ejercito de la organización en número con cerca de cuatrocientos mil soldados activos y se encuentra dentro de los diez ejércitos más poderosos del planeta. Si tomamos este aspecto, la posición de los yanquis en la región se encuentra asegurada por la fuerza militar de sus principales aliados, los turcos y los sionistas israelíes además de sus propias fuerzas desplegadas en el área.

Un rediseño de la zona no es excluyente para los yanquis que podrían ver de buenos ojos, como ya ha sucedido en países africanos como el Sudan (ahora Sudan del Norte y Sudan del Sur); la antigua Yugoslavia fragmentada en pequeños estados nacionales luego de la intervención yanqui cubierta bajo el mando de la OTAN y la firma del tratado de Dayton que puso fin al conflicto. De esta manera los Estados Unidos pudo debilitar a uno de los más fuertes estados obreros que surgieron luego de la Segunda Guerra y aumentar su control en los Balcanes. No en balde, el ejército turco mantiene una presencia en Kosovo como parte del contingente de la OTAN que continúa desplegado para “asegurar la paz”.

En este sentido, los turcos como potencia sunita, tiene más afinidad con las fuerzas del Estado Islámico y el proyecto de la creación de un califato en la zona para afirmar su posición y contrarrestar la influencia de las monarquías wahabitas o los estados chiíes como Irán o bien debilitar la influencia rusa en Siria. Pero esto no es un asunto confesional, todo esto obedece también al control de la producción y el mantenimiento de los precios de petróleo a nivel mundial. La guerra contra DAESCH ha sido el pretexto perfecto para el régimen turco de avanzar la guerra contra los kurdos, objetivo principal de la aviación en las diferentes intervenciones que ha llevado hasta el momento.

Para muchos de los ingenuos o no, que cantaron loas a los acuerdos de la COP21, este conflicto con los consecuentes medios militares y económicos desplegados para asegurar el control y el abastecimiento de las energías fósiles son una señal clara que para acabar con el desastre climatológico es necesario antes acabar con el capitalismo.

Erdogan asegura los intereses imperialistas

El tira y encoge entre la Unión Europea y el gobierno de Ankara refleja lo complejo de la situación. De un lado, los turcos, como hemos visto en los párrafos que preceden, son una zona de tránsito para los combustibles que abastecen el viejo continente, pero a la vez son un tampón contra el flujo migratorio proveniente de los países en conflicto en el Medio Oriente. El cierre de la denominada ruta de los Balcanes por los países de la zona, fue una ocasión de lujo para Erdogan para negociar un acuerdo multimillonario para amontonar en campos a cientos de miles de refugiados y obtener medios para afianzar su poder de negociación con las potencias europeas.

El resultado de la tentativa de golpe es lo que han denominado como la creación de un sultanato, donde la pérdida de libertades civiles y democráticas se ha recrudecido. En las antepenúltimas elecciones de junio 2015, las cuales no le dieron la mayoría al presidente para conformar su gobierno, además de permitir la entrada en la Asamblea del partido pro kurdo, el Partido Democrático del Pueblo (HDP siglas en turco).

Para enfrentar este impasse se dieron dos hechos para provocar el resultado de las elecciones de noviembre del 2015 que dieron como ganador al AKP. El primero los atentados contra la manifestación por la paz el 10 de octubre de ese año y las incursiones militares en la región kurdo-turca que dejaron cientos de víctimas fundamentalmente civiles. Todo esto a vista y paciencia de las potencias que lo han condenado tibiamente.

En el momento de escribir estas líneas, los ataques contra los medios de comunicación no han cesado. Esta purga se extiende a todos los niveles de la sociedad turca.

Es urgente organizar una Asamblea Constituyente con el objetivo de reformular el Estado turco para que las minorías puedan ser representadas. Expresamos nuestra solidaridad con las organizaciones sindicales y populares para defender los derechos democráticos de la población en contra de la represión cada vez más fuerte por parte del régimen pro imperialista de Erdogan y el AKP.


Por Nicolas Lebrun

A lo largo de los últimos ocho años los trabajadores europeos y las masas de este continente han enfrentado una brutal ofensiva en contra de los derechos adquiridos y de su nivel de vida.

Esta ofensiva no es nada novedosa, desde hace décadas las burguesías imperialistas europeas reunidas bajo el manto de la Unión Europea, han visto la forma de arrebatar paulatinamente las conquistas arrancadas por décadas de movilizaciones organizadas por las organizaciones sindicales, políticas y populares.

Contrarrevolución económica y migración

La época en las que la burguesía hacía concesiones alimentadas por el boom económico de la post guerra y de la necesidad de detener el avance de la revolución en los países de la Europa Central se han terminado. La caída del muro abrió al imperialismo europeo una oportunidad sin precedentes de encontrar la forma de bajar los costos de producción y de someter a las masas de estos antiguos estados obreros a condiciones de miseria y sobrexplotación jamás imaginadas. Millones de personas provenientes de estos países se han venido a instalar donde los parientes ricos, ahí donde los salarios bases puede triplicar o cuadriplicar los que se pueden obtener en esos otros países. Pero no todos tienen esta oportunidad, una buena parte de entre ellos logran obtener trabajos no declarados, con todas las consecuencias que esto implica. Pero esto ha provocado también que se dé el fenómeno del dumping social, como una forma de ejercer una gran presión sobre los salarios y las condiciones de trabajo que a pesar que no son la panacea, son muy superiores a las que tienen los trabajadores en la mayor parte del planeta.

Esta no es la primera ola de migración que se da en el continente para suplir un déficit de la mano de obra nativa. En los primeros años de la post-guerra, decenas de miles de trabajadores italianos, españoles y portugueses fundamentalmente se instalaron en las regiones industriales y mineras de varios países de la Europa Central. Posteriormente el capital promovió la llegada de trabajadores de antiguas colonias como Argelia o Marruecos para hacer frente al faltante. Uno de los tantos objetivos al impulsar esta nueva ola de migración proveniente de estos países, fue la de debilitar el peso de las organizaciones sindicales. Una gran parte de estas personas eran provenientes de lugares rurales donde no tenían acceso a la educación básica y que se encontraban inoculados contra el virus sindical. Pero esto no duró por mucho tiempo. Poco a poco estos trabajadores se fueron integrando a las organizaciones clasistas y en la actualidad son un componente más de estas estructuras y protagonistas combativos en las luchas.

Un fantasma populista y reaccionario recorre Europa

El triunfo del Brexit, no es más que uno más en una larga cadena de eventos políticos donde la derecha ha venido teniendo triunfos significativos sin que hasta el momento se haya logrado imponer categóricamente en alguno de ellos. Este es el resultado de una larga ofensiva patronal que ha venido dejando en el limbo el viejo sistema de bienestar que gozaron las masas de estos países por varias décadas.

La unidad de Europa es una vieja consigna que los socialistas revolucionarios hemos levantado durante muchas décadas sobre todo en un continente que ha sido desangrado por dos grandes conflictos en el siglo pasado y que durante varios siglos más las divisiones entre los pueblos han sido aprovechadas por los explotadores para aumentar su dominio sobre otras burguesías y repartirse el botín entre los ganadores de los conflictos.

Sin embargo, la unidad de la Europa concebida por los burgueses tiene un doble carácter. Por un lado, existen ciertas libertades democráticas como la desaparición de las fronteras y la libre circulación, la posibilidad de gozar de los subsidios de desempleo en otros países de la unión. Por otro lado, la entrada en vigor de la moneda única ha conllevado a una pérdida acentuada del nivel de vida para las clases populares. Los aumentos en los productos básicos, así como de la vivienda han sido superiores al 100% en todos los casos mientras que en el mismo lapso el crecimiento de los salarios reales solo ha alcanzado un 5%. Por eso el sentimiento de que antes del euro, con las monedas locales y los mercados “locales” se vivía mejor tiene una parte de realidad, aunque no es un factor absoluto.

Los populistas reaccionarios quieren hacer creer y han convencido a un sector importante de la clase trabajadora, que bajo los explotadores nacionales y expulsando a los trabajadores inmigrantes, los “locales” van a poder vivir mejor y van a recuperar lo que antes tenían. Nada más falso y demagógico que este postulado que a todas luces es imposible de alcanzar. Es la demagogia que preparan los herederos de los verdugos de antaño para mantener viva la llama ante un posible conflicto armado.

En Hungría, por ejemplo, el gobierno reaccionario de Víctor Orban prepara ya un referendo para contestar la cuota de refugiados impuesta por la Comisión el año pasado. Luego de haber rodeado el país de alambres de púas y movilizar a todas las fuerzas armadas para impedir el paso de la ola de refugiados por la ruta de los Balcanes, ahora enarbola la bandera nacionalista para llevar agua hacia su molino electoral.

Luego de unas reñidas elecciones en Austria, donde el partido de la de la ultra derecha perdiera las elecciones ajustadamente, un fallo de la corte constitucional les devuelve la posibilidad de hacerse del poder. Este fallo, lejos de ser imparcial, demuestra cómo el avance de sectores burgueses dentro de las instituciones, es palpable.

Este panorama no es una excepción en medio de todo este panorama político. El avance del Frente Nacional en Francia, que, de no ser por los complejos sistemas de la democracia burguesa para proteger el bipartidismo, podría haber tenido una representación más importante en las últimas elecciones regionales. Todo esto también antecedido por las nutridas movilizaciones en contra del derecho de las parejas homosexuales al matrimonio.

En la primera potencia económica de la zona, las movilizaciones que empezaron hace dos años de la extrema derecha aglutinada por el movimiento Pegida, hizo salir de la sombra a las organizaciones neo-nazis que encontraron un eco en sectores de la población, llegando aglutinar una buena decena de mil en los momentos mas importantes de estas manifestaciones. Pero esto ha dado como resultado la aparición de un partido nacionalista de derecha en el panorama político alemán. La AfD (siglas en alemán, Alternativa para Alemania) quienes en las elecciones regionales de marzo pasado obtuvieron entre 10 y 23% de los votos en tres regiones, derrotando en algunas de ellas al partido de la canciller Merkel y al SPD.

En las últimas elecciones en España, la derecha logró avanzar, no lo suficiente para conformar un gobierno por si sola, pero ganando unos escaños más para recomponer un poco su situación deteriorada por los escándalos de corrupción y de la crisis mayor del régimen español luego de las anteriores elecciones legislativas.

El caso inglés es un caso más en este paisaje gris. El bipartidismo de los Conservadores y los Socialistas han llevado a la más brutal contra reforma económica del viejo continente. El camino emprendido por la Tatcher fue seguido por todo el resto de los gobiernos desde el actual, pasando por el de “socialista” Blair que acaba de ser sancionado por su complicidad en la falaz orquestación de la invasión de Irak en el 2003.

El deterioro de los servicios sociales y de los subsidios de desempleo han llevado a la miseria a importantes sectores de la población. Este caldo de cultivo ha sido el que ha aprovechado la derecha del UKIP, que demagógicamente ha puesto en el lomo de los migrantes y de la élite de la UE, la responsabilidad de todo el descalabro social que se vive. Esta falacia ha sido ya claramente demostrada desde el primer dia luego del referendo, cuando el líder de UKIP, Nigel Farage, se desdijera en público de su principal promesa de campaña al negar que el dinero que iba a los organismos europeos fuera a ser utilizado para financiar el sistema de salud en crisis de la Gran Bretaña.

Los esfuerzos de los conservadores para lograr dirigir este proceso sin que se les saliera de las manos fueron infructuosos, ni la presencia de Boris Johnson, hombre de confianza de la City en el campo del no, lograron evitar la crisis política y económica en la que se encuentra el Reino Unido.

La izquierda reformista se enreda en sus propios mecates

Hace un año, luego de la elección de Alexis Tsipras a la cabeza del gobierno griego y en medio de las negociaciones del “rescate económico “impulsado por le troika, se desarrollaba un referendo en contra de las imposiciones de la CE, el BCE y el FMI. El pueblo griego se manifestó apabulladoramente por el NO. Sin embargo, luego de esta valerosa demostración, el gobierno de Syriza, no ha dejado de aplicar los dictados de la troika. Esto no es obra de la personalidad de Tsipras solamente, obedece a los cambios que se fueron operando en los diferentes congresos del partido y que llevaron a la postre a establecer un programa claro de colaboración de clases, además de crear expectativas en soluciones dentro del marco del sistema capitalista. Pero el grado de la crisis es tanto, que aun esas tímidas reformas no son posibles sin poner en duda el grueso del sistema.

En esta misma longitud de onda se mueve el partido Podemos encabezado por Rafael Iglesias. Luego de suavizar su imagen y la de su partido, con una plataforma que contempla una serie de propuestas sobre reformas parciales al sistema, todo con la ambición de lograr el “sorpasso”, es decir sobrepasar la cantidad de votos en las anteriores legislativas y aumentar el número de escaños en el congreso. Sin embargo, no hubo nada de eso, los votos fueron casi iguales a los anteriores, a pesar de contar con la alianza con Izquierda Unida. Esto puede ser el síntoma de un cansancio del movimiento de masas y de la falta de confianza en estas alternativas que proponen, dentro del marco del sistema, reformas de forma, pero no cambios en el contenido. Las poderosas movilizaciones de hace unos años se han disipado y no han encontrado su equivalente en el concierto político actual. Estos malos resultados electorales han provocado una crisis al interior, que Iglesias trata de evitar de forma burocrática al evitar hacer un congreso de balance en el corto plazo y posponerlo para el año siguiente.

En Francia el Frente de Izquierda encabezado por Melenchon, ha obtenido buenos resultados en las encuestas. Este frente no es nada diferente en lo sustancial de las versiones griega y española.

Todo estos son nada más que síntomas de la crisis que se venía dando desde antes y que se agrava con el Brexit.

Derrotar la austeridad para construir una Europa de los trabajadores

La resistencia se hace presente en casi todos los países de la zona. Esto no es una novedad, desde hace varios lustros las movilizaciones no cesan. Sin embargo, el plan económico de la troika se ha venido imponiendo poco a poco. Esto no es la culpa de los trabajadores que se han tirado a la calle a defender las conquistas que les quedan. Esto ha sido la responsabilidad de las direcciones sindicales y de los partidos reformistas que no han llamado a la unidad consecuente para enfrentar estos planes. Estas direcciones han privilegiado la concertación con el gobierno, el diálogo social y otros eufemismos para defender la claudicación ante los patrones y sus representantes en el gobierno.

Los gobiernos han sabido jugar con las divisiones y las direcciones burocráticas han tratado de asfixiar las iniciativas de las bases, llevándolas en algunas ocasiones a morder el polvo como en el caso de los agentes penitenciarios que fueron aislados y derrotados por el gobierno liberal belga.

Es necesario por lo tanto construir una alternativa clasista, democrática y de lucha que logre promover y dirigir las movilizaciones. Esta es una tarea urgente e indispensable para hacerle frente a la troika, pero también para cerrarle el paso a los neo fascistas que asoman de nuevo sus cabezas desde los partidos de la derecha por toda Europa.

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