Por Leonardo Ixim

El golpe de Estado del 27 de junio de 1954 contra el presidente Jacobo Arbenz Guzmán, fue la consumación de la trama contrarrevolucionaria que inició durante el gobierno de Juan José Arévalo, organizada por las fuerzas de la oligarquía latifundista, que habían sido desplazadas del poder formal tras la revolución de octubre de 1944, en coordinación y con el apoyo del gobierno estadunidense.

El Escenario Internacional

Recordemos que la revolución de 1944 que había derrocado al dictador Jorge Ubico y a su continuador Federico Ponce Vaides, tras la renuncia del primero después de una revuelta civil. Sin embargo, el mantenimiento del ubiquismo pero sin Ubico, para las amplias mayorías era una burla, es así que varios oficiales jóvenes del ejército se alzan contra Ponce, con el apoyo de la población civil, que acudió a los cuarteles ubicados en la capital a pedir armas, movilizándose soldados y civiles contra la continuación de la dictadura.

Esa fue una época que no terminaba de saldarse con el conflicto interimperialista como telón de fondo, las dos guerras mundial, de revoluciones e insurrecciones en México, China, Chile, Alemania, Hungría, Cuba, España las mayoría fallidas  y ni que decir la gran revolución socialista soviética con la instauración del primer gobierno del proletariado en la historia de la humanidad.

Mientras en Centroamérica, en El Salvador con el derrocamiento del dictador Maximiliano Hernández Martínez, las huelgas generales de Costa Rica en 1936 y Honduras en 1954, efectivamente contra la United Frui Company y Chiquita Brand, que iniciaron los respectivos obreros bananeros.

Se había delineado el reparto del mundo entre Estados Unidos, Reino Unido y la URSS, tras las cumbres de Yalta, Teherán y Postdam. La Unión Soviética y EU salieron victoriosos de la contienda   y cada quien tenía su área de influencia, estableciéndose un congelamiento entre estos grandes polos denominado “guerra fría”, donde cada quien defendía sus espacios estratégicos; claro, sin desaparecer totalmente las tensiones que pudieron haber terminado en un conflicto termo-nuclear.

Surge así, el argumento de la “amenaza comunista”, reflejo de la ideología anti-comunista, una mezcolanza de fascismo, cristianismo y republicanismo elitista, que para los años 50s ya no  solo se limitaba a partidos comunistas, sino incluía todos aquellos actores de las clases trabajadoras dispuestos a cambiar el capitalismo y el orden neo-colonial.

El anti-comunismo fue usado para desprestigiar a la revolución guatemalteca, y Guatemala era considerada la cabeza de playa de avanzada del “comunismo”. Pero la amenaza venía del  verdadero carácter de la revolución, entretejido bajo la dialéctica entre lo nacional-popular del  proyecto de expropiación de los grandes latifundios improductivos, especialmente los que estaban en control de la United Fruit Company (UFCO), importantes conquistas como la autonomía universitaria, la creación del seguro social, las amplias libertades para la población y los trabajadores para conformar partidos y sindicatos, el Código de Trabajo que ampara en derechos laborales y sindicales, entre otras; y lo democrático-burgués, donde en la mente de los militares y civiles, el objetivo era desarrollar el capitalismo bajo una forma autóctona

Guatemala, un mal ejemplo

La oposición anti-comunista, en consonancia con la iglesia católica, usó todo tipo de artimañas para atentar contra la revolución de octubre. Buscó realizar movilizaciones sin ningún tipo de arraigo en las masas, participaron en elecciones en 1945 y 1951 y fueron estrepitosamente derrotados, y realizaron intentonas de cuartelazos, sin éxito. El asesinato del coronel Carlos Arana Osorio -miembro de la junta revolucionaria de gobierno de 1945 que derrotó a Ponce, junto a Arbenz y el civil Guillermo Torriello- quien representaba el ala reaccionaria del ejército, fue la excusa perfecta que los contrarrevolucionarios usaron.

El carácter popular se profundiza cuando Arbenz es electo presidente en 1951, con el proceso de reforma agraria aprobado por el Congreso en 1953. Ya en el gobierno de Arévalo se había eliminado, aunque en el plano formal y legal, la figura del peonaje por deudas y el colonaje, elementos que caracterizaron la incorporación de Guatemala a la división internacional del trabajo capitalista, por medio del café. La reforma agraria no fue una reforma de carácter socialista, sino  democrática, consistiendo solamente expropiar los grandes feudos improductivos y gravarlos con impuestos.

Los primeros en ser afectados fueron los grandes finqueros. El otro actor afectado fue la poderosísima Ufco, con tierras en todos los países del Centroamérica y el Caribe, y cuyos altos accionistas eran funcionarios del gobierno republicano de Dwight Eisenhower, empezando por los hermanos Allan y John Foster Dulles, este último secretario de Estado. La UFCO también fue propietaria de la llamada flota blanca que transportaba por el Mar Caribe la producción de bananos hacia los puertos del Golfo de México. Fue también propietaria de la Internacional Railway of Central América con ramificaciones en Honduras, Guatemala y El Salvador y de la Electric Bonds and Share, encargada de distribuir electricidad en los centros urbanos de Guatemala.

La construcción de la carretera al Atlántico, del Puerto de Santo Tomas de Castilla y  de la represa Jurun Marinala para proveer energía eléctrica, afectaba el monopolio de la UFCO. Pero sobre todo lo que asustaba tanto a la clase oligárquica como al imperialismo, no era ni la expropiación, ni mucho menos la competencia en el plano económico, sino cuestionamiento de los grandes monopolios y el “mal ejemplo” que se daba a los otros países latinoamericanos. Por abajo, la misma revolución encendió la mecha para que los campesinos aglutinados o no en los Comités Agrarios, junto a las huelgas sindicales, crearan dos grandes confederaciones, una de trabajadores y otra de campesinos, que rebasaban la capacidad de acción del gobierno y los partidos gubernamentales.

Una pléyade de fuerzas de centro-izquierda, entre los que sobresalían el Partido de Acción Revolucionaria, el Frente Popular Libertador y el Partido Guatemalteco del Trabajo, (comunista) heredero del primer partido comunista fundado en 1921, así como el mismo presidente Arbenz y sus cercanos colaboradores, tenían confianza en las instituciones del Estado, sobre todo el ejército, que si bien habían pasado por profundas reformas, seguían siendo capitalistas. El PGT por su parte, influido por la tesis estalinista de la revolución por etapas, consideraba a la naciente pequeña-burguesía industrial como aliada en la revolución, sector que se quedó callado o apoyó la invasión gringa.

La agresión contra la revolución

En la X conferencia Panamericana de Caracas en marzo de 1954, se impuso la tesis de que Guatemala era una amenaza para el hemisferio por la presencia comunista y solamente Uruguay apoyó la postura del canciller Guillermo Toriello, absteniéndose Argentina (un año después se derrocaba al general Perón que mostró algún tipo de nacionalismo) y México. Los medios de prensa estadounidenses, que por su parte venían creando condiciones en la opinión gringa para apoyar una invasión, arrecian su campaña. A eso se agrega que a nivel interno la jerarquía católica usa la figura del Cristo de Esquipulas, que recorriendo con la figura por todo el país insufla los ánimos clericales de sectores que se estaban creyendo la campaña contra-revolucionaria.

La invasión militar fue corta y podía haber sido fácilmente derrotada, pero lo que pesó fue la traición y el desánimo del alto mando. La CIA armó la operación Pbsuccess, encontrando a un ex militar aranista, Carlos Castillo Armas, para dirigir al Ejército de Liberación Nacional, unificando la oposición anti-comunista. Así, con el respaldo de los dictadores Anastasio Somoza de Nicaragua, Leónidas Trujillo de República Dominicana y Manuel Pérez Jiménez de Venezuela, usando el territorio hondureño, infiltraron a un pequeño ejército que fue derrotado en Puerto Barrios y Zacapa por las bases del PGT, los sindicatos y las tropas que obligaron a sus jefes a luchar. Sin embargo, en Chiquimula el jefe de la base militar se pasó a la liberación y neutralizó las protestas de militares y civiles. A partir de allí, la CIA contrata unos aviones para bombardear algunos puntos de la capital y sobre todo para generar terror psicológico. El alto mando, dirigido por Carlos Díaz, ya había negociado su permanencia con el derrocamiento de Arbenz; se ha discutido mucho sobre que Arbenz eligió a militares quienes lo traicionaron, por sobre otros fieles al proyecto revolucionario, pero con quienes tenía diferencias personales.

Como sea, el mismo Díaz fue sacrificado y se impuso como comandante del ejército y presidente a Castillo Armas. Éste instauró toda una serie de métodos de guerra civil para desestructurar la organización que había crecido con la revolución, creando el Consejo de la Defensa Anti-comunista. Se queman libros “comunistas” al mejor estilo nazi, se persigue, asesina, desaparece, se manda al exilio y se tortura a una cantidad de revolucionarios, se destruye sindicatos y obviamente, los Comités Agrarios. Se ilegaliza el PGT y todos los partidos revolucionarios. El gobierno de Armas no duró mucho pues éste fue asesinado por un militar en 1957, pero se instauró un régimen de terror por lo menos hasta inicios de la década de los 90s. Desde 1963 hasta 1985 el ejército gobierna bajo una fachada democrática contra-revolucionaria y después del 85 impulsa la apertura democrática. En 1960 del seno del ejército y sus corrientes arbenzistas surgieron las primeras guerrillas que se unirán como Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca en 1982, golpeada fuertemente y aceptando los procesos de paz después de Contadora en 1987.


Por Victoriano Sánchez

El pasado 11 de junio se cumplieron 44 años del inicio de la grandiosa huelga de obreros de la construcción de Nicaragua y de los trabajadores hospitalarios, que duro más de un mes, y que logró doblegar a la dictadura somocista.

El terremoto de 1972

El terremoto del 23 de diciembre de 1972 destruyó la ciudad de Managua, debido a que sus casas en su mayoría, después del terremoto de abril de 1931, habían sido construidas con taquezal (horcones de madera, reglas y piedras con argamasa).

El terremoto de Managua dejó cerca de 10,000 muertos, la capital destruida, la economía dislocada, siendo un fuerte golpe a la estabilidad económica del somocismo.

La reconstrucción de Managua abrió una crisis sin precedentes en el régimen somocista, porque el fabuloso negocio que implicaba la construcción de una nueva ciudad, generó la primera gran pugna interburguesa entre el somocismo que quería comerse todo el pastel, y otros sectores burgueses tradicionales, que sentían que Somoza les hacía competencia desleal.

Fortalecimiento de los obreros de la construcción

Pero, contradictoriamente, la destrucción de Managua trajo aparejada un enorme fortalecimiento del Sindicato de Carpinteros, Armadores, Albañiles y Similares (SCAAS), que tuvo sus orígenes en el Sindicato de Obreros de la Construcción, afiliado a la Central General de Trabajadores de Nicaragua-Independiente (CGT-i) (usaba esa sigla distintiva para diferenciarse de la otra CGT controlada por el somocismo), que a su vez era dirigida y controlada por el Partido Socialista Nicaragüense (PSN)

Los historiadores nunca han proporcionado la cifra exacta de afiliados al SCAAAS, mientras unos hablan de unos 6,000 obreros de la construcción, otros hablan de entre 30,000 y 40, 000. Esta última cifra puede resultar muy alta para la fecha.

La Junta Nacional de Gobierno

El general Anastasio Somoza Debayle fue elegido presidente para el periodo 1967-1972, después de la masacre del 22 de enero y de un descarado fraude electoral. Somoza no podía reelegirse para un periodo inmediato, por prohibición constitucional. Entonces, después de firmar el Pacto Kupia Kumi en 1971 con el Partido Conservador, liderado por Fernando Agüero Rocha, cedió formalmente la banda presidencial, en mayo de 1972, a una Junta Nacional de Gobierno (JNG) compuesta por dos representantes del Partido Liberal Nacionalista (PLN) y uno del Partido Conservador, quienes funcionarían como gobierno por un periodo de dos años, mientras se redactaba una nueva Constitución, que le permitiría postularse nuevamente como candidato presidencial

Esta JNG gobernaba formalmente el país, aunque el somocismo seguía siendo el verdadero poder, cuando ocurrió el terremoto de 1972. Esta aprobó el Estado de Emergencia, una versión del Estado de Sitio, que implicaba una mayor centralización del poder y restricción de las pocas libertades democráticas existentes.

Agravamiento de la crisis económica

A partir del terremoto de 1972 se acabó la bonanza económica que permitió la consolidación de la dictadura somocista, en los años 50 y 60. Este hecho particular coincidió con la primera gran recesión económica a nivel internacional, después de la finalización de la segunda guerra mundial. La situación cambio dramáticamente. La destrucción de Managua agravó el desempleo y elevó el costo de la vida.

Inmediatamente después del terremoto, Somoza Debayle, pasando por encima de la JNG, constituyó un Comité Nacional de Emergencia (CNE), convirtiendo a la Guardia Nacional nuevamente en el eje del poder. En enero de 1973, mediante el Decreto No 26, Somoza Debayle se hizo elegir presidente del CNE, dándole un golpe de estado a Fernando Agüero, quien se vio forzado a renunciar de la JNG:

La Ley No 86

Sacudiéndose el polvo del terremoto, la Asamblea Nacional Constituyente volvió a sesionar, y el día 10 de Enero de 1973, por instrucciones de Somoza Debayle, aprobó la Ley No 86, publicada en La Gaceta No. 8 de 16 de Enero de 1973, que extendía la jornada nacional de trabajo bajo el Estado de Emergencia. La jornada de trabajo fue extendida de 48 horas a 60 horas semanales, aboliendo de un solo golpe una conquista histórica de los trabajadores.

De esta manera se facultó al Ministerio del Trabajo autorizar a la patronal que lo solicitara, el aumento de la jornada de trabajo semanal a 60 horas. Esta medida estaba destinada fundamentalmente a expoliar a los trabajadores de la construcción, por la enorme demanda de obras de construcción que generaba el incipiente proceso de reconstrucción de Managua

El artículo 3 de la Ley No 86 estableció que “Cuando el salario no sea por hora tal salario deberá ser aumentado proporcionalmente a las horas que en el período haya trabajado. Cuando el salario sea por hora el trabajador devengará el que corresponda a las horas trabajadas”.

En el sector urbano no se trabajaba por horas sino por días. Lo anterior implicaba que no se pagarían horas extras, es decir, doble salario, como contemplaba el Código del Trabajo de la época, sino que serían pagadas de manera sencilla, lo que significaba en el fondo una reducción del salario global por más trabajo.

Incluso, se reformó el inciso segundo del artículo 57 del Código del Trabajo, “quedando como únicos días de descanso obligatorio para los trabajadores: el uno de Enero, el uno de Mayo, el catorce y quince de Septiembre y el veinticinco de Diciembre”. Este era otro duro golpe, que reducía los feriados nacionales. La respuesta de Somoza y los empresarios a la destrucción de Managua, fue ordenar más trabajo por menos salario

Malestar en los empleados públicos

A inicios de marzo de 1973, se produjo una huelga de médicos internos y residentes en las ciudades de Jinotepe, Matagalpa, Granada y otras, contra las condiciones deplorables de trabajo en los hospitales públicos y por aumento de salarios. También se sumaron las enfermeras del Hospital Fernando Vélez Paiz, en Managua, repudiando el miserable aumento de salarios del 15% que ofrecía la Junta Local de Asistencia Social que administraba los Hospitales. Médicos y enfermeras exigían un aumento de salario del 100% y también luchaban contra la jornada de 60 horas semanales. La huelga fue declarada ilegal por el Ministerio del Trabajo.

Pero el paro hospitalario permanecería activo, intermitente, hasta la entrada en la lucha de los obreros de la construcción.

La huelga del SCAAS

La celebración del 1 de Mayo de 1973 reflejaba un ascenso de las luchas de los trabajadores, y una mayor crisis del somocismo.

Un reportaje del diario La Prensa nos indica que, en el club universitario de la ciudad de León, "Los oradores responsabilizaron de la crítica situación a la Junta de Gobierno, al Comité de Emergencia, a los opositores pactistas y a los obreros indiferentes con la lucha que debe interesar a todos los trabajadores por el mejoramiento de su clase". Consideraron "monstruoso el decreto de las 60 horas" y pronunciaron su solidaridad con los obreros de la construcción. Por otra parte, "redactaron un telegrama al presidente del Comité de Emergencia, General Anastasio Somoza Debayle, solicitando la libertad de los detenidos". Habló el delgado de la CGT (i), Porfirio Hernández, quien demandó la unidad de los obreros, estudiantes e intelectuales. César Estrada dijo que: "la meta de los trabajadores es luchar porque se implante una jornada de 40 horas"

El 11 de Junio, después de agitadas asambleas de los obreros de la construcción, y asediados por los jeep de la Guardia Nacional, los obreros de la construcción comenzaron una huelga que llegó a ser histórica, y un gran punto de referencia para el movimiento obrero nicaragüense.

Plantel tras plantel permanecían en paro, a pesar de las presiones ejercidas por la Cámara Nicaragüense de la Construcción, que reclamaba mano fuerte contra los obreros. El somocismo comenzó una represión selectiva, encarcelando a casi toda la dirigencia nacional del SCAAS y de la CGT-i. Entre ellos estaban Domingo Sánchez Salgado “Chaguitillo”, Domingo Vargas, Nilo Salazar, y Alejandro Solorzano, entre otros. Los que no fueron capturados permanecieron en la clandestinidad, siendo escondidos en la casa de los obreros de la construcción. Las cárceles se llenaron de dirigentes de base de la SCAAS. El somocismo presionaba para quebrar la huelga de obreros de la construcción, que ya había empalmado con la de los trabajadores hospitalarios.

La huelga de la construcción, al igual que la de los hospitales, tenían dos grandes consignas, la derogación de la Ley No 86 y el aumento de salarios.

Victoria total de la huelga

Las dos huelgas tenían en jaque al somocismo, a pesar de la represión. La burguesía de la construcción comenzó dividirse, y a plantear la necesidad de retroceder. El ambiente político era muy tenso en esa época. Se establecieron negociaciones con el SCAAS y Somoza tuvo que respetar a algunos delegados que salían por ratos de la clandestinidad para ir a la mesa de negociaciones, para regresar posteriormente a los planteles y nuevamente a la clandestinidad.

El 21 de Julio, la Cámara de la Construcción y el comité ejecutivo del SCAAS llegaron a un acuerdo salarial, el aumento seria del 30%. Finalmente, el 26 de Julio, la Asamblea Nacional Constituyente acordó derogar la Ley No 86, sepultando el intento de implantar las 60 de horas de trabajo semanal, también se restablecieron los feriados nacionales y locales contemplados en el Código del Trabajo, así como todo lo relacionado a las horas de descanso

Triunfan también los trabajadores hospitalarios

La lucha conjunta de médicos, enfermeras y trabajadores de los hospitales, combinada con la lucha de los obreros de la construcción, dio también los frutos esperados.

Para el 30 de Julio, el paro hospitalario casi había finalizado. Los aumentos salariales fueron del 18% para los trabajadores del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), 25%a 30% para las enfermeras y auxiliares.

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la lucha de los obreros de la construcción, y la de los trabajadores hospitalarios, fue un ensayo embrionario de lo que pudo haber sido una huelga general contra el somocismo. Aunque pelaron de manera separada, las consignas eran las mismas: derogación de la jornada laboral de 60 horas y aumento de salarios. Y, a pesar de todo, lucharon y ganaron.


En 1968 se fundó la CENTRAL NACIONAL DE TRABAJADORES (CNT), mediante la unión de tres federaciones sindicales: la Federación Central de Trabajadores de Guatemala (FECETRAG), la Federación Nacional de los Obreros del Transporte (FENOT) y la Federación Campesina de Guatemala (FCG). La CNT nunca contó con personalidad jurídica, pero se afilió a la Confederación Latinoamericana de Trabajadores (CLAT), de orientación socialcristiana. Desde su origen estuvo integrada por sindicatos industriales, ligas campesinas y cooperativas.

La CNT era el núcleo de la actividad sindical y la organización mayoritaria durante la década de los setenta. En 1974 contaba con siete sindicatos adheridos. En 1979 sumaban 69 sindicatos. Dado su importante rol en la organización social la CNT se convirtió en un espacio de influencia no sólo notable entre las distintas corrientes sindicales existentes en el momento, sino también entre las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) y el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), que tenían influencia política en el sector. En 1978, después de mucho debate, la CNT rompió con la CLAT, lo que la dejó carente de vínculos internacionales. En 1980 la CNT contaba con una estructura integrada por diferentes secciones que a su vez se interrelacionaban: organización, propaganda y asuntos jurídicos, que apoyaban a los sindicatos en sus reivindicaciones.

El 21 de junio de 1980, durante el régimen oligárquico militar presidido por el militar genocida Fernando Romeo Lucas García, fueron secuestrados y desaparecidos 27 sindicalistas, sobre los hechos, la antropóloga Marta Gutiérrez, en el estudio Sindicalistas y Aparatos de Control Estatal: Elementos Para Una Historia Del Movimiento Sindical, da a conocer cómo las fuerzas represivas del Estado guatemalteco cometieron este crimen de lesa humanidad.

Por Martha Gutiérrez

Al filo de las 15:30 horas del 21 de junio de 1980, apareció por la cuarta calle y sobre la novena avenida de la zona 1 de la ciudad de Guatemala, un grupo de sesenta hombres vestidos de civil, que usaban sombreros y otros cuantos, gorras deportivas. Todos portaban armas de fuego. Los sombreros y sacolas eran usados por la Policía Judicial y las gorras deportivas era un distintivo asociado a los recién entrenados miembros de la Sección de Narcóticos de la Policía. Sin excepción, para ocultar su identidad se taparon los rostros con pañuelos.

Se apostaron en forma de media luna frente a la sede de la Central Nacional de Trabajadores (CNT), con las metralletas y fusiles en la mano, los hombres apuntaban hacia las ventanas de arriba y debajo de la casa de doble nivel. Entre todos los agentes se podía identificar, por su uniforme y sus insignias, a tres oficiales del Ejército. En este operativo, eran ellos quienes llevaban la voz de mando. Constantemente, éstos mantuvieron comunicaciones por radio, se supone, con sus superiores.

Tras este despliegue, con el cual las tropas gubernamentales aseguraron la entrada a la oficina de la Central Nacional de Trabajadores, se presentaron por lo menos otros siete vehículos que se encontraban a la espera, en la quinta calle y novena avenida. El primer vehículo que apareció era un vehículo tipo bronco. Le siguió un microbús Toyota Hiace de la Sección de Narcóticos de la Policía, una camioneta Pájaro Azul, donde las fuerzas de Policía solían trasladar a los detenidos después de las operaciones limpieza; un vehículo pequeño, color corinto, y otros más.

Mientras tanto, otros agentes, uniformados y vestidos de particular, habían paralizado el movimiento de vehículos entre la décima y séptima avenidas, y entre la tercera y quinta calles. La zona congelada alcanzó un perímetro de 300 metros cuadrados; adentro de aquella área se encontraba la Prisión de Mujeres Santa Teresa y la principal sede del Cuerpo de Detectives al mando del coronel de policía Manuel de Jesús Valiente Téllez. A dos cuadras estaba la vigilancia armada del Segundo Cuerpo de Policía y la sede de la Sección de Investigaciones Especiales –conocida                     popularmente como Comando Seis– dirigida hasta entonces por el coronel de policía Pedro García Arredondo. A pocas cuadras iniciaba el perímetro de seguridad del presidente de la República y del Palacio Nacional –principal sede del ejecutivo–. Aquí también te nía su oficina el jefe de la Dirección de Inteligencia Militar, general Manuel Antonio Callejas y Callejas; el jefe del EMP, el coronel Héctor Montalván Batres, y el ministro del Interior, Donaldo Álvarez Ruiz. A me nos de un kilómetro, hacia el Sur estaban las oficinas del director general de la Policía, puesto ocupado por un oficial de inteligencia militar, el coronel de infantería Germán Chupina Barahona.

Adentro, en la sede sindical, en una sala del segundo piso de la casa, se encontraban 29 sindicalistas, casi todos delegados de los comités ejecutivos de los sindicatos de la industria. La reunión había sido convocada esa misma semana, el 16 de junio, por el Departamento de Organización de la CNT, con el propósito de tratar problemas internos que se arrastraban desde meses atrás entre los sindicalistas.

Aunque ese mismo día, por la mañana, la misma reunión había sido suspendida por miembros del Departamento de Organización de la CNT, después de que hombres armados asesinaran dentro de la planta de la Coca-Cola al joven sindicalista Edgar René Aldana. Ya en horas de la tarde fue imposible evitar el intento de realizar aquella reunión. Una serie de hechos aparentemente casuísticos, el ímpetu sindical y el alto nivel de disputa política al interior de la CNT, se impusieron sobre cualquier medida de seguridad.

Nunca inició formalmente la reunión. Cuando las fuerzas del régimen procedieron al asalto, aún los sindicalistas confiadamente deliberaban qué decisión to mar en un momento de alta tensión política ¿Suspender el encuentro o realizarlo en otro lugar? En el lugar se encontraban: 1. Agustín Chitay Chapetón, miembro del Sindicato de Industrias Plásticas de Guatemala (Induplastic); 2. Héctor Manuel Sánchez González, miembro del Sindicato de Induplastic; 3. Irma Candelaria Pérez Osorio, 19 años, miembro del Sindicato de Induplastic; 4. Álvaro Orlando Estrada, miembro del Sindicato de Comercio de Material de Construcción (Cermaco); 5. Erwin –o Erquien– René Hernández Paiz, miembro del Sindicato de Cermaco; 6. Selvin Arnoldo García López, 21 años, miembro del Sindicato de Cermaco; 7. Bernardo Marroquín Salazar, 29 años, secretario general del Sindicato de la fábrica de alimentos Kerns; 8. Manuel Antonio Rodríguez, miembro del Sindicato de la fábrica de alimentos Kerns; 9. Sonia Elizabeth Alecio, miembro del Sindicato de Vicks Vaporub, compañía norteamericana; 10. Florentino Gómez López, secretario de Prensa del Sindicato de Trabajadores de la Embotelladora Guatemalteca (STEGSA); 11. Ismael Vásquez Ortiz, secretario de Conflictos del STEGSA y de la Comisión de Conflictos de la CNT; 12. Crecencio Cornel Ordóñez, miembro del Sindicato Enlozados Nacionales; 13. Jorge Luis Serrano, miembro del Sindicato Enlozados Nacionales; 14. Cristina Yolanda Cabrera, miembro del Sindicato Sistemas Electrónicos; 15. Rafael Antonio Aguilar Pérez, 26 años, miembro del Sindicato Sistemas Electrónicos; 16. Florencia Xocop Chávez, 24 años, miembro del Sindicato de las Industrias Acrílicas de Centro; 17. América (Acricasa) y miembro de la Comisión de Organización de la CNT; 18. Hilda Carlota Pérez Menéndez, miembro del Sindicato de Acricasa; 19. Sara Cabrera Flores con cinco meses de embarazo, secretaria general del Sindicato de Acricasa; 20. Manuel René Polanco Salguero, secretario general del Sindicato de Trabajadores de Prensa Libre; 21. Oscar Amando Salazar, miembro del Sindicato de Trabajadores de Prensa Libre; 22. Mario Campos Valladares, 23 años, secretario general de la fábrica de Productos Alimenticios Diana y secretario general de la CNT; 23. Mario Martínez, miembro del Sindicato de Foremost Dairy, compañía norteamericana; 24. Orlando Antonio García Rodríguez, 29 años, miembro del Sindicato de Transportes Urbanos Reforma (Tursa); 25.Pedro Ramos Micatu, miembro del Sindicato de la Federación Nacional de Obreros del Transporte (Fenot); 26. Tomás Roberto Pol, miembro del Sindicato de Fenot; 27. El Repollo, miembro del sindicato de Incesa Standard (Industria Cerámica Centroamericana); 28. El Bananito, estudiante de secundaria.

Los asaltantes usaron un carro tipo bronco para abrir el portón de las oficinas, lo que dio paso para que los demás agentes penetraran al lugar.… La Policía Judicial allanaba frecuentemente la sede de la CNT. Ya había ocurrido el 25 de junio de 1976, el 20 de julio de 1979, el 22 de febrero y el 30 de abril de 1980. También en esas ocasiones, la Judicial entró haciendo uso de la fuerza. Después de registrar y robar los papeles de los archivos sindicales, capturaban a los sindicalistas que allí se encontraran. Antes de ser presentados a los tribunales, la policía política.

Ese día, sólo el Repollo y Bananito, lograron escapar haciendo uso de la escalera que los sindicalistas acostumbraban mantener en la pared del fondo de la casa, para cuando se presentaran situaciones de emergencia, como la de ese 21 de junio. Se mantuvieron escondidos en el tejado de la casa vecina. Desde allí escucharon las voces a gritos de los agentes gubernamentales que retaban a los sindicalistas cercados a entonar las consignas sindicales y revolucionarias. Los obreros guardaron silencio. No se escucharon disparos. La operación duró pocos minutos

Milquicidet Miranda y Willy Mijangos Celis (el Mozote), testigos de lo que ocurrió fuera de la sede, observaron la agitada retirada de los secuestradores, algunos de ellos botaron los pañuelos con los que se cubrían el rostro, entre ellos se encontraba el jefe de la Sección de Narcóticos, José de Jesús Castro, que ocupó el cargo hasta el 13 de octubre de 1982.

Al abandonar las oficinas de la Central los vehículos gubernamentales, llevaban en su interior a los sindicalistas, aperchados, tirados en el piso de los vehículos, unos encima de otros. Se dirigieron hacia la tercera calle, y luego cruzaron por la octava avenida, pasando frente a una de las principales sedes de la Judicial. El mismo sitio, donde días más tarde, los familiares llegaron a recoger las motocicletas de los sindicalistas secuestrados.

La sede sindical quedó desolada. En el segundo nivel de las oficinas se veían manchas de sangre. Los secuestradores habían roto las puertas, las ventanas y los teléfonos. Habían desaparecido tres máquinas de escribir, robadas por los agentes del gobierno, así como las placas del jeep Toyota propiedad de la CNT, que se encontraba estacionado en el garaje; y los archivos de la Central.


Por Victoriano Sánchez

En Mayo de 1957 se inició una guerra entre Nicaragua y Honduras, por el territorio en litigio conocido como la Mosquitia. Honduras estaba siendo gobernando por una Junta Militar que en el año 1956 había derrocado al gobierno de Julio Lozano Diaz, quien había llegado efímeramente al poder como sucesor del supuestamente enfermo presidente Juan Manuel Gálvez Durón. La Junta Militar estaba conformada por el general Roque Jacinto Rodríguez Herrera, el coronel Héctor Caraccioli Moncada y por el Mayor Roberto Gálvez Barnes.

Gobiernos militares en Honduras y Nicaragua

En Nicaragua, conforme la Constitución de 1950, el presidente del senado asumiría la presidencia en caso de desaparición del presidente. Somoza García ya había arreglado el tema de la sucesión presidencial, cuando fue ajusticiado por Rigoberto López Pérez el 21 de septiembre de 1956. Su hijo, Luis Somoza Debayle, presidente del senado, fue electo por el Congreso Nacional para terminar el periodo presidencial de su padre, dándole continuidad a la dictadura somocista.

Habiendo sido abolidas con antelación las prohibiciones para la reelección presidencial, Luis Somoza se presentó como candidato presidencial para las elecciones del periodo 1957-1963.

En Nicaragua, la situación era tremendamente inestable: crisis económica, represión y masacre de opositores en venganza por el ajusticiamiento del dictador Somoza García, reagrupamiento de los conservadores radicales y expectativa de las masas que sentían que al fin podían terminar con la continuidad de la dictadura somocista.

La Junta Militar de Honduras, como el presidente Luis Somoza Debayle, quien se encontraba en campaña electoral, habían llegado al poder en medio de un enorme descontento social. Ambos, desde puntos de vista diferentes, necesitaban conquistar apoyo popular para cumplir sus objetivos.

La Junta Militar de Honduras, presionada también por el descontento de masas, se había propuesto reformar el Estado burgués, y tuvo un ligero giro al nacionalismo (no confundirlo con el nacionalismo cachureco), reivindicando la grandeza de la patria hondureña. No solo iniciaron una apertura política, e impulsaron algunas reformas democráticas, sino que emitieron, entre otros, el Decreto del 21 de Febrero de 1957 que creaba el 18 Departamento, denominado de “Gracias a Dios”, que señaló como límites: Al norte y al este, el mar de Las Antillas; al oeste, el meridiano 85 grados al Oeste de Greenwich; al Sur, la línea que sigue la vaguada o talweg del Río Segovia o Coco hasta su desembocadura; y estableció a ciudad Cabañas como cabecera departamental. Con ello estableció una nueva frontera con Nicaragua, en el territorio que había estado en “litigio”.

El gobierno de Luis Somoza hizo los reclamos diplomáticos, y alimentó un vulgar nacionalismo nicaragüense, en medio de la campaña electoral, presentándose como el máximo defensor de la soberanía nacional. Por su parte, los militares hondureños hicieron lo mismo. El pleito por el “territorio en litigio” era el pleito por los recursos naturales de la Mosquitia, que abarcaba una buena porción de la costa caribe tanto de Nicaragua como de Honduras.

La desmembración de la Mosquitia.

Honduras como Nicaragua, así como el resto de países de Centroamérica, tenemos un origen común. Desde la época colonial, hasta la proclamación de la República Federal de Centroamérica (1824-1838), diversos territorios han estado en manos de diferentes gobiernos, sobre todos los territorios fronterizos. Primero como gobierno de la capitanía general de Guatemala, y después como parte de los sucesivos gobiernos posteriores a la independencia.

Desde esa época existió un conflicto por el territorio de la Mosquitia, una verdadera nación indígena (un caso de tipico de nacion sin Estado) que comprendía el Awán, en Honduras, toda la costa caribe de Nicaragua. hasta Matina en Costa Rica. Mientras Centroamérica se mantuvo unida, no hubo pleito por estos territorios, sino hasta después. La disolución del Estado Federal generó tendencias centrípetas y nacionalismos estrechos, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se produjo el boom cafatelero que permitió la relativa consolidación de los nuevos Estados nacionales.

En 1831, aprovechando la guerra civil centroamericana, Inglaterra disputaba los mares al decadente colonialismo español y al emergente imperialismo de los Estados Unidos. Para enfrentar a los españoles, y a los gobiernos surgidos de la independencia de 1821, Inglaterra, desde sus cuarteles en Belice y Jamaica, impulsó un acercamiento amistoso con los indígenas misquitos, llegando a crear el Reino Mosco, como un gobierno títere, compuesto por la aristocracia indígena, llegando a establecer alianzas y el control sobre una franja del territorio centroamericano, en la perspectiva de poder incidir en la posible construcción de un canal interoceánico. Los indígenas misquitos se aliaron con los ingleses para luchar contra el dominio de las oligarquías criollas, herederas del colonialismo español.

En 1894, el gobierno del general José Santos Zelaya, con apoyo de las cañoneras yanquis, logró anexar militarmente una gran parte del vasto territorio de la Mosquitia al Estado de Nicaragua, en un proceso que se ha conocido falsamente como “reincorporación” de la Mosquitia, cuando en realidad las autoridades nicaragüenses, a duras penas lograron establecer su soberanía sobre algunos puertos en el rio San Juan. Estados Unidos apoyó al gobierno de Nicaragua, para desalojar a los ingleses de esa parte del territorio, aunque posteriormente impulsó el derrocamiento de Zelaya en 1909.

Inglaterra siempre trató de recuperar la influencia perdida en esa parte de la Mosquitia. En 1905, barcos de guerra de Estados Unidos protegieron la costa caribe nicaragüense, de la amenazante cercanía de la flota de guerra inglesa. Ese año, se firmó el tratado Altamirano-Harrison por medio del cual Inglaterra renunciaba a recuperar el territorio de la Mosquitia.

Mientras esto ocurría, la parte del Awan, al norte del rio Coco, era reclamada por Honduras. Las autoridades de Nicaragua hicieron lo mismo.

El Laudo del Rey de España, en 1906

La anexión de una parte de la Mosquitia al Estado de Nicaragua en 1894, obligó al Estado de Honduras a reclamar su parte. Con base al Tratado de 1894, los gobiernos de Honduras y Nicaragua, decidieron ir a un juicio arbitral, siendo el árbitro don Alfonso XIII, rey de España, quien en el año 1906 dictó su sentencia: "(…) El punto extremo limítrofe común en la Costa Atlántico será la desembocadura del Río Coco, Segovia o Wanks en el mar, junto al cabo de Gracias A dios, considerado como boca del río la de su brazo principal entre Hara y la isla de San Pío en donde el mencionado Cabo, quedando para Honduras las isletas y cayos existentes dentro de dicho brazo principal antes de llegar a la barra y conservando Nicaragua la orilla sur de la referida boca principal con la mencionada isla de San Pío, más la bahía de Gracias a Dios entre el continente y la repetida isla de San Pío.

A partir de la desembocadura del Segovia o Coco, la línea fronteriza seguirá por la vaguada o talweg de este río aguas arriba sin interrupción, hasta llegar al sitio de su confluencia con el Poteca o Bodega y desde este punto dicha línea abandonará el río Segovia continuando la vaguada del mencionado afluente Poteca o Bodega y siguiendo aguas arriba hasta su encuentro con el río Guineo o Namaslí.

Desde el encuentro la divisoria tomará la dirección que corresponde a la demarcación del Sitio Teotecacinte con arreglo al deslinde practicado en mil setecientos (1720) para concluir en Portillo Teotecacinte de modo que dicho sitio quede íntegro dentro de la jurisdicción de Nicaragua".

Alfonso XIII le dio la razón al gobierno de Honduras, estableció las fronteras entre los dos estados nacionales, algo que no fue aceptado por el gobierno de José Santos Zelaya.

El inicio de la guerra

Antes del estallido de la guerra, los militares hondureños compraron el primer lote de (3) Corsarios F4U-5N, reliquias de la segunda guerra mundial.

El 7 de marzo de 1957, la Junta Militar de Honduras envió tropas del campamento de Ahuas hasta la Aldea de Morocón. El gobierno de Luis Somoza trató de que la OEA detuviera ese movimiento de tropas, pero no logró. En respuesta, Somoza mandó 100 soldados de las tropas elites de la Guardia Nacional, ocupando la zona de Mocoron.

El 27 de abril de 1957 el gobierno de Honduras envió un contingente de 75 soldados al mando del Capitán, Arnaldo Gómez Alas y del Sub-Teniente Efraín Sanabria Rubio, a recuperar Morocón que en estaba en manos de los nicaragüenses.

El 30 de abril de 1957, los soldados hondureños rodearon a los nicaragüenses, y después de una corta batalla, lograron desalojarlos. Un papel clave jugaron los recién adquiridos aviones de la Fuera Área de Honduras (FAH). Según los reportes periodísticos de la época, hubo dos soldados hondureños muertos: el Sargento Longino Sánchez Díaz y el cabo Gregorio Hernández, resultó herido el Sargento José Ovidio Palacios.

Las autoridades de Honduras sonaron las alarmas al denunciar que tropas nicaragüenses habían penetrado el territorio de Honduras en la zona de Mocoron. Igual denuncia, pero en sentido contrario, hizo Luis Somoza el 1 de mayo, fecha de su toma de posesión, y su primer acto de gobierno fue declarar la guerra a Honduras.

En su discurso de toma de posesión, Luis Somoza dijo lo siguiente: “(…) Mi corazón estaba emocionado al saber que venía a cumplir con un mandato constitucional, pero cuando me encontraba en las puertas de Casa Presidencial, listo para abordar el automóvil, recibí la triste noticia de que fuerzas hondureñas, invadiendo territorio nacional, ultimaron a treinta y cinco guardias nacionales. Francamente si la Patria reclama mi presencia en el campo de batalla allí estaré yo, dispuesto a ofrendar mi vida en aras de Nicaragua”.

Nunca se pudo confirmar la muerte de 35 soldados nicaragüenses. Se habla de una guerra de 23 días, del 1 al 23 de Mayo, pero solo hubo un combate. En realidad, la batalla de Mocoron duró pocas horas. La llamada “guerra de Mocoron” fue una maniobra del gobierno de Luis Somoza, para afianzarse en el poder y superar la crisis posterior al ajusticiamiento de su padre.

El nacionalismo reaccionario estalló en Honduras y Nicaragua. Las radios, principal medio de comunicación, exacerbaban los ánimos. Se alistaron voluntarios para ir a la guerra fratricida, pisoteando las aspiraciones de los indígenas misquitos.

En Managua, la embajada de Honduras fue incendiada por las turbas somocistas, dirigidas por la Nicolasa Sevilla, quien encabezaba una fuerza de choque paramilitar.

Las tensiones se mantuvieron entre los dos países, pero los militares de Honduras continuaron son sus reformas (otorgaron la autonomía universitaria e impulsaron una apertura democrática) y después de ganar la elección presidencial el liberal José Ramon Villeda Morales, en diciembre de 1957, regresaron a los cuarteles.

La sentencia de la CIJ

El conflicto por el territorio en litigio fue llevado a la Organización de Estados Americanos (OEA) y mediante acuerdo ambos países acordaron someterse a la jurisdicción de la Corte Internacional (CIJ) de Justicia de La haya.

Finalmente, el 18 de noviembre de 1960, la CIJ confirmó el laudo del rey de España, del año 1906, dándole la razón a Honduras, y confirmando la plena soberanía de Honduras sobre el territorio en litigio.

Un tema pendiente: la restitución de las naciones indígenas

Las oligarquías de Nicaragua y Honduras devoraron a la debilitada nación misquita, cada cual agarró la mejor parte. Reducidos a la mínima expresión, forzados a vivir como prófugos, los Estados nacionales de Honduras y Nicaragua, le negaron a los indígenas misquitos el derecho democrático mas elemental como es decidir ellos mismos su futuro.

Con el final de la guerra de Mocoron y la sentencia de la CIJ se confirmó la tragedia: los misquitos quedaron divididos por el rio Coco, en dos países diferentes, aunque ellos se siguen considerando misquitos por encima de las nacionalidades nicaragüenses o hondureña.

El destino de la nación misquita es similar a la de muchas otras naciones indígenas que fueron aplastadas y destruidas. Cuando Centroamérica se separó del Imperio de Iturbide, en 1823, la nación de los indígenas mames quedó dividida entre el Soconusco, que fue anexado a México, y otra parte que quedó en el departamento de San Marcos, en Guatemala.

Lo mismo ocurrió con la nación Qjobal, que quedó dividida entre Chiapas, México, y Hueutenango, Guatemala. Los garífunas, sin constituir una nación propiamente, están divididos entre Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua.

A pesar del proceso de extinción y genocidio a que han sido sometidos, el programa de la revolución socialista en Centroamérica debe reivindicar la restitución de las naciones indígenas, defender su cultura, idiomas, formas de gobierno, etc. Debemos terminar con la división territorial que hicieron los gobiernos liberales del siglo XIX, cuyo principal objetivo era apropiarse de los territorios indígenas y disolver su población en el mestizaje.

Si la Federación Centroamericana no se hubiera disuelto, probablemente otra seria la historia de la nación misquita. La reunificación socialista de Centroamérica deberá reconstruir los hilos rotos de la historia.


Por Rodolfo Romero

Salvador Mendieta fue un gran intelectual nicaragüense (1879-1958), fundador del Partido Unionista Centroamericano (PUCA), uno de los tantos intentos fallidos de crear una organización política para lograr la reunificación de Centroamérica, durante el siglo XX

Nació en la ciudad de Diramba, departamento de Carazo, una rica zona cafetalera en momentos del boom cafetalero de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su familia era de clase media, ricos comerciantes que pudieron dotar a sus hijos de buena educación, en un país de analfabetas. Eran parte de la elite. Las familias pudientes, casi siempre, enviaban a sus hijos a estudiar al extranjero. Al regresar graduados, eran los nuevos profesionales y la nueva clase media, ligados al liberalismo.

En 1892 el joven Salvador Mendieta fue a terminar la secundaria en el Instituto Nacional de Varones en Guatemala. Dos años después, creo el primer grupo estudiantil unionista. Después de la disolución de la República Federal de Centroamérica en (1838-1840), el unionismo persistió y tuvo diferentes momentos de desarrollo. Mendieta fue expulsado del Instituto por orden del general José María Reina Barrios (1892-1898), obligándolo a continuar sus estudios en El Salvador donde fundo una nueva agrupación unionista denominada Minerva. En 1897, Mendieta regresó a Guatemala e ingreso a la facultad de derecho de la Universidad San Carlos (USAC), donde fundo un nuevo grupo unionista denominado El Derecho que fue el núcleo central de construcción del PUCA.

El gobierno de Manuel Estrada Cabrera encarceló y expulsó a Mendieta, por ser el centro de la agitación estudiantil. Mendieta se terminó graduando de abogado en la Universidad Central de Honduras, en 1902. La proliferación del unionismo centroamericano encontró un terreno fértil en la intelectualidad que se había formado con el boom cafetalero.

Ese mismo año, Mendieta regresó a Nicaragua donde fundó el Diario Centroamericano. Fue encarcelado por el gobierno de José Santos Zelaya por participar en la conspiración contra los gobiernos de Estrada Cabrera en Guatemala y Terencio Sierra en Honduras.

Una vez excarcelado, viajó a El Salvador a solicitar vanamente el apoyo del general Tomas Regalado (1898-1906). En 1906 viajo a Honduras donde, con el apoyo del presidente Miguel Dávila (1906-1911) fue nombrado magistrado de la Corte de Apelaciones de Santa Bárbara de Copán. Por sus actividades unionistas, fue expulsado de Honduras hacia Nicaragua, donde fue nuevamente encarcelado.

En 1909 Zelaya fue derrocada y le sucedió el gobierno de José Madriz (1909-1910). Mendieta ocupo el alto cargo de secretario de la Presidencia. En 1912, dirigió el diario El Independiente, y organiza la primera Convención Nacional del PUCA. El gobierno cipayo de Adolfo Díaz lo encarceló, por organizar protestas contra la intervención militar norteamericana. El PUCA era baluarte de la defensa de la soberanía centroamericana.

En 1921, el gobierno pro unionista de Carlos Herrera (1920-1921), de Guatemala, nombró a Mendieta como su representante diplomático. Mendieta propuso a la Asamblea nacional constituyente reunida en ocasión del 100 aniversario de la independencia, una propuesta dirigida al Gobierno de Estados Unidos en apoyo a la unión centroamericana, lo que causó una ola de disconformidad y desprestigio que afectó seriamente su persona y tuvo efectos nefastos para el desarrollo del PUCA, el cual entró en crisis. El PUCA se fragmentó y surgieron varios partidos unionistas de carácter nacional, que participaban de la política local en los distintos Estados en el istmo, disolviéndose en los hechos como proyecto centroamericanista

En 1922, Mendieta se alió al Partido Liberal de Nicaragua, promoviendo la alianza de los Partidos Liberal, Progresista y el Unionismo que llevaron a la presidencia a Carlos Solórzano (1925 -1926), llegando a ocupar efímeramente la cartera de ministro de guerra.

En 1925 retomó la lucha por la reorganización del PUCA, tras el desastre de la República Tripartita, apoyándose en las logias masónicas del istmo. La masonería fue revolucionaria en los siglos XVIII y mitad del XIX, pero en el siglo XX ya estaba enquistada en las instituciones de los Estados nacionales que surgieron de la desmembración de Centroamérica, siendo reaccionaria y buscadora del statu quo. En 1940 fue nombrado rector de la Universidad Central de Nicaragua, pero fue clausurada un año después, por considerarse un foco de agitación contra el somocismo. Después de su tercera convención el PUCA no se reunió más.

Salvador Mendieta murió en la pobreza el 28 de mayo de 1958, en El Salvador, sin lograr la meta de reunificación de Centroamérica, siendo el máximo representante de la intelectualidad pequeñoburguesa centroamericanista romántica.

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