Por Horacio Villegas

Las Reformas Electoras son un asunto consumado en el debate de los hemiciclos del Congreso Nacional. Luego de proponer la creación de dos nuevos organismos electorales: Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal de Justicia Electoral (TJE), las bancadas de los partidos tradicionales esperan ansiosos por el festín que supone la repartición de puestos en estas dos instancias.

Las grietas que presenta el sistema eleccionario del país, siguen latentes, y la Oposición representada en el Congreso Nacional, no piensa enmendar un sistema electoral que les favorece sus intenciones de lanzar viejas candidaturas para una futura reelección presidencial, como es el caso del vaquero Zelaya. Los diputados de la Oposición no reniegan del viejo Tribunal Supremo Electoral a ultranza, ni de las reformas abanderadas por el partido de gobierno entorno a reformar artículos pétreos de la constitución.

Tal parece que nos encontramos en una nueva faceta luego de la crisis post-electoral, en donde las intempestivas contra el gobierno ya no forman parte de la agenda de los partidos opositores, sino que se invoca la salida del gobierno hasta el 2021. Las convocatorias a seguir con los métodos de lucha en las calles, mutaron en una burda resistencia personal que confía ciegamente en las resoluciones de un Congreso Nacional en su mayoría cachureco.

El pasado 20 de marzo, se llevó a cabo un foro con expertos internacionales sobre el tema electoral en América Latina, y ciertos representantes de la sociedad civil vertieron opiniones al respecto: como la “desconcentración” de los órganos electorales, que supone en este caso, distribuir las decisiones en dos órganos independientes. Otra de las peticiones de los representantes de la sociedad civil, es desplazar a los personajes afines a los partidos políticos. Esta sugerencia peca de ingenuidad, pues las personas que recurren a los asuntos públicos asoman sus narices a preferencias políticas, por lo tanto, la vieja recurrencia de abogar por personajes apolíticos se cae por su propio peso. 

“El evento fue patrocinado por la no gubernamental Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), de cara a la integración del nuevo Tribunal Electoral y Consejo Nacional Electoral, las dos entidades que sustituyeron al anterior Tribunal Supremo Electoral (TSE)… Como la elección de los nuevos magistrados de estos dos organismos y del RNP está previsto para mayo de este año, los expertos recomendaron al Congreso no interferir en el nombramiento y dejar las propuestas a la sociedad civil (La Tribuna, 20 de marzo de 2019).”

Los supuestos representantes de la sociedad civil siguen los mismos patrones de ciertas ONGs: no se precipitan a combatir propuestas infames como la creación de más burocracia, maquinaria que será dirigida por los partidos tradicionales, sino que intentan conducir las aberraciones ya creadas, dándole un cariz más aceptable a estos engendros surgidos por el puro interés partidario. Quieren enderezar troncos que nacieron torcidos. A nuestro parecer, las reformas electorales suponen un pretexto del partido nacional y los demás partidos representados en el Congreso, para seguir controlando plenamente el órgano encargado del tema electoral; la prohibición de la reelección, y el acabose del financiamiento ilícito de campañas sigue siendo un asunto intocable para los congresistas.

Los pastores evangélicos insisten en conseguir cargos de elección popular

Los pastores evangélicos, quienes han ocupado el terreno político en varios países de América Latina –como el caso de Brasil, en donde se promovió la figura del fascista Bolsonaro, quien hoy es presidente–, pretenden enquistarse en el Estado para que de allí surjan propuestas patéticas que tienen que ver con asuntos religiosos. El fenómeno Bolsonaro, que está desatándose en Brasil, apunta a que los pastores religiosos abanderan políticas nefastas ligadas al neoliberalismo; visibles en la privatización de empresas; la pérdida de derechos conquistados por la clase obrera brasileña; el fomento del racismo desde el Estado; la discriminación de pueblos indígenas, y grupos de diversidad. La participación de estos “empresarios de la religión”, supondría el ascenso de la extrema derecha y un nuevo ciclo de retrocesos en la conquista de derechos sociales.

En Honduras, los pastores evangélicos han fomentado desde sus iglesias, el odio frontal hacia los grupos representantes de la diversidad; e inclusive las charlas hacia sus incautos creyentes, reiteran el afán por el enriquecimiento individual, por conseguir a costa de lo que sea, una vida ostentosa como la de los líderes religiosos que ya la poseen. No son un referente moral. Pues son varios los delincuentes que en nombre de una religión desfalcan a miles de familias hondureñas, a tal punto de convertirse en ricos de la noche a la mañana.

El artículo 77 de la constitución de 1982 reza lo siguiente: “se garantiza el libre ejercicio de todas las religiones y cultos sin preeminencia alguna, siempre que no contravengan las leyes y el orden público.” El pacto liberal del 82 define un cierto distanciamiento de las religiones en las decisiones del Estado, pese a que la iglesia católica fuera la principal institución inmiscuida en estos asuntos en la Colonia –pues en ella recaían varias decisiones–, y en los años subsiguientes de la mismísima República.

En el actual gobierno de la dictadura nacionalista, son varios los pastores evangélicos que forman parte de este equipo de corruptos –Ebal Díaz es el caso. Pareciera que estos líderes religiosos buscan más situaciones ventajosas para su enriquecimiento personal, y un buen incentivo como la evasión fiscal de sus iglesias. El punto es que sería desastroso que estos impostores dueños de las ofrendas de familias pobres y luchadoras, llegaran a convertirse en candidatos de elección popular.


Hace nueve años, el 23 de marzo del año 2010, en Tegucigalpa, fue asesinado a balazos nuestro inolvidable camarada José Manuel Flores Arguijo, un dirigente excepcional que combinaba experiencia, capacidad intelectual y sagacidad política. Su asesinato fue un duro golpe para el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), que había sido refundado y reconstituido el 4 de abril del año 2009, en algún lugar de Centroamérica.

Manuel no era solo un destacado cuadro y militante de izquierda, prolífico escritor, también llegado ser directivo nacional del Colegio de Profesores de Educación Media de Honduras (COPEMH) en el periodo 1999-2001

Un sicario penetró sigilosamente en las instalaciones del Instituto Oficial de Secundaria, San José del Pedregal, y descargó varios balazos por la espalda contra nuestro camarada Manuel, quien desempañaba sus labores como profesor de ciencias sociales y consejero de ese instituto.

El asesinato de Manuel se produjo en el contexto de la lucha masiva contra el golpe de Estado del año 2009, que derrocó al presidente José Manuel Zelaya, y que también produjo centenares de asesinatos selectivos contra los activistas de izquierda.

Las autoridades de Honduras nunca han aclarado oficialmente su asesinato, ha quedado como un crimen más, un número más a la cadena de asesinatos que se produjeron en ese periodo. En determinado momento, años después, se especuló que habían capturado al asesino material, pero todo quedó en dudas y especulaciones. No solo nunca se supo quien era el asesino material, sino que, lo mas importante, nunca se supo quienes fueron los autores intelectuales que ordenaron su asesinato. Los resultados de la autopsia practicada por Medicina Forense y el informe de balística nunca fueron entregados a sus familiares.

No debemos olvidar que en Honduras, a partir de 1982, con la presencia y asesoría de tropas norteamericanas, las fuerzas armadas desarrollaron una campaña de exterminio contra la izquierda revolucionaria. Estos escuadrones de la muerte fueron reactivados en la coyuntura posterior al golpe de Estado del año 2009.

El asesinato de Manuel provocó enormes nuestra de solidaridad a nivel de Honduras, Centroamérica y resto del mundo. Muchas corrientes de izquierda se pronunciaron exigiendo al esclarecimiento de su vil asesinato. Sus funerales fueron masivos, pero con los años, aunque su recuerdo perdura, mucha gente ha olvidado el rol que desempeñaron militantes de izquierda de la talla de José Manuel Flores Arguijo.

Este noveno aniversario de su asesinato ha pasado casi desapercibido. Atrás han quedado las jornadas de lucha contra el golpe de Estado, ahora prevalece en el conjunto de la izquierda un espíritu reformista, mezquino, que olvida las tradiciones revolucionarias. Una de ellas es que jamás podemos olvidar a nuestros mártires, a aquellos que han caído víctimas de la represión de los siniestros organismos clandestinos del Estado.

José Manuel Flores Arguijo seguirá siendo una fuente de inspiración para los socialistas centroamericanos. Nuestro mejor tributo es continuar la lucha que el inició con la fundación del PSOCA en el año 2009, y convertir a esta organización en una escuela de formación de cuadros revolucionarios, que siempre tomen su ejemplo.

Con profundo dolor, llorando de rabia, luchando contra el olvido de muchos, gritamos a los cuatro vientos: Manuel vivirá por siempre, en nuestros corazones, y su muerte será vengada cuando la revolución socialista triunfe en Honduras y logremos finalmente el sueño de reconstruir el Estado Federal en Centroamérica, bajo un sistema socialista.

Nunca te olvidaremos!!.


Por Nicanor Vallejo

Recientemente se libró una batalla en las salas de juicios de la capital, teniendo como los principales imputados a defensores del medio ambiente. El caso Guapinol confirma el recurrente proceder de las compañías mineras, y otros negocios extractivos, que, a la hora de victimizarse y argüir pretextos en su defensa, tienen de su lado a todo un sistema judicial que les favorece. La justicia que profesan los tribunales y los cientos de abogados que creen en el derecho burgués, no es compatible con las clases populares, y cuando de juzgar a campesinos e indígenas se trata, se pone todo ese instrumental de leyes y artículos que no hacen otra cosa que subsanar la imagen de los verdugos adinerados, y quebrar los ya vulnerados, pero legítimos, derechos de los pobres.

Desde luego que existen varios implicados en el caso Guapinol, y principalmente los diputados del congreso nacional, quienes aprobaron un proyecto de reforma del Decreto 127―2012, que trata sobre la declaratoria del Parque Nacional Montaña de Botaderos, como un área protegida en Tocoa, Colón (Criterio.hn, 26 de febrero de 2019). Ricardo Díaz del Partido Nacional fue quién introdujo el proyecto para la reforma de dicho decreto, teniendo muy fácil su aprobación, por la complicidad de los demás diputados de las diferentes bancadas que no se inmutaron en lo absoluto.

“El decreto fue presentado fraudulentamente bajo la idea de la necesidad de ampliar la zona de amortiguamiento, sin embargo, la finalidad oculta de la reforma se hace evidente al comparar la nueva redacción del artículo con la anterior. La Zona núcleo se redujo de 24,223.7 hectáreas a solo 24,00.36 es decir 217.34 hectáreas menos, mismas que coincidentemente fueron entregadas al proyecto minero ASP y ASP 1, ahora en poder de la empresa ‘Inversiones Los Pinares’, propiedad de Lenir Pérez y su esposa Ana Facussé, hija del terrateniente fallecido Miguel Facussé” (Criterio.hn, 26 de febrero de 2019).

No es casual que los Facussé estén detrás de este conflicto que involucra concesiones para la explotación minera; pues ellos han sido los responsables del conflicto abierto que ha persistido en el Bajo Aguán, debido a la posesión descomunal de tierra para la siembra del monocultivo de la Palma africana. Los campesinos del Aguán han peleado por el derecho legítimo a sus tierras, y producto de esta resistencia han sido brutalmente asesinados por los esbirros de esta criminal familia.

Asistiendo, lo más seguro, a las presiones y sobornos de los Facussé, los diputados se escabulleron por todo obstáculo que pusieran instituciones como el Instituto de Conservaciones Forestal (ICF), y Mi Ambiente, para agilizar el proyecto minero en la Comunidad de Guapinol; finalmente ―según Criterio.hn― a través del Instituto Hondureño de Geología y Minas (INGEOMIN), consiguieron la tan esperada concesión.

El resultado o las consecuencias de esta modalidad de venta del territorio hondureño a través de concesiones, ha sido y es totalmente dramático: pues cuando existen organizaciones valientes que se enfrentan a este entreguismo, y acuden a la defensa de sus bienes naturales comunes, terminan siendo criminalizados. La comunidad de Guapinol tuvo bajo la presión de los ingratos juzgados hondureños, a una mujer y 12 hombres acusados de “privación injusta de la libertad”, “robo”, “incendio agravado” y “asociación ilícita”.

Una buena parte de los hondureños nos preguntamos el sentido de ciertas acusaciones, que parecieran tornarse rigurosas sólo con la gente común y corriente: ¿acaso la mayoría de estos delitos, como el robo y la asociación ilícita, son la descripción perfecta del quehacer de una gran mayoría de diputados del congreso nacional, y demás corruptos del gobierno? ¿Por qué este tipo de acusaciones solo llegan como ráfagas violentas a grupos de campesinos que no hacen otra cosa que defender su vida y la de su comunidad, que peligra por la contaminación y destrucción de ríos y bosques enteros? Tal parece que las copiosas artimañas de diputados, funcionarios estatales, empresarios, y la mismísima familia presidencial, no pueden tipificarse en términos de acusaciones como “asociación ilícita”, a pesar de tener vínculos notables con el narcotráfico a gran escala, por ejemplo.

Más acusaciones a líderes del movimiento social

Miriam Miranda, representante del pueblo garífuna, en la Organización Fraternal Negra de Honduras (OFRANEH), quien ha tenido un papel preponderante en la resistencia de este pueblo a las ofensivas extractivistas en la Costa Norte del país, ha sido citada por la Fiscalía en Trujillo, Colón, el pasado 7 de marzo del presente año (Pasos de animal grande, de marzo de 2019).A tal punto ha llegado la persecución de estos representantes del movimiento social por parte de los órganos de seguridad del Estado, que la citatoria del Ministerio Público carece de motivos por los cuales se le llama a esta líder garífuna. Los terratenientes que abanderan el negocio de la Palma Africana en la Costa Norte (los Facussé), están detrás de las conspiraciones para que estos líderes comunitarios acaben en prisión por delitos absurdos.

El modelo económico basado en la explotación minera, y en la aclamada energía renovable ―anunciada con hidroeléctricas principalmente―, supone más impactos ambientales de carácter negativo en los hechos, que cualquier beneficio directo. Una hidroeléctrica involucra emplear torniquetes en ríos hasta dejarlos sin sedimentos y menguando paulatinamente su caudal; esto implica la contaminación de las fuentes de agua de las poblaciones aledañas a los proyectos, y un desastre ambiental por la contaminación que supone la extracción minera si es el caso, debido a los residuos de metales pesados en el agua.

La historia hondureña ha dejado pasajes referidos al antes, durante y después de la explotación minera en ciertos pueblos, que hoy a duras penas se recomponen de los estragos de esta actividad ruinosa y letal. Trabajadores de las minas de San Juancito, Santa Lucía, El Corpus, y El Mochito, etcétera, tuvieron una muerte silenciosa que la historia oficial del país ha sepultado en el olvido; el “mal del minero” arrasó con muchas vidas y en la actualidad tenemos un escenario próximo a repetirse si la economía minera y sus sonados defensores persisten en imponer un modelo económico ya descontinuado.

Al igual que la minería, la construcción de hidroeléctricas a gran escala, esconde un mar de inconsistencias que rayan en sobornos para licencias, concesiones ilegales, manipulación de ciertos grupos a acciones violentas en las comunidades, y captación de las ganancias por empresarios mafiosos que se libran de los impuestos y las obras sociales dentro de las comunidades. Las hidroeléctricas tal como están planteadas en la actualidad, son inviables, y por lo tanto, no representan una alternativa para un desarrollo sostenible.


Por Horacio Villegas e Ixcel Zambrano

Los datos que arroja el observatorio de la Violencia de la Universidad nacional Autónoma de Honduras al finalizar el año 2018, en el caso de homicidios, fueron los siguientes: 40 asesinatos por cada 100 mil habitantes (Tiempo Digital, 23 de diciembre de 2018). Una cifra que pone al filo de la incertidumbre a la mayoría de jóvenes que recurre a espacios públicos como centros educativos, la universidad y los mismos barrios y colonias del país.

El auge de casos de violencia, robos y delincuencia común en la universidad, ha sido el aliciente perfecto para que las autoridades universitarias promuevan en la actualidad, un plan de seguridad interna en el campus; una política muy parecida al “barrio seguro” que enarboló el nacionalista Ricardo Álvarez, que no era otra cosa que colocar portones en las colonias y residenciales de la capital, amurallando pasos que antes eran de libre acceso, con el pretexto de reducir los asaltos. Esta política de aislamiento de la violencia no consiguió combatir este flagelo, pues fue más una medida de seguridad interna, que no preveía en lo absoluto el combate estructural de la violencia en el largo plazo.

Recientemente los encargados de la imagen de la universidad, entre ellos Armando Sarmiento, han dado declaraciones sobre el tema, arguyendo que es necesario redoblar las medidas de seguridad interna del campus instalando más cámaras de vigilancia. La construcción del edificio Alma Mater, aparte de tener las más opulentas oficinas, implicó la compra de cámaras de vigilancia que superaron a los demás países de la región en el tema. Este no tan nuevo discurso de equipamiento y gasto de fondos en cámaras de vigilancia, demuestra que los representantes de la universidad no tienen ninguna política que demuestre el combate de la violencia por otros medios que no sea el aislamiento y la huida del fenómeno.

El lunes 4 de marzo se llevó a realización el bloqueo de los portones de la Universidad y la regulación de la entrada a la misma, por parte de la nueva guardia de seguridad privada; esta acción fue anunciada días atrás por Ayax Irías –el encargado de la Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles VOAE. De ahora en adelante, el ingreso al Alma Mater será mediado por un carnet estudiantil. De inmediato los estudiantes universitarios protestaron por esta cortoplacista medida y algunos se mostraron reacios a este bloqueo que traerá muchas consecuencias si no se combate desde ahora.

La nueva política de seguridad de la UNAH: Combatir la violencia, mas no la cultura de la violación 

Esta medida de cerrar los portones de Ciudad Universitaria se asemeja a las políticas del gobierno nacionalista que pretende aprovecharse del estado permanente de violencia en el que nos encontramos, para justificar más fondos a las secretarias de Seguridad y Defensa. En el fondo estas medidas no demuestran un plan estructurado de combate a este fenómeno, más bien vuelven notoria la ineficacia y la falta de voluntad que tienen los burócratas administrativos en fomentar otras formas de prevenir un entorno violento, como ser el mantenimiento seguro de los edificios por personal de seguridad de la Unah en acompañamiento de profesores universitarios y también los mismos estudiantes, y ¿porqué no el fomento de prácticas de autodefensa que implique la seguridad personal ante estas situaciones?; en definitiva, una especie de gestión conjunta y preventiva de espacios frecuentemente utilizados por los que cometen delincuencia común e intentos de violaciones. Cerrando portones a otro público, no se concientiza a la gente del papel que tienen para prevenir estas situaciones.

Por el hecho de pertenecer a una sociedad que posee altos índices de violencia, y que de paso tiene un pasado violento lleno de crímenes de estado, represiones, y también violencia familiar; encarnamos la mayoría de hondureños, el germen de la violencia, ya sea para rechazarla o para reproducirla. Nadie sabe a ciencia cierta quiénes son los perpetradores de violaciones en la universidad, podrían ser también ciertos estudiantes que son propensos a este tipo de actitudes deplorables. El mal lo tenemos dentro de la Universidad también, y con la medida de cerrar portones y regular entradas no se combaten estas realidades incómodas para los que administran la UNAH.

Con esta medida que vuelve paradójica y un tanto quimérica la casa de estudios superiores del “pueblo hondureño” –pues se ha olvidado la pregunta de ¿a quién se debe la Universidad?, y se cierra de tajo también la aclamada “vinculación Universidad-¿Sociedad?”–, se pregonan ciertas intenciones escondidas bajo un discurso que no ofrece ningún resultado efectivo en materia de reducción de la inseguridad. Las consecuencias directas de esta nefasta política son las siguientes:

1) Al cerrar el campus universitario, se le está privando y negando el ingreso a pueblos organizados en plataformas de lucha indígena y campesina, así como al pueblo garífuna organizado. Es decir, la Universidad no será el epicentro y casa de nuestros hermanos que vienen del interior del país a la ciudad por la exigencia de derechos usurpados por el Estado Hondureño. No habrá Alma Mater para los otros hijos iguales o más dignos, por el hecho de no portar un carnet estudiantil.

2) Si los estudiantes universitarios permiten estas medidas graduales de control, tendrán pronto otros mecanismos más sofisticados de persecución política. Habrá una pérdida paulatina del derecho a la protesta; y con esto la normalización de un régimen que, empleando todos los medios a su favor, pretende neutralizar cualquier disidencia estudiantil ante estas medidas antidemocráticas y excluyentes.


Por Horacio Villegas

El movimiento antorchero, que surgió hace ya cuatro años, y que agrupó a un considerable número de jóvenes, respondió a una agenda anticorrupción que denunciaba el saqueo de instituciones como el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) y la creación de un organismo encargado de hacer las investigaciones y denuncias pertinentes sobre los casos emblemáticos de corrupción. Este organismo estaría precedido por la ayuda internacional, especialmente la OEA, y llevaría las siglas de CICIH (Comisión Internacional Contra la Impunidad en Honduras); pero los hechos llevaron este proyecto por otro cauce: el gobierno maniobró y trastocó la propuesta inicial, creando de esta forma la MACCIH (Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras).

La denominada MACCIH, al mando del peruano Juan Jiménez Mayor, intentó sacar a la luz pública todas las implicaciones en actos de corrupción de varios funcionarios ―entre ellos una mayoría de diputados―, dejando claro un matiz inflexible que le costó su pronta destitución de dicho organismo. La última acusación que dio el golpe de gracia a la MACCIH fue la que revelaba el vínculo directo del presidente del Congreso Nacional Mauricio Oliva, en el drenaje de fondos públicos a través de ONGS.

Mientras tanto, en todo el recorrido de esta misión de apoyo, los nacionalistas fingían tener un falso patriotismo, que denunciaba la injerencia extranjera en las investigaciones sobre corrupción ―Fernando Anduray y Toño Rivera, encabezaron a estos risibles patrioteros―, y que no era otra cosa que un acto bestial de mostrar sus dentaduras feroces, para defenderse ante las acusaciones un tanto imparciales de la MACCIH. Las conspiraciones contra Jiménez Mayor ya estaban puestas en la mesa, y antes de evidenciar al corrupto Oliva, el peruano desistió ―por presiones y amenazas― de su labor en Honduras.

El movimiento indignado tuvo un considerable acompañamiento de jóvenes de la clase media urbana y también de otros sectores independientes. Fue un fenómeno que iluminaba las calles nocturnas de Tegucigalpa todos los viernes sin falta. Y daba una clara señal de molestia por la presencia de corruptos enquistados en el gobierno, el congreso y demás instituciones, libres y en total impunidad. La dirigencia de los antorcheros terminó claudicándole a Libertad y Refundación, y con sus nombramientos a cargos de elección popular finalizó la mejor etapa de estas manifestaciones multitudinarias. Los últimos dos años han demostrado el estado febril en que se encuentra el movimiento indignado, y las convocatorias viralizadas en las redes sociales desaparecieron del espectro público pese a la recurrencia que existe en los casos de corrupción y el vínculo con el narcotráfico ―por ejemplo, el caso Pandora y la captura de Tony Hernández, el hermano de JOH.

Una convocatoria en defensa del prolongamiento del mandato de la Maccih

El pasado viernes 15 de febrero, el representante del FOSDEH, Ismael Zepeda, convocó a una reunión que tenía como objetivo agrupar a todas aquellas personas que antes personificaran el movimiento de indignados o “antorcheros”. La convocatoria, un tanto inusual, puso como espacio de encuentro la Universidad Nacional Autónoma (UNAH) y acaparó la atención de varios jóvenes universitarios y las personas afines a las posiciones del FOSDEH.

En un ambiente de desmovilización y desgaste, en que hoy se encuentran los sectores que levantaron la lucha desde noviembre del 2017 ―por la represión y las negociaciones partidarias en el Congreso Nacional―, surge esta convocatoria; la dictadura nacionalista se impuso a punta de bala y persecución, y ha quedado abierto un nuevo orden que se sustenta en la ilegalidad, en el fraude y en la impunidad. Y ante los atropellos que se siguen cometiendo, el FOSDEH y otros actores civiles, promovieron este espacio; la convocatoria decía lo siguiente: 

“Es más allá de Las Antorchas… es la transformación de los pronunciamientos y demandas de la sociedad de manera efectiva y eficaz ante los que nos (des) gobiernan, y la necesidad de fundar la autogestión del movimiento. Los ciudadanos no deben esperar a un dizque líder, cacique, mesías, príncipe, iluminado, intelectual, etc., [quien] se tome la molestia de salir de su comodidad y de sus negociaciones ocultas. Muchos de ellos viven parasitariamente bien de lo mal que pasamos la mayoría.” (Comunicado “Reencender Las Antorchas”, 15 de febrero de 2019).

Como veremos, se trata en el fondo de una petición para ampliar la estadía de la Maccih en Honduras; pues este organismo ―en coincidencia con el CNA y la UFECIC―, ha evidenciado casos como el “Pacto de impunidad”, el “Caso Pandora”, entre otros, lo que ha creado una especie de “esperanza” sobre el papel de las misiones internacionales. El FOSDEH, junto a otros organismos no gubernamentales como el CESPAD, sostienen que es necesario solicitar el seguimiento de la Maccih en el trabajo en contra de la corrupción.

“¿Hacia dónde vamos? Debemos proteger los cambios hasta ahora, debatibles desde luego, como la creación de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (MACCIH). Acuerpar las acciones de la Unidad Fiscal Especial contra la Impunidad de la Corrupción (UFECIC) porque si se va la MACCIH quedan huérfanos, es de esta manera; imponernos ante el Poder Ejecutivo y Legislativo la discusión con diversos sectores para debatir la renovación, pero con la modificación de blindar su funcionamiento y ampliar sus obligaciones. Como acción primera.” (Comunicado “Reencender Las Antorchas”, 15 de febrero de 2019).

Han sido dos las convocatorias efectuadas por Ismael Zepeda, quien espera conseguir mayor número de gente para reiniciar las antorchas. Hasta el momento las acciones de la bancada de Libertad y Refundación, que rayan en acciones conjuntas con el partido de gobierno, no dan una pauta de verdadera resistencia popular, por lo que la ausencia de este partido en las convocatorias para el reinicio de las antorchas, es notoria.

Algunas reflexiones sobre el actual momento

Las peleas frontales en contra de la corrupción las enarbolan en la actualidad los organismos observadores en materia de democracia y transparencia como el FOSDEH, el CESPAD, el CNA, entre otras. Los partidos tradicionales no juegan un papel protagónico en la lucha contra la corrupción, pues en sus filas se encuentran los mayores perpetradores de saqueos al erario público. Los actores sociales más crédulos de las funciones que llevan a cabo las misiones de apoyo en contra de este flagelo, suponen que aquellos diplomáticos internacionales resolverán nuestros asuntos y sanearán las instituciones estatales de corruptos sin escrúpulos.

Lo cierto es que mientras nos aferremos a la idea más acomodaticia y sencilla, que supone hacer convenios con la OEA y el gobierno de turno, y luego crear una oficina auditora de instituciones, seguiremos, de esta manera, aguantando a los gobiernos que astutamente se adaptan ―ellos y sus prácticas de saqueo y robo―, al mismo juego que no los saca de la escena completamente, sino que los legitima y los vuelve los dadores de garantías como el “combate a la corrupción”.

Las masivas movilizaciones de los antorcheros lograron conseguir ―aceptando indirectamente las maniobras del gobierno― auditores de la talla del peruano Juan Jiménez Mayor, quien encabezó abiertamente la lucha contra la corrupción en el país y supo acercarse a las fibras sensibles de los negocios oscuros de diputados y otros funcionarios públicos; pero el gobierno nacionalista, a sabiendas de las exigencias antorcheras enfocadas sólo en la corrupción, quedó intacto, y desde sus vínculos e influencias más prostituidas y degeneradas, promovió la salida inmediata del peruano a través de amenazas y otros asuntos que no sabemos.

Convengamos en algo a todas luces provechoso: la MACCIH, con su presencia en el país, conseguirá un alivio momentáneo en los hondureños, a saber, la denuncia pública de varios actores involucrados en malversaciones de fondos públicos y otras figuras que apuntan al robo; pero no depurará a gran escala el flagelo de la corrupción: habrá impunidad cobijada de aparente justicia. “La salida inmediata del gobierno” tiene que ser una consigna permanente en los carteles, una consigna irrenunciable que atraviese todos los discursos.

En el atolladero ideológico del siglo XXI, en el cual nos encontramos una mayoría de jóvenes con ánimo de cambios radicales, se han pervertido o suplantado unos términos por otros, y se ven realidades en donde no hay ningún asomo de existencia de tales o cuales realidades: en donde muchos ven planteamientos revolucionarios, existen, ciertamente, raquíticas propuestas reformistas; en donde unos celebran y ven como única alternativa la democracia electorera, otros menos incautos, ven el quiebre de la democracia burguesa electorera, en donde el ausentismo, es el que gana; unos ven en los partidos opositores ―de una clara herencia liberal radical, no revolucionaria a plenitud― una alternativa para llegar a la revolución socialista, pero otros, ya desengañados y porque no cansados, ven maniobras que permiten el formalismo democrático, representativo de grupos económicos, no de clases sociales excluidas y marginalizadas de la toma de decisiones.

Y la noticia reciente, que contrasta con este ir y venir de términos e interpretaciones que patinan en el oscurantismo, nos llena de asombro y nos crispa a la vez, pues el título o frase principal que colocarán los nacionalistas ―según pregona el esbirro Reinaldo Sánchez― en la celebración de sus nefastos 117 años, será el de “Juventud Nacionalista, Revolución y Esperanza” (El Libertador, 22 de febrero de 2019); título que pareciera hacer mofa de las agrupaciones de izquierda, y del mismo término “Revolución”, considerándolo un asunto de jóvenes activistas involucrados en rutinas lúdicas de ayudas asistenciales, toda una prostitución del término desde luego.

Los partidos que componen la Oposición en Honduras, con una extensa tradición liberal en su espalda ―el Partido Libre es el caso―, no abandonarán su forma histórica de proceder siempre bajo la política de apaciguar las olas revolucionarias, porque si fuera al contrario, también ellos se ahogarían. Las aparentes “luchas parlamentarias” demostradas por los diputados de la Oposición, se caen por su propio peso, al demostrar conciliaciones tan mortales para la ya quebradiza democracia hondureña, como ser las cosméticas reformas electorales. Ante este escenario el corolario es el siguiente: no necesitamos diputados que gozan de salarios estratosféricos, con dietas resumidas en bonos de miles de lempiras, y demás beneficios que hacen honor a lujos que sólo los ricos de los países centros del capitalismo tienen. La revolución que invocan los parlamentarios Opositores desde sus curules, es quizá la misma que manifiestan los celebradores de los 117 viles años del Partido de gobierno.

El papel de la juventud crítica, que no reproduce las grietas teóricas y prácticas del “revolucionarismo” de Libertad y Refundación, tiene que lograr vencer el atavismo de la falta de formación revolucionaria, la nociva evocación del fanatismo a figuras caudillistas, la manipulación de discusiones que terminan en celebrar el liderazgo de grupúsculos, y la abundante enfermedad infantil de crear entornos difamatorios que no cuajan en las discusiones.

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